jueves, 3 de agosto de 2017

EL ART DÉCO


La elegancia de lo superfluo: el Art Déco
Este movimiento, desarrollado en París hace un siglo, se caracteriza por una lujosa ornamentación y la utilización de formas geométricas. El paradigma porteño de esta corriente es el Edificio Kavanagh. En Saavedra hay una antigua casona, ubicada en Donado al 3200, que en su fachada también representa varios atributos de este estilo.
La calificación de Art Déco hace referencia a la arquitectura de intensa geometrización que conquistó París desde los años 20 y perduró hasta 1940. Fue el resultado de un maridaje franco-vienés, donde se entremezcla lo sutil de lo francés y la geometría austríaca. Fascinó a sus visitantes durante la Exposición Internacional de 1925 de Artes Decorativas, celebrada en París, y se extendió a lo largo de toda Europa: cruzó el Atlántico tanto hacia el norte como hacia el sur.
Se trató de un movimiento que abarcó todas las artes y constituyó una época decorativa que inundó todos los ámbitos de la vida cotidiana. Influyó tanto en la arquitectura como en la orfebrería, el diseño gráfico e industrial, la decoración, la escultura, la moda, la pintura, el cine, el grabado e incluso en los diseños de automóviles. Hasta algunos emblemas de la política, como el escudo del Partido Justicialista, llevan sus líneas.
Más que un estilo artístico, el Art Déco impuso una forma de vida distinta, que en muchas ocasiones fue tildada de frívola. Sin embargo, traía una cuota de optimismo después de la catastrófica Primera Guerra Mundial. El nuevo estilo elogiaba lo superfluo y fue conocido con distintos nombres, como por ejemplo Estilo Gomina, París 25, Estilo Charleston, Jazz 25 y otras tantas denominaciones que hacían referencia a los gustos de la época.
Fue el tiempo de apogeo de los rascacielos neoyorkinos, como el Chrysler Building y el Empire State -ambos de la década del 30- y de los transatlánticos de lujo, como el SS Normandie. El Art Déco se caracterizaba por emplear materiales exóticos y caros para aplicarlos en edificios suntuosos, como si fueran grandes joyas. Así, algunas residencias ostentaban piezas enchapadas en cromo, baquelita, resinas sintéticas y maderas traídas de lugares lejanos. Las luces de neón también empezaban a deslumbrar en los edificios más singulares.
Una de las particularidades más identificables del estilo fue la riqueza ornamental en los frentes edilicios, empleando motivos con formas geométricas como zigzags, triángulos, rayas, círculos segmentados y espirales, además de diseños naturalistas como flores, árboles, fuentes, gacelas, galgos y pájaros. También introdujo la astrología con personificaciones idealizadas de fuerzas naturales y tecnológicas.
Asimismo, se utilizaron representaciones de las culturas prehispánicas y materiales como el ébano, el palisandro y los caparazones de las tortugas carey, que embellecían tanto la arquitectura como el mobiliario. Los rayos fueron representativos de esta era maquinista donde desbordaba la tecnología.
Toda esta manifestación de excentricidades se puede apreciar en Miami Beach (La Florida, EE.UU.), en la atractiva zona de South Beach. En unas pocas manzanas, delimitadas entre las avenidas Ocean Drive, Collins y Washington, se emplazan decenas de edificios con este curioso estilo. Los hoteles de líneas desenfadadas, colores pastel, abundantes bajorrelieves y decoraciones geométricas, junto con las luces de neón, son característicos de esta corriente.
El Art Déco a la porteña
Desembarcó en Buenos Aires allá por los años 20, desparramándose a lo largo de la ciudad y deslumbrando a los porteños por su rica ornamentación. En Buenos Aires, el Art Déco adquiere un brillo y un esplendor similar al del Art Nouveau. Es más bien un gran maquillaje y pocas veces interviene en la estructura espacial de origen.
Se hizo muy familiar para el público argentino, al que estimulaba no sólo a través de los cines sino también en el hábitat cotidiano: departamentos, bancos, fábricas, garajes, cafés y restaurantes, exhibiendo la huella zigzagueante de sus líneas.
Con el Art Déco se empiezan a lucir los frentes edilicios, contrastando esa modernidad con los telones urbanos de casas chorizo, chalets y casas de rentas. Era una alternativa ante el academicismo imperante. De carácter medular decorativo, se podía adaptar a prácticamente cualquier arquitectura del pasado. Unos pocos arquitectos se abrazaron a este estilo; algunos sólo estuvieron de paso, como por ejemplo Ernesto Lagos y Luis María de la Torre. Otros sí adoptaron esta nueva tendencia a lo largo de sus obras, entre ellos el arquitecto argentino Alejandro Virasoro y el croata Andrés Kalnay, quienes creyeron en la innovación y transformaron la decoración en un nexo integrador de diseño y construcción.
Kalnay aplicó la versión centroeuropea por ejemplo en la Confitería Munich, en Costanera Sur, y en el edificio del diario Crítica, en Avenida de Mayo, que proyectó junto a su hermano Jorge. Esta construcción, inaugurada en 1927, tiene líneas más puras y está adornada con esculturas femeninas, que cualquiera podría confundir con una representación de Eva Perón. Pero su semejanza tiene que ver con una moda y un estilo usado por las mujeres de esta época. Virasoro, en cambio, se volcó a la versión francesa. Fue un proyectista y realizó un sinnúmero de edificios de departamentos cuadriculados, con obras cumbre como el Banco El Hogar Argentino -que despliega un espacio interior monumental- y la Casa del Teatro, de la Av. Santa Fe.
El Edificio Kavanagh, ubicado en la bajada de la calle Florida, es un paradigma del Art Déco. Esta torre, inaugurada en 1936, mide 120 metros y fue durante mucho tiempo la más alta de Buenos Aires. Construido por el estudio de arquitectura Sánchez, Lagos y de la Torre, es el edificio de mayor altura realizado en hormigón en todo el continente. Otro ejemplo de esta corriente es el esplendoroso Teatro Ópera, que se enfrenta calle de por medio al racionalista cine Gran Rex, una nueva corriente que empezaría a opacar al Art Déco.

Reliquia en Saavedra
En la Ciudad de Buenos Aires el Art Déco se desparramó por todos los barrios, ya que proveía un estilo para todos los gustos y posibilidades. Nació con la incipiente clase media porteña, que adoptó el estilo por lo que difundían las revistas y películas. De hecho, esta corriente estilística tiene una gran hermandad con el cine, tanto que las salas del centro como las barriales adoptan ese diseño. Por ejemplo el ex Cine Pueyrredon, de Flores, es uno de los más puros Art Déco porteños.
Llega también a la arquitectura institucional y pública, pero además comienza a lucirse en los frentes de las casas de barrio. Es así que encontramos un ejemplo muy concreto, y muy bien conservado, en la calle Donado 3262, del barrio de Saavedra. Vale recordar que a esta obra le pasó raspando la piqueta, ya que es parte del borde del trazado de la ex AU3. Una autopista que, si bien no se llegó a realizar, dejó su herida.
Sabemos que hay muchos ejemplos en la ciudad y en nuestros barrios, pero cada vez son menos las viviendas que perduran en el tiempo. Más aún cuando son pequeñas, ya que cualquier especulador inmobiliario la transformaría en un edificio de varios pisos. La casa en cuestión se encuentra entre medianeras más altas, sin desentonar con su entorno, y en su frente se pueden apreciar con neta claridad todos los atributos de una fachada Art Déco.


Una perlita Art Déco en Saavedra.

La verticalidad marcada por las estrías, los chaflanes en los ángulos de las aberturas, el pequeño escalonamiento que hace el alféizar del balcón, al igual que el escalonamiento del tragaluz de la puerta principal. Todo esto, sumado al trabajo de geometría en la herrería de la puerta de entrada y el portón del garaje, son condiciones naturales de este movimiento artístico.
El gran detalle se encuentra sobre la ventana principal. El edificio remata con una especie de gran abanico en piedra París, enmarcado entre dos pequeños pilares que interpretan el estilo. Incluso el damero utilizado en la vereda termina por darle más dinamismo a la construcción.
Cuando se salvaguardan las grandes obras de valor patrimonial, como las iglesias, los imponentes ministerios, bancos y edificaciones públicas, se está resguardando la parte de la historia de poder. Ahora bien, cuando protegemos estas casas de tipo domésticas, que marcaron una época en el barrio estamos rescatando la otra historia, que muchas veces queda olvidada.

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