Ribera Norte, la reserva de San Isidro con el 25% de las especies de aves del país
El parque, situado en Acassuso, suma 50 hectáreas; lo visitan 25.000 personas por año, entre ellas, avistadores y alumnos; es un ecosistema original no intervenido
Río de la Plata Chicos de una escuela porteña recorren el circuito rico en especies animales y vegetales junto a la costa del Río de la Plata
La reserva ecológica Ribera Norte de San Isidro aparece listada en Google Maps y recibió más de 600 comentarios, la enorme mayoría positivos. “¡Recomendable para despejarse un poco de tanto cemento!”, sostiene uno de ellos, representativo de los demás. Se trata de 50 hectáreas (20 de tierra y el resto, aguas del Río de la Plata) que ofrecen un espacio de contacto con la naturaleza a pocas cuadras del bullicio de la Avenida del Libertador.
Situado en la costa de Acassuso, el parque natural posee una gran diversidad de aves autóctonas. Así surge de un estudio de la Dirección de Ecología y Biodiversidad municipal, que detectó 272 especies de las 1040 que habitan en territorio argentino, es decir, más del 25%.
Guillermo Olivero –ataviado con gorro y lentes de sol, y los ojos posados firmes en el cielo– se mueve despacio, con paciencia oriental. Dos pasos para un lado, dos pasos para el otro, siempre en silencio y mirando hacia arriba. “¡Nunca me dan bola los bichos!”, dice en cuanto se le escapa la mosqueta que quería fotografiar. Ingeniero civil jubilado, avistador apasionado y fotógrafo, visita Ribera Norte unas tres veces por semana. Para alguien que logró fotografiar 44 especies de aves distintas en su plaza cercana del barrio porteño de Villa Pueyrredón, la reserva es lo más parecido a un parque de diversiones. “¿Viste el lechuzón orejudo que está adelante?”, le pregunta a Guillermo una guía que pasa con un grupo de alumnos. Los avistadores son entusiastas y solidarios.
Como él, unas 25.000 personas visitan el parque natural por año. Alrededor de 7000 son estudiantes. Es el caso de los alumnos del Instituto Nuestra Señora de Luján, de Parque Patricios, que recorren los caminos de troncos una mañana fría y soleada de julio. Alicia Bruno, su guía, les explica por qué flotan las plantas acuáticas, cómo cada agosto hay una superpoblación de garzas y que cuando las tortugas nacen miden casi lo mismo que una tapita de gaseosa. Los chicos toman nota, miran con binoculares y se sorprenden.
“Yo vengo acá y me olvido de los dolores, es otro mundo”, explica más tarde Bruno, que trabaja en Ribera Norte desde hace siete años y que cuando está en su casa se siente encerrada. Algo similar opina su colega Ana María Lux, que desde hace más de 20 años viene luchando por ese pedacito codiciado de naturaleza. “Trabajar acá es mi vida”, sentencia, convencida de que sin el compromiso de cientos de personas a lo largo de los años la reserva hace rato que se hubiera convertido en un shopping o en un barrio cerrado. Ambas coinciden en que la mejor labor que se puede hacer en ese pulmón verde es educar.
Creada en 1982, Ribera Norte es el primer parque natural municipal del país. Desde entonces permanece casi inalterada y hoy ofrece un recorrido por pasarelas de 1300 metros, que va atravesando distintos ambientes. Abre todos los días y la entrada es gratuita.
Concentración de ambientes
Para Bárbara Gasparri, directora de Ecología y Biodiversidad de San Isidro, la reserva es “una joya única” porque muestra bosque ribereño no intervenido. “Si venís desde el río primero ves el juncal, después el matorral, el sauzal, el ceibal y finalmente la laguna y el pajonal”, detalla. Esta concentración de distintos ambientes permite que exista una gran variedad de especies vegetales y animales en un espacio relativamente pequeño. Se estima que allí hay 272 especies de aves, 87 de mariposas diurnas, 40 de peces, 12 de anfibios, 14 de reptiles, 13 de mamíferos y 350 de vegetales. Una de las principales características de Ribera Norte es que no se asienta sobre suelos de relleno, por lo que se puede observar una sucesión natural de ecosistemas: nada menos que la costa original del Río de la Plata.
Cecila Novaro es una aficionada de la fotografía que, aprovechando el día lindo, llega a la reserva a hacer algunas fotos. “Me encanta tener esta tranquilidad de venir y estar en el verde”, cuenta la vecina de San Isidro, que conoce el predio desde hace años. Y recuerda sonriente la foto que sacó de una tortuga que salía a la superficie toda cubierta de camalotes.
Para Hernán Casañas, director de Aves Argentinas, las reservas urbanas como la Ribera Norte tienen una importancia decisiva en lo que respecta al vínculo entre el hombre y la naturaleza. También, son formadoras de líderes ambientales. “La mayoría de las personas que hoy dirigen ONG se iniciaron en reservas”, indica. Y como si todo esto fuera poco, ayudan a cumplir con la proporción de espacios verdes por habitante que recomienda la Organización Mundial de la Salud. En Aves Argentinas están convencidos de que son tantos los servicios (ambientales, sociales y recreativos) que pueden ofrecer estas áreas naturales que cada municipio debería contar con una.
Dentro de Ribera Norte también funciona un vivero que invita a los habitantes de las cercanías a plantar especies autóctonas; a quienes residen en San Isidro se les regala un ejemplar. Parten de la premisa de que cuanto más se respete la flora natural de la zona las reservas dejarán de ser compartimentos encapsulados. El ideal al que apuntan es generar un gran corredor biológico que llegue hasta la Costanera Sur, poblando de especies nativas cada esquina. “Después la gente se queja de que ya no hay mariposas; claro, si en nuestras veredas plantamos árboles exóticos ellas no se van a posar ahí, quedan dentro de las reservas”, explica Lux.
“Creo que cuidar la naturaleza es un compromiso, como ir al colegio o hacer la tarea”, reflexiona la estudiante Bárbara Dahy, apenas termina su visita guiada.
La reserva ecológica Ribera Norte de San Isidro aparece listada en Google Maps y recibió más de 600 comentarios, la enorme mayoría positivos. “¡Recomendable para despejarse un poco de tanto cemento!”, sostiene uno de ellos, representativo de los demás. Se trata de 50 hectáreas (20 de tierra y el resto, aguas del Río de la Plata) que ofrecen un espacio de contacto con la naturaleza a pocas cuadras del bullicio de la Avenida del Libertador.
Situado en la costa de Acassuso, el parque natural posee una gran diversidad de aves autóctonas. Así surge de un estudio de la Dirección de Ecología y Biodiversidad municipal, que detectó 272 especies de las 1040 que habitan en territorio argentino, es decir, más del 25%.
Guillermo Olivero –ataviado con gorro y lentes de sol, y los ojos posados firmes en el cielo– se mueve despacio, con paciencia oriental. Dos pasos para un lado, dos pasos para el otro, siempre en silencio y mirando hacia arriba. “¡Nunca me dan bola los bichos!”, dice en cuanto se le escapa la mosqueta que quería fotografiar. Ingeniero civil jubilado, avistador apasionado y fotógrafo, visita Ribera Norte unas tres veces por semana. Para alguien que logró fotografiar 44 especies de aves distintas en su plaza cercana del barrio porteño de Villa Pueyrredón, la reserva es lo más parecido a un parque de diversiones. “¿Viste el lechuzón orejudo que está adelante?”, le pregunta a Guillermo una guía que pasa con un grupo de alumnos. Los avistadores son entusiastas y solidarios.
Como él, unas 25.000 personas visitan el parque natural por año. Alrededor de 7000 son estudiantes. Es el caso de los alumnos del Instituto Nuestra Señora de Luján, de Parque Patricios, que recorren los caminos de troncos una mañana fría y soleada de julio. Alicia Bruno, su guía, les explica por qué flotan las plantas acuáticas, cómo cada agosto hay una superpoblación de garzas y que cuando las tortugas nacen miden casi lo mismo que una tapita de gaseosa. Los chicos toman nota, miran con binoculares y se sorprenden.
“Yo vengo acá y me olvido de los dolores, es otro mundo”, explica más tarde Bruno, que trabaja en Ribera Norte desde hace siete años y que cuando está en su casa se siente encerrada. Algo similar opina su colega Ana María Lux, que desde hace más de 20 años viene luchando por ese pedacito codiciado de naturaleza. “Trabajar acá es mi vida”, sentencia, convencida de que sin el compromiso de cientos de personas a lo largo de los años la reserva hace rato que se hubiera convertido en un shopping o en un barrio cerrado. Ambas coinciden en que la mejor labor que se puede hacer en ese pulmón verde es educar.
Creada en 1982, Ribera Norte es el primer parque natural municipal del país. Desde entonces permanece casi inalterada y hoy ofrece un recorrido por pasarelas de 1300 metros, que va atravesando distintos ambientes. Abre todos los días y la entrada es gratuita.
Concentración de ambientes
Para Bárbara Gasparri, directora de Ecología y Biodiversidad de San Isidro, la reserva es “una joya única” porque muestra bosque ribereño no intervenido. “Si venís desde el río primero ves el juncal, después el matorral, el sauzal, el ceibal y finalmente la laguna y el pajonal”, detalla. Esta concentración de distintos ambientes permite que exista una gran variedad de especies vegetales y animales en un espacio relativamente pequeño. Se estima que allí hay 272 especies de aves, 87 de mariposas diurnas, 40 de peces, 12 de anfibios, 14 de reptiles, 13 de mamíferos y 350 de vegetales. Una de las principales características de Ribera Norte es que no se asienta sobre suelos de relleno, por lo que se puede observar una sucesión natural de ecosistemas: nada menos que la costa original del Río de la Plata.
Cecila Novaro es una aficionada de la fotografía que, aprovechando el día lindo, llega a la reserva a hacer algunas fotos. “Me encanta tener esta tranquilidad de venir y estar en el verde”, cuenta la vecina de San Isidro, que conoce el predio desde hace años. Y recuerda sonriente la foto que sacó de una tortuga que salía a la superficie toda cubierta de camalotes.
Para Hernán Casañas, director de Aves Argentinas, las reservas urbanas como la Ribera Norte tienen una importancia decisiva en lo que respecta al vínculo entre el hombre y la naturaleza. También, son formadoras de líderes ambientales. “La mayoría de las personas que hoy dirigen ONG se iniciaron en reservas”, indica. Y como si todo esto fuera poco, ayudan a cumplir con la proporción de espacios verdes por habitante que recomienda la Organización Mundial de la Salud. En Aves Argentinas están convencidos de que son tantos los servicios (ambientales, sociales y recreativos) que pueden ofrecer estas áreas naturales que cada municipio debería contar con una.
Dentro de Ribera Norte también funciona un vivero que invita a los habitantes de las cercanías a plantar especies autóctonas; a quienes residen en San Isidro se les regala un ejemplar. Parten de la premisa de que cuanto más se respete la flora natural de la zona las reservas dejarán de ser compartimentos encapsulados. El ideal al que apuntan es generar un gran corredor biológico que llegue hasta la Costanera Sur, poblando de especies nativas cada esquina. “Después la gente se queja de que ya no hay mariposas; claro, si en nuestras veredas plantamos árboles exóticos ellas no se van a posar ahí, quedan dentro de las reservas”, explica Lux.
“Creo que cuidar la naturaleza es un compromiso, como ir al colegio o hacer la tarea”, reflexiona la estudiante Bárbara Dahy, apenas termina su visita guiada.
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