martes, 17 de julio de 2018

LA PÁGINA DE JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ


Si uno quiere ingresar en la Máquina del Tiempo de Wells, no tiene más que pasarse una tarde completa en el Museo de Artes Decorativas de París.
Resultado de imagen para Museo de Artes Decorativas de París.
Movemos la palanca y vamos directamente a la Edad Media, con sus retablos y su mobiliario religioso, y avanzamos por las salas como si paseáramos por la historia universal: los muebles, los decorados, los adornos, los adminículos de la vida cotidiana, los interiores van acompañando los cambios políticos e institucionales, alcanzan apogeos y caen en sus ocasos, y son reemplazados por otras modas y por fuertes reacciones contra ellas que también serán desplazadas al compás de los ciclos sociológicos y de los caprichos sociales y de las inventivas tecnológicas y artísticas.
Resultado de imagen para Museo de Artes Decorativas de París.
Vemos cuando hacia el 1600 la carpintería deriva en su oficio superior, la ebanistería, y cómo los pintores captan columnas y obeliscos que dan ideas, y reproducen o imaginan arquitecturas posibles, creando tendencias en toda Europa. Las ideas viajan en cuadros, y son adoptadas por las familias nobles y fabricadas a medida por sus artesanos.
En los segundos planos de un óleo causa sensación una silla, la primera que sigue las formas modernas. Luego producen la misma envidia y provocan idéntica imitación, unos gabinetes hechos en Amberes.
Los muebles con columnas rompen el diseño del Renacimiento. Y enseguida surge un mueble de un solo cuerpo y de dos puertas: el armario, tal y como lo concebimos ahora.
Resultado de imagen para Museo de Artes Decorativas de París.
E irrumpe la marquetería, que nace en Italia, se perfecciona en Alemania y reina en París, ciudad que se convertirá desde entonces en el centro del buen gusto, un trono que no abandonará nunca.
Ni aún ahora, en pleno Siglo XXI. La marquetería es una técnica que consiste en chapar o embutir piezas de madera en una estructura formando patrones decorativos o diseños.
Y es en todo ese contexto innovador donde aparece también la primera cómoda, y el escritorio, y los asientos variados. Y los motivos florales impresos en los muebles de época.
Luis XIV, que pretendía un estilo fasto y glorioso, les dio un gran impulso a decoradores, orfebres, pintores, alfareros, arquitectos y ebanistas. Damas y caballeros, aparecen los primeros sillones.
Ya no se trataba de tener una simple silla con brazos, sino de un sillón hecho y derecho, algo que de inmediato se transformó en símbolo máximo del confort. También la consola, que es una mesa de despacho y que usualmente tiene seis cajones.
Imagen relacionada
Muchos de todos estos muebles se fabrican por unidad y con una técnica de cuatro colores, que implicaba pintar sobre la madera.
Vemos las primeras azucareras, porque el azúcar es una novedad y un artículo de lujo, y también los espejos que París copia de Venecia.
La industria del estilo, que consistía en procesar como propios algunos inventos ajenos para después potenciarlos y exportarlos, llegó a ser tan extraordinaria y rentable que la manejaba directamente el inspector de Finanzas de la Corona.
A la muerte del llamado “Rey Sol” París va hacia formas aún más ostentosas. Llegamos al imperio del rococó, y sus evocaciones a la naturaleza, a los desnudos, al orientalismo y a las galanterías.
Contra este fenómeno recargado, hartos de tanta extravagancia y frivolidad, los parisinos giran hacia la sobriedad y el clasicismo.
Habían descubierto las ruinas arqueológicas de Pompeya, y es así cómo regresan los motivos griegos y los romanos. Revival del “gusto elevado” y la moderación.
La Máquina del Tiempo nos conduce al Siglo XVIII y al Siglo XIX, y a una galería inmensa de sillas y de sillones. De América llegó la caoba y fue una revolución.
Resultado de imagen para Museo de Artes Decorativas de París.
Y el bronce entró en las casas con toda su fuerza y en muchas ocasiones, de una manera ornamental. Los ebanistas, los orfebres, los escultores muestran aquí un refinamiento inédito y sublime.
A continuación, explota el Estilo Imperio, y sus reminiscencias de Roma: gobierna Napoleón Bonaparte, y el paralelismo con los grandes emperadores romanos se convierte en un objetivo político.
Un imperio celebra a otro y emite la idea de que es su mismísima reencarnación, algo que ciento treinta años después intentaría repetir Mussolini.
En la Francia del Petit Cabrón se redecoran los grandes palacios; cunden las esfinges, los leones y las águilas; se incorporan colores intensos y motivos egipcios, y las incrustaciones en bronce se ponen en boga. Es el bello ideal antiguo que regresa una vez más.
Cuando Napoleón es expulsado del poder, sobreviene un estilo pegado a esa restauración, que no cuenta con tantos fondos y que por lo tanto se resigna al principio a una cierta sencillez.
Pero rápidamente retorna lo religioso, los frisos pintados sobre los muros; los acabados elegantes, el blanco y las tintas claras. Las tapicerías viven su esplendor; también las lujosas sederías.
Imagen relacionada
Pero las cómodas ya no vienen con bronces, sólo con cerraduras y tiradores. Eso sí: se agigantan los espejos. Mirarse de frente en el espejo empieza a ser un lujo femenino fundamental, y esto modifica la autopercepción del cuerpo.
Ya comenzó la producción en serie, y en consecuencia, la democratización burguesa del estilo. Se usa mucho el papel pintado en las paredes, y allí habitualmente se cuentan historias épicas, que muchas veces sirven para que los padres instruyan a los niños en episodios patrióticos y en moralejas de la vida.
Claro, la televisión no existía, y los óleos y esos papeles apasionantes y cinematográficos cumplían una función esencial para el entretenimiento, la educación y la imaginación humana.
Atravesamos el siglo XIX, navegamos en el romanticismo y el gusto por los pequeños objetos domésticos. Arribamos al Segundo Imperio, que resucita los estilos de Luis XIV, Luis XV y Luis XVI, junto con el rococó y los motivos florales.
Napoleón III eleva lo que había caído; defiende lo que había sido repudiado. El jardín de invierno, como síntesis del amor por la naturaleza; los grandes paisajes en la decoración; el papel maché, que venía de China, pero también el neogriego con innovaciones tecnológicas. Se suceden lo neorrománticos, los neorrenacentistas.
Imagen relacionada
Y mucho más tarde el art nouveau, y el art decó, y el modernismo. Y en cada ola, un discurso despreciativo de lo inmediatamente anterior, y un rescate exaltado de lo antiguo o de lo penúltimo, pero reciclado y con variaciones estéticas y técnicas. Así avanzaron el arte, la artesanía, la literatura, la moda y las ideologías.
Con acciones y reacciones, abandonos y rescates, y certezas absolutas que el tiempo iba refutando, y modas y creencias que se morían y resucitaban con ropajes nuevos.
Es por eso que la corta biología del hombre y de la mujer tiene su lógica de hierro: ser inmortales o vivir tres o cuatro siglos, resultaría absolutamente improcedente e insoportable.
Veríamos cada tanto cómo surge el feroz desprecio por algo, y cómo estalla el entusiasmo irreflexivo por otra cosa que parece nueva y no lo es.
Cómo se instala una y otra vez la superstición de lo nuevo, y cómo ese juego crítico y colectivo nos hace víctimas de supuestos innovadores que venden su flamante elixir, y que en realidad nos están hirviendo sopa recalentada.
Cadáveres exquisitos pero próximos, que serán sepultados y luego devueltos a la vida, para volver a ejecutarlos al poco tiempo con un tiro en la nuca.
Imagen relacionada
Sería muy duro vivir tres siglos y saber así, por experiencia directa, que todo es mentira momentánea, añejos caramelos con nuevos envoltorios para niños ingenuos con ganas de creer que todo sucede por primera vez. Cuando, en verdad, viene sucediendo desde siempre.
Salgo aturdido de la Máquina del Tiempo, armado únicamente con esta libreta de apuntes a la que me aferro y de la que no me aparto ni por un segundo. Y me asomo al Sena, que ha sido inmune a estos vaivenes y caprichos.
Anoche hablamos con nuestro amigo Juan Cruz Ruiz, y también con Pilar, que es una mujer entrañable y lúcida. Nos dieron una mala noticia: finalmente no podrán venir a París, como tenían previsto.
Aprovechamos para charlar mínimamente de España, en vísperas de la moción de censura. Esta mañana ya renunció el presidente español y está por asumir inesperadamente el líder socialista, que no fue capaz de ganar en las urnas.
Resultado de imagen para Museo de Artes Decorativas de París.
La Madre Patria es un sentimiento agridulce y un tembladeral y una enorme incertidumbre, y llegan oscuros presagios desde Italia, donde el populismo amenaza consolidarse y donde se dan la mano la izquierda antisistema y la derecha xenófoba.
Europa parece desconcertada, aturdida y embotada por su consumismo y por un bienestar que ya no registra. Ha olvidado su propia historia, y cree que la prosperidad y la libertad y la democracia son logros ya conquistados y, en consecuencia, fenómenos casi naturales, derechos adquiridos a perpetuidad.
Cree, Dios se apiade de ellos y también de nosotros, que no hace falta luchar. Porque los dones son inmutables, porque han sido dados.
Ya otras veces los republicanos europeos observaron con pasividad e indolencia los acontecimientos hasta que fue demasiado tarde, y los nacionalistas se los comieron vivos.
Muchas de las fuerzas novedosas que actualmente atraviesan España, Francia, Alemania e Italia, y por supuesto América latina, son el antiguo y rancio caramelo, con envoltorio flamante. Sólo hay que meterse un rato en la Máquina del Tiempo para reconocer los ciclos y para ver lo que nos amenaza. Que es muy serio

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.