martes, 24 de julio de 2018

EUGENIA SACERDOTE DE LUSTIG...SER HUMANO ILUSTRE



Es la doctora Eugenia Sacerdote de Lustig.
Ella se hizo famosa cuando la línea 80 la nombró pasajera ilustre y le dio un pase de por vida.
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Era un premio a su constancia de viajar todos los días en ese colectivo a su trabajo como jefa de investigación del Instituto de Oncología Angel Roffo.
Por aquel entonces, la venerable mujer tenía 90 años. Esa anécdota ciudadana disparó la curiosidad de los medios y muchos conocimos la vida ejemplar de la doctora Eugenia. Su esfuerzo, su sacrificio cotidiano.
Después fue declarada ciudadana ilustre de Buenos Aires e inmigrante ilustre del Piamonte, Italia. Donde dejó parte de su familia. La doctora cuando desciende del barco,tenía 25 años y una hija en sus brazos que cumplió un año en plena travesía en el océano.
Llegó al puerto con sus valijas de cartón escapando del fascismo de Mussolini y mientras aprendía a cantar y bailar tango, enfrentó la peor epidemia de polio que tuvo la Argentina antes de que se descubriera la vacuna Salk. Y como si esto fuera poco le declaró la guerra científica al Mal de Alzheimer y el Cáncer.
Ese maldito cáncer, tal vez como revancha le fue erosionando la vista. Sus ojos comenzaron a nublarse hasta la ceguera absoluta. Por eso dejó de viajar en colectivo y entonces una remisería vecina la empezó a llevar de aquí para allá, porque entendieron que ella es un tesoro para cuidar.
Tenía 90 años y seguía cumpliendo con su vocación y obligación. Dirigía a los jóvenes biólogos en el laboratorio. Era admirable su cargo de investigadora del Conicet.
La doctora Eugenia recibió el premio Hipócrates que es la más alta distinción que un médico puede recibir en nuestro país y eso no la transformó en mármol,ni formal o aburrida.
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Era la más chistosa del trabajo. La encargada de celebrar los cumpleaños de sus compañeros, de homenajear la vida compartiendo al mediodía una porción de tarta y una mandarina de postre.
La Nona sabia, hoy de 100 años,esta maravilla tiene dos adicciones: los libros y la quesería donde compra los manjares que la acercan su infancia como la mozzarella de Búfalo o el delicioso mascarpone.
A los 100 años, la doctora Eugenia, mezcla milagrosa de neuronas y sensibiLidad solidaria es considerada una reina madre por sus discípulos. Ella que fue discípula de Bernardo Houssay, uno de nuestros premio Nóbel.
No se enoja nunca. Sonríe siempre. Dice que esa es su fórmula para cumplir un siglo en paz y armonía con todos.
Esta orgullosa porque fue reconocida como "Prócer de la medicina bicentenaria", un diploma de honor, que le entregó otro oncólogo como ella, el ex-presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez.
Un verdadero ejemplo de luchar, perseverancia e incansable fuerza de voluntad.

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