La discusión sobre los verdaderos colores de la bandera es fomentada por la poco definida descripción de su creador: una banda sería blanca y otra azul celeste (la enseña original tenía sólo dos campos). Dicha polémica nunca fue banal. Eran dos proyectos de país los que confrontaban. Los unitarios la concibieron celeste, el color que los identificaba en tiempos de la Confederación.
Portar alguna prenda de ese color provocaba un castigo que podía costar la vida. Cierta vez, corría 1840, Rosas leía los informes de su policía. Ante uno de ellos tomó su lapicera y escribió: "Prevéngase al comisario Isidro López que el celador que está con él tiene calzones celestes y que él usa capote verde; que si no tienen cómo vestirse uno y otro con exclusión de tales colores unitarios, es menos malo que cesen en su empleo que causar semejante escándalo un funcionario público de su clase. Por lo que se dispone se le dé baja en el Departamento". Es de imaginar que cuando finalmente se impusieron en las cruentas guerras civiles los unitarios liberales hicieron del celeste el color ya no partidario sino nacional. De allí la "celestización" de nuestra bandera.
Los federales, en cambio, cuyo color distintivo era el rojo punzó, reivindicaban el azul acentuado para las franjas que encerraban a la blanca, no sólo para diferenciarse de sus adversarios, sino también por considerar que ése había sido el deseo de Belgrano. El vínculo entre el Restaurador y el creador de nuestra bandera, aunque no personal fue estrecho, tanto que el primero crió a un hijo de don Manuel y su cuñada María Josefa Ezcurra. En tiempos de Rosas el oscurecimiento llegó al azul acerado.
Tomar partido por uno u otro color era, y sigue siendo, inclinarse, basado en constataciones históricas y científicas y en sentido amplio, por un proyecto de país.
La primera bandera fue cosida por una humilde vecina del pueblo de Capilla del Rosario del Pago de los Arroyos, hoy Rosario, María Catalina Echevarría de Vidal, y fue izada a orillas del Paraná el 27 de febrero de 1812 por un civil, Cosme Maciel, también vecino del lugar. Conocidas son las contingencias posteriores: el Triunvirato porteño, cuyo hombre fuerte era su secretario, Bernardino Rivadavia, opuesto a proclamar la independencia ante el mundo, prohibió su uso el 3 de marzo de 1812 y ordenó su reemplazo por la todavía enarbolada en la Fortaleza de Buenos Aires, la rojigualda española. Pero Belgrano volvió a sacarla a la luz el 25 de mayo de 1812 y la hizo bendecir con un tedeum en la iglesia matriz jujeña por el canónigo Juan Ignacio Gorriti.
La descripción de Belgrano indicaba un color azul celeste. Es decir, color azul cielo. ¿Pero en qué momento del día? Los especialistas explican que el celeste es la tonalidad del cielo claro de media mañana, mientras que el azul cerúleo es el color del cielo despejado, que puede observarse antes de la salida del sol o media hora después de su puesta.
Recientemente científicos del Conicet, sin tomar partido, analizaron una de las banderas argentinas preservadas de mayor antigüedad y revelaron el color original de sus extremos inferior y superior: azul de ultramar. Un equipo formado por investigadores del Centro de Química Inorgánica (Cequinor, Conicet-UNLP) y de la Universidade Federal de Juiz de Fora de Brasil, analizaron espectroscópica y químicamente hebras de la bandera del Templo de San Francisco, en Tucumán -ordenada por Bernabé Aráoz, primer gobernador intendente de esa provincia y síndico del Templo de San Francisco- que, según algunos historiadores, resulta ser la más antigua que se ha conservado y que se descuenta reprodujo fielmente la original ya que la relación entre Aráoz y Belgrano era muy cercana: fue él primero quien convenció al segundo de no continuar el retroceso hacia Córdoba ordenado por Buenos Aires y enfrentar a los realistas en la batalla de Tucumán.
La polémica sobre los colores de nuestra enseña patria fue también puesta en superficie cuando el 27 de noviembre de 2001 un proyecto de ley del entonces diputado peronista Lorenzo Pepe propuso que el color de dos de sus franjas horizontales fuera azul cerúleo. Tal propuesta despertó una agria polémica con los defensores del color celeste y la aprobación no prosperó.
Entre otros antecedentes destaquemos que Juan Gervasio Artigas, el gran caudillo oriental pionero del federalismo rioplatense, adoptó los colores azul y blanco para la bandera de los Pueblos Libres cruzada por una franja roja. Enseña adoptada por la mayoría de las provincias litorales que lo erigieron su protector.
También se debe tener en cuenta que el celeste no es un color heráldico, como sí lo es el azul, lo que puede haber sido tenido en cuenta por Belgrano, quien vivió varios años en Europa y pudo saber que el color azul, en la heráldica, significa justicia, obediencia, lealtad, piedad y prudencia, virtudes siempre exaltadas por él.
Por fin, hay quienes afirman que los colores de nuestra bandera, quizá también los de la escarapela, fueron elegidos por lealtad a la decisión de sostener "la máscara de Fernando VII", es decir, esconder las intenciones independentistas que no eran compartidas por no pocos de los revolucionarios de Mayo. El fino estratega que era Belgrano habría creado una bandera "española" con los colores de la casa de Borbón, a la que pertenecía el cautivo rey de España. Para confirmar esto basta con observar el retrato del monarca por mano de Goya, donde puede verse su abultado vientre cruzado por una banda de tres franjas azul intenso, blanca y azul intenso.
Los argumentos a favor del celeste son muy considerables y se prestan a un debate apasionante. Lo que no es aceptable, a mi criterio, es el cuestionamiento al cambio per se, contradiciendo la condición dinámica que es esencia de la historia.
Los federales, en cambio, cuyo color distintivo era el rojo punzó, reivindicaban el azul acentuado para las franjas que encerraban a la blanca, no sólo para diferenciarse de sus adversarios, sino también por considerar que ése había sido el deseo de Belgrano. El vínculo entre el Restaurador y el creador de nuestra bandera, aunque no personal fue estrecho, tanto que el primero crió a un hijo de don Manuel y su cuñada María Josefa Ezcurra. En tiempos de Rosas el oscurecimiento llegó al azul acerado.
Tomar partido por uno u otro color era, y sigue siendo, inclinarse, basado en constataciones históricas y científicas y en sentido amplio, por un proyecto de país.
La primera bandera fue cosida por una humilde vecina del pueblo de Capilla del Rosario del Pago de los Arroyos, hoy Rosario, María Catalina Echevarría de Vidal, y fue izada a orillas del Paraná el 27 de febrero de 1812 por un civil, Cosme Maciel, también vecino del lugar. Conocidas son las contingencias posteriores: el Triunvirato porteño, cuyo hombre fuerte era su secretario, Bernardino Rivadavia, opuesto a proclamar la independencia ante el mundo, prohibió su uso el 3 de marzo de 1812 y ordenó su reemplazo por la todavía enarbolada en la Fortaleza de Buenos Aires, la rojigualda española. Pero Belgrano volvió a sacarla a la luz el 25 de mayo de 1812 y la hizo bendecir con un tedeum en la iglesia matriz jujeña por el canónigo Juan Ignacio Gorriti.
La descripción de Belgrano indicaba un color azul celeste. Es decir, color azul cielo. ¿Pero en qué momento del día? Los especialistas explican que el celeste es la tonalidad del cielo claro de media mañana, mientras que el azul cerúleo es el color del cielo despejado, que puede observarse antes de la salida del sol o media hora después de su puesta.
Recientemente científicos del Conicet, sin tomar partido, analizaron una de las banderas argentinas preservadas de mayor antigüedad y revelaron el color original de sus extremos inferior y superior: azul de ultramar. Un equipo formado por investigadores del Centro de Química Inorgánica (Cequinor, Conicet-UNLP) y de la Universidade Federal de Juiz de Fora de Brasil, analizaron espectroscópica y químicamente hebras de la bandera del Templo de San Francisco, en Tucumán -ordenada por Bernabé Aráoz, primer gobernador intendente de esa provincia y síndico del Templo de San Francisco- que, según algunos historiadores, resulta ser la más antigua que se ha conservado y que se descuenta reprodujo fielmente la original ya que la relación entre Aráoz y Belgrano era muy cercana: fue él primero quien convenció al segundo de no continuar el retroceso hacia Córdoba ordenado por Buenos Aires y enfrentar a los realistas en la batalla de Tucumán.
La polémica sobre los colores de nuestra enseña patria fue también puesta en superficie cuando el 27 de noviembre de 2001 un proyecto de ley del entonces diputado peronista Lorenzo Pepe propuso que el color de dos de sus franjas horizontales fuera azul cerúleo. Tal propuesta despertó una agria polémica con los defensores del color celeste y la aprobación no prosperó.
Entre otros antecedentes destaquemos que Juan Gervasio Artigas, el gran caudillo oriental pionero del federalismo rioplatense, adoptó los colores azul y blanco para la bandera de los Pueblos Libres cruzada por una franja roja. Enseña adoptada por la mayoría de las provincias litorales que lo erigieron su protector.
También se debe tener en cuenta que el celeste no es un color heráldico, como sí lo es el azul, lo que puede haber sido tenido en cuenta por Belgrano, quien vivió varios años en Europa y pudo saber que el color azul, en la heráldica, significa justicia, obediencia, lealtad, piedad y prudencia, virtudes siempre exaltadas por él.
Por fin, hay quienes afirman que los colores de nuestra bandera, quizá también los de la escarapela, fueron elegidos por lealtad a la decisión de sostener "la máscara de Fernando VII", es decir, esconder las intenciones independentistas que no eran compartidas por no pocos de los revolucionarios de Mayo. El fino estratega que era Belgrano habría creado una bandera "española" con los colores de la casa de Borbón, a la que pertenecía el cautivo rey de España. Para confirmar esto basta con observar el retrato del monarca por mano de Goya, donde puede verse su abultado vientre cruzado por una banda de tres franjas azul intenso, blanca y azul intenso.
Los argumentos a favor del celeste son muy considerables y se prestan a un debate apasionante. Lo que no es aceptable, a mi criterio, es el cuestionamiento al cambio per se, contradiciendo la condición dinámica que es esencia de la historia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.