Cuando el nazismo sobrevoló Coghlan
El sábado 30 de junio de 1934 amaneció helado. Pese a la escarcha, miles de vecinos de Buenos Aires abandonaron el calor de las cobijas y asomaron sus rostros lagañosos a balcones, terrazas y jardines. Nadie quiso perderse uno de los acontecimientos más atrayentes que se recuerden en la Argentina de aquella época por ganar unos minutos más de sueño. En esta parte de la ciudad el espectáculo comenzó antes de las ocho de la mañana, cuando el dirigible alemán LZ 127 Graf Zeppelin fue divisado en el horizonte de los barrios de Saavedra, Coghlan y Villa Urquiza.
Durante su paso por la ciudad permaneció suspendido varios minutos sobre la fábrica textil Sedalana, en Congreso y Estomba, para esperar el ingreso de los obreros, en su mayoría de origen teutón. “A través del cable que solía utilizarse como otro de los medios de comunicación con tierra cuando la nave se mantenía en el aire, se bajó y se subió importante y secreta información. No es posible establecer el tenor de ese traspaso, pero seguramente estuvo estrechamente relacionado con los fuertes intereses alemanes y nazis establecidos en la Argentina por aquel entonces”, especula el escritor Marcelo García.
El predio de Coghlan, que fue testigo privilegiado del paso de la aeronave, está abandonado desde el año pasado.
Había un detalle que justifica esta teoría: la cruz esvástica, símbolo del régimen nazi, estaba pintada en los timones del descomunal vehículo aéreo. Ocurre que éste y otros dirigibles, orgullo de la ingeniería alemana, eran utilizados por Adolf Hitler como marquesinas para la propaganda del fascismo. “Es penoso comprobar que el Graf Zeppelin, expresión del ingenio mecánico y científico de un gran pueblo, vea restado el brillo de su misión como mensajero de paz y concordia para transformarse en embajador de la barbarie nazi”, expresó Crítica la misma noche de su visita. El tiempo le dio la razón al diario de Natalio Botana.
Pasaron 84 años y el predio de Coghlan, que fue testigo privilegiado del paso de la aeronave, tuvo varios cambios: en los años 50 Sedalana pasó a ser “Telesud”, empresa que produjo los televisores Zenith. Años más tarde llegó Carrefour y desde el año pasado el lugar permanece abandonado. “Pero nadie, absolutamente nadie, podrá olvidar la enorme sombra que proyectó sobre el barrio la imponente silueta del Graf Zeppelin y los secretos que se llevaron a la tumba aquellos alemanes”, agrega García.
M. G.
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