viernes, 13 de julio de 2018

LA OPINIÓN DE MARCELO LONGOBARDI

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MARCELO LONGOBARDI
La palabra diagnóstico incluye la palabra ‘gnosis’, que es conocimiento. El diagnóstico sirve para conocer qué es lo que pasa en una determina situación.
Y como siempre ocurre, y me parece natural, los argentinos tenemos una pila de diagnósticos sobre qué es lo que ha pasado en la Argentina en los últimos tiempos, especialmente del 25 de abril para acá; exactamente tres días después de un extraordinario artículo de Jaime Durán Barba respecto del momento argentino. Digo extraordinario por lo extraordinariamente delirante.
El señor Durán Barba está internado en este momento con una cuestión de salud. Esto no es una cuestión personal. Este artículo ya fue comentado acá y lo vamos a repasar en algún momento de este comentario.
Entre los diagnósticos que los argentinos tenemos en los últimos tiempos, que hay cuatro, se ha sumado ayer un quinto, que agregó el propio presidente Macri en un discurso que dio en Chaco.
Inicialmente el Gobierno planteó que estábamos en presencia de una crisis financiera producto de una suba de la tasa de interés en Estados Unidos y de la derivación más visible, que fue el corte del crédito para la Argentina.
Sobre ese punto reaccionó el señor Caputo, que tuvo una reacción apropiada porque era su rol. Él tenía que ocuparse de ese tema.
Desde el punto de vista quedó como que el Gobierno se enfocó en que el tema era una cuestión financiera. Al punto tal que las palabras más utilizadas en los medios de comunicación en los últimos días son Letes, Lebac, dólar futuro, etcétera.
Un segundo diagnóstico de la oposición, sobre todo del peronismo más radicalizado, planteó que esto era en realidad una derivación de la ideología del Gobierno. Y que este era el resultado de una acción deliberada de parte de un Gobierno de ricos, que gobierna para ricos y que endeuda a los argentinos para llevarse la plata.
Después ha habido pila de diagnósticos de economistas planteando que esto era finalmente algún tipo de crisis macroeconómica. Algunos poniendo más el énfasis en aspectos fiscales, otros en aspectos comerciales.
Después hemos escuchado últimamente algunos diagnósticos clásicos de la Argentina relacionados con la conspiración. Es decir, que lo que hay acá es algo más sofisticado que el Club del Helicóptero y que hay personas y sectores que quieren voltear al Gobierno. Lo ha manifestado la Doctora Carrió en un discurso bastante estrafalario sobre estos seis supuestos empresarios que quieren voltear al Gobierno. Y agregó la solución al problema: la propina, como un procedimiento de compensar la crisis social derivada de cuestiones de carácter financiero.
Sobre estos cuatro asuntos hemos discutido los argentinos en las últimas semanas.
El presidente Macri ayer sumó una quinta interpretación, tal vez con un tono un poco quejoso, que incluyó hasta inclusive a los medios en el problema argentino.
A mí me parece que pasa algo muy distinto a todo esto. Quisiera aportarles mi propia impresión. Yo diría que es una crisis que está transcurriendo en el territorio financiero pero que tiene otro origen.
Las cosas transcurren en lo financiero porque el ámbito financiero es el ámbito en el que más velozmente se expresa una crisis.
Está transcurriendo en el ámbito financiero como consecuencia de que es el ámbito donde hoy en día se disparan las crisis por su velocidad, y que tiene derivaciones de todo tipo. Pero que tiene un origen estrictamente político.
En los diagnósticos previos, sacando alguna sugerencia de Macri en este último discurso, la cuestión política está poco menos que fuera de la discusión.
Yo le diría al presidente sobre este discurso de ayer que lo escuché el otro día en privado en una conversación alucinante el ex presidente Rodríguez Zapatero, que pasó un momento muy complicado y muy parecido al de Macri en 2010 y que tuvo que tomar decisiones dramáticas respecto de la economía española.
Me dijo: ‘Mire, los presidentes no se quejan‘.
Me parece muy importante volver al 2016 para entender lo que está pasando hoy. Vamos a encontrar que en abril de 2016 y octubre de 2017 el Gobierno del presidente Macri detuvo el proceso de reformas.
Tal vez continuó un proceso no muy visible de mejoras en la administración, en los trámites. Pero el proceso de reformas estructurales de Argentina fue detenido bajo diversos argumentos.
Que había limitaciones políticas, que había una sensibilidad social muy especial, que la herencia era demasiado pesada y que iba a llevar mucho tiempo.
De esta detención del proceso de reformas que se registró claramente en abril de 2016, luego de las primeras medidas del presidente Macri, que fueron bastante espectaculares.
En abril de 2016 fue la primera de las cuatro caídas significativas que tuvo Macri en las encuestas entre aquel momento y este, que se registró efectivamente con 8 puntos de caída.
Hubo cuatro. La segunda ocurrió en febrero de 2017, con el famoso tema del Correo. Después vino en diciembre de 2017 una caída de 8 puntos con la reforma previsional. Y en mayo de 2018, cuando ya había arrancado la crisis, cayó 9 puntos.
En ese momento, en abril de 2016, el Gobierno sustituyó el proceso de reformas por el volver a poner sobre la mesa la confrontación con la señora de Kirchner.
Se argumentó, tanto en público como en privado, que para emprender el proceso de reformas que la gente había votado hacía falta ganar las elecciones de 2017. Y una vez despejadas las restricciones políticas, ahí sí efectivamente íbamos a ver al verdadero Macri actuar con las manos libres.
Efectivamente eso ocurrió y el Gobierno ganó las elecciones de manera mucho más contundente de la que todos preveíamos. Ganó en 6 de las 7 provincias más electoralmente pesadas de Argentina, con excepción de Tucumán. Fue una paliza descomunal la que el Gobierno le aplicó al peronismo.
Me resulta que colocar un proceso de reformas ambicioso, complicado e inclusive muy costoso en un período político que arranca en una elección de medio término y culmina en la elección presidencial es de un enorme riesgo.
Ciertamente los actores económicos en términos generales entendimos que finalmente estas restricciones políticas que el Gobierno había argumentado que existían para detener las reformas se habían despejado.
Es más, y por tercera vez el Gobierno había liquidado al peronismo. Lo había hecho de manera casi contundente en la elección presidencial del 2015, lo hizo cuando ocurrió el caso del señor López y ocurre por tercera vez cuando el Gobierno gana del modo en que gana las elecciones de medio término del año pasado.
Cuando el presidente Macri gana las elecciones, el país esperaba efectivamente un programa de medidas ambicioso y que el presidente estuviera a la altura de una situación muy complicada que requería de cambios profundos.
El presidente convirtió su triunfo electoral en cinco proyectos de ley, de los cuales tres nunca se trataron. Uno nunca se entendió de qué estuvimos discutiendo y el quinto fue un caos porque quedó fuera de contexto.
La reforma judicial nunca se trató. La reforma política ni siquiera nos acordamos que existía. La reforma laboral la paró el hijo de Moyano con un acto de patoterismo inaceptable. La reforma tributaria fue una cosa completamente incomprensible. Y en ese contexto, queda completamente aislada la reforma previsional.
Lo que ocurre en diciembre, en conjunto con esta equivocación fenomenal que fue la modificación de las metas de inflación, fue que el Gobierno entra en un problema y vuelve a caer en las encuestas después de un triunfo electoral.
Desde el punto de vista político, la situación de Macri era envidiada hasta por el mismísimo Donald Trump.
El Gobierno traduce su triunfo en unas leyes poco ambiciosas, ciertamente incomprensibles, algunas complicadas y muchas de ellas no tratadas. E incomprensiblemente el Gobierno vuelve con el argumento de las restricciones políticas.
A mí me resultó un diagnóstico del Gobierno muy raro. Pero volvimos al hecho de que todo es muy complicado, que la sociedad tiene que entender, que la oposición no sé qué cosa y ahora hasta incluimos a los medios de comunicación.
Hubo una brecha entre lo que se esperaba del Gobierno y lo que finalmente terminó ocurriendo, que fue una cosa lavada.
El presidente salta de esta agenda difusa en materia económica al 1 de marzo, cuando en el Congreso anuncia una agenda de género que me pareció fenomenal y moderna.
Y al mismo tiempo que el Gobierno sustituye su programa de reformas económicas por una agenda de género en un discurso parlamentario de muy bajo nivel, más por debajo de la superficie el Gobierno dice que el ‘plan Dujovne’ va a confluir en 2019 y por lo tanto vamos a adelantar los términos electorales.
Las reformas ambiciosas que la Argentina espera y para las cuales la ciudadanía votó al presidente Macri deberán ser de algún modo postergadas para el 2019, cuando esta vez sí el Gobierno gana las elecciones. Ahí se acaban las restricciones políticas y efectivamente veremos al verdadero Mauricio Macri.
A este cuadro de cosas que estoy describiendo en el plano de la historia reciente le faltaban cinco detonantes, que por lo general ocurre en el plano financiero.
Los detonantes fueron algunos de los que el presidente reconoció ayer en su discurso, que son ciertos.
Subió la tasa de interés, cosa que el Gobierno sabía desde febrero pasado. Y por supuesto la sequía, que no es responsabilidad del Gobierno y que influyó.
Pero pasaron otras cosas que terminaron de componer una escena de detonantes. ¿Por qué en el caso argentino los problemas han sido mucho más visibles y mucho más impactantes?
Porque además de la tasa de interés, de la sequía y del corte del crédito, ocurrió que el peronismo dejó de estar liquidado y que entendió que con independencia de sus fracturas internas tiene una oportunidad de vencer al presidente Macri en las próximas elecciones.
Y por lo tanto, las alternativas de acuerdos profundos con un partido que estaba en el horno dejan de estarlo en la cartera de posibilidades.
Hay que sumarle además el ‘efecto Cornejo’. La propia coalición legislativa del Gobierno desafiando al presidente Macri, con un presidente mudo, con los disparates que dijeron sobre la economía los señores Cornejo y Carrió.
La salida de Monzó y su vuelta. ¿En qué quedó el caso del señor Monzó?
Luego aparecieron otros detonantes. Quedó bajo debate muy profundo el mecanismo del presidente para manejar la crisis.
El gabinete ampliado o reducido, coordinado o no.
Me acuerdo el día cuando apareció Dujovne como ministro coordinador de la baja del gasto público. En la foto aparece rodeado de un montón de ministros coordinados con él junto con los señores Quintana y Lopetegui.
No hay nada más interesante para entender un cuadro de cosas que un imagen. Son mucho más elocuentes que los artículos y focus groups.
Ustedes recuerdan cuando Dujovne aparece al frente en aquella reunión. Y aparece ahí rodeado de un sector del Gobierno que está bajo cuestionamiento, que es la Jefatura de Gabinete.
Han sido un conjunto de detonantes simultáneos, muchos de los cuales tienen que ver con el formato político del Gobierno, que contribuyeron a detonar una crisis que se ha expresado de manera elocuente a partir del 25 de abril y que estamos lejos de haber cerrado.
Me parece que en esencia lo que estamos viendo es una crisis que está originada en la interpretación que el propio Gobierno hizo de sí mismo y de su propio rol histórico, luego de haber ganado de manera contundente dos elecciones contra el peronismo y de haber puesto al peronismo contra la pared con casos de corrupción nunca vistos en el mundo moderno.
Acá ha habido una interpretación muy equivocada del Gobierno de su propio papel en la historia. Y el presidente Macri sin quererlo ayer lo expresó de un modo muy elocuente.
Dos o tres días antes de la crisis, Jaime Durán Barba explicaba en un artículo muy interesante cómo se debe manejar.
¿Qué está pasando hoy en el Gobierno? El presidente ha emprendido cambios por fuera del núcleo, que está intacto.
El presidente hace cambios que parecen cambios pero no lo son. El cambio de ministros ha ratificado el mecanismo del presidente, que tiene un gabinete muy amplio, muy desdibujado, con gente que tiene muy poco nivel de autonomía y que hoy en día carecen de credibilidad.
El núcleo central consiste en suponer en que la crisis es una crisis compartida, cuya responsabilidad central está en el peronismo y hasta en los periodistas. Y que finalmente será a partir del 15 de septiembre, cuando el presupuesto nacional deberá ser votado, Argentina va a mostrar que es un país muy serio y que por lo tanto las variables económicas se van a ordenar.
Me parece que hay una crisis con el rol del presidente, con su papel en la historia y con el propio diagnóstico que el presidente y su gente han hecho de sí mismos.
No tengo la menor duda de que el presidente optaba por anunciar un proyecto de reformas más ambicioso e inclusive doloroso. Hoy estamos en otro país.
Me acordaba de una imagen que hoy me resulta muy elocuente y muy potente para entender lo que nos pasa hoy.
El presidente Macri asumió el día 10 de diciembre del año 2015, en una escena muy fuerte. La señora de Kirchner no asistió a una conexión con el presidente entrante, fue una escena muy lamentable.
Pero de algún modo Macri apareció como un presidente muy potente, muy angelado y rodeado de una serie de valores muy impactantes.
Recuerdo mucho una escena: aquella imagen del presidente Macri yendo con una camioneta blanca con el techo abierto desde el Congreso hasta la Plaza de Mayo. Parecía Kennedy. ¿Se acuerdan?
Era una escena muy fuerte que mostraba a un presidente joven, rodeado de gente nueva, en el simple hecho de recorrer la Avenida de Mayo de contramano camino a la Casa Rosada, saludando a gente por el techo. Era una imagen fuertísima.
El presidente Macri llega a la Casa de Gobierno, sube al balcón y se pone a bailar. Vuelvan a eso hoy y mírenlo. Me parece que ahí tenemos que entender el origen político de esta crisis.
Escuchando al presidente Macri ayer en su discurso, que en algún tramo tiene razón, me acordé de Rodríguez Zapatero, que tuvo que enfrentar en el año 2010 una situación muy complicada y parecida a esta.
Yo le pregunté privadamente cómo él vivió ese momento. Y él me dijo: “Mire Marcelo, los presidentes no se quejan“.

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