domingo, 14 de mayo de 2017
HISTORIAS DE BUENOS AIRES
De todas las exposiciones que se realizaron en Buenos Aires en 1910, la de ferrocarriles y transportes terrestres fue la más concurrida; superó incluso tres muy promocionadas: la de bellas artes, la de agricultura y ganadería, y la de industria.
La muestra ocupó el terreno conocido con el nombre de Cuarteles de Maldonado, emplazado entre las avenidas Santa Fe, Gütenberg (hoy Luis María Campos), Dorrego, Cerviño e Intendente Bullrich, nombre que recibió la calle que bordeaba el arroyo Maldonado una semana antes de la inauguración de la expo, un muy frío 17 de julio. Ese día, asistieron el presidente José Figueroa Alcorta y el intendente Manuel Güiraldes, además de ministros y embajadores. Recibió muchos elogios el parque creado por el paisajista Carlos Thays.
En ese tiempo, los cuarteles de Maldonado eran la sede provisoria del Regimiento de Granaderos a Caballo, quienes lo ocupaban a la espera de que se terminara la construcción de su cuartel, a pocas cuadras, en la futura Luis María Campos.
Luego de la exposición, en 1911, el terreno fue ocupado por el Regimiento de Patricios, que se trasladó desde Campo de Mayo.
De todos los pabellones que se construyeron para la ocasión (incluso hubo uno diseñado por Mario Palanti, el arquitecto del Palacio Barolo), sólo sobrevivió el de fiestas, correos y telégrafos.
¿Cuáles fueron los objetos más visitados de la exposición? El primer automóvil, que se introdujo al país en 1895; el primer carro de tranvía que circuló por el barrio de Belgrano, y un modernísimo coche presidencial -para trocha ancha- que nos regaló una compañía británica. Alfombrado en color verde, sólo el salón del coche presidencial medía cinco metros y tenía una vista exclusiva, con amplios ventanales muy aprovechables, ya que estaba diseñado para ser el vagón de cola de la formación.
La dorada cama destinada al presidente tenía el Escudo Nacional en la cabecera.
También las nuevas bicicletas y un espléndido coche comedor del Ferrocarril Central Córdoba eran observados con admiración.
Tanta concurrencia terminó provocando trastornos. Los fines de semana era caótico viajar en tren o tranvía nada menos que a la exposición de transporte. Para los chicos, en cambio, era un viaje feliz: allí se vendió, por primera vez en el país, el algodón comestible con azúcar.
D. B.
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