miércoles, 25 de octubre de 2017

LECTURA RECOMENDADA


La biblioteca de los libros rechazados, de David Foenkinos
Un thriller con guiños literarios


En 1971, el escritor norteamericano Richard Brautigan publicó la novela The Abortion, protagonizada por un bibliotecario que trabaja en "una biblioteca que acepta todos los libros que han rechazado las editoriales". En 1984, Brautigan puso fin a su vida, en parte, debido a su imposibilidad de soportar el fracaso de su obra. En 1990, un lector creó, para rendirle homenaje, una biblioteca de libros rechazados, The Brautigan Library, actualmente en Washington, que alberga a todos los libros huérfanos de editorial.
De este hecho real se vale David Foenkinos (París, 1974) en La biblioteca de los libros rechazados. La ficción comienza cuando, en 1992, el bibliotecario Jean-Pierre Gourvec, al enterarse de la existencia de The Brautigan Library, replica en Crozon, Bretaña, la versión francesa de esa colección de obras inéditas.
De vacaciones en Crozon, donde vive su familia, Delphine, una ambiciosa editora, decide, junto con su pareja, Frédéric, un escritor fracasado, visitar la extraña biblioteca. En medio de todos los manuscritos, encuentra una novela que de inmediato detecta como su próximo gran éxito editorial: Las últimas horas de una historia de amor. Delphine descubre que fue escrita por Henri Pick, dueño de una pizzería que, según afirmaciones de su viuda, no sólo jamás leyó un solo libro, sino que tampoco escribió una sola línea.
Delphine no se equivoca: Las últimas horas de una historia de amor se convierte en un best seller, en gran medida motorizado por las misteriosas circunstancias en que fue concebido y por los rechazos que se supone había padecido. Todos estos enigmas despiertan sospechas en Jean-Michel Rouche, un crítico literario ya hace tiempo expulsado del paraíso del mundillo literario, que duda del relato sobre el origen de este libro y se obsesiona con descubrir la verdad.
La biblioteca de los libros rechazados es una novela que habla de otra novela. Y esta metaliteratura está presente en forma explícita tanto a través de los enunciados del narrador ("A las obras maestras las acompaña con frecuencia una novela de la novela") como de las propias palabras de los personajes. Hay críticas sobre otros libros, como Sumisión, de Michel Houellebecq: "Es muy inferior a todo lo demás que ha escrito. [.] No hay argumento". Y también referencias a famosos escritores: el caso de Marcel Proust, que tuvo que pagar la publicación de su obra, rechazada nada menos que por André Gide. Todo está condimentado con humor e ironía sobre la incidencia de las editoriales, el marketing y la crítica literaria en el éxito o fracaso de un libro.
Un gran logro de Foenkinos es que la aparición de la metaliteratura no resulte ni artificiosa, ni invasiva, ni didáctica. Por el contrario, se suma a la historia que se cuenta y a los personajes que la protagonizan con tanta naturalidad que enriquece de manera equilibrada el thriller en torno al misterio de Henri Pick y su obra (el título original de la novela en francés, de hecho, es Le mystère Henri Pick).
El hallazgo de la joya literaria de Pick, "Las últimas horas de una historia de amor", propulsa el relato y, de una u otra manera, atraviesa la vida de todos los personajes -desde bibliotecarios, autores, editores, críticos literarios hasta una vendedora de lencería y una viuda-, ya que se genera una convulsión en sus existencias y en los vínculos que se establecen entre ellos. Sátira mediante, los hilos de sus vidas se van entrelazando con ternura hasta confluir el plano personal con el plano literario en un cierre pícaro y ocurrente.
"La sociedad actual valora mucho más la forma que el fondo" pretende demostrar uno de los personajes. Al menos, en La biblioteca de los libros rechazados, forma y fondo se complementan y acompañan exquisitamente.
LA BIBLIOTECA DE LOS LIBROS RECHAZADOS
Por David Foenkinos
Alfaguara. Trad.: M. T. Gallego Urrutia y A. García Gallego. 290 págs., $ 369

M. J. M. 



El hombre que duerme a mi lado, de Santiago Loza
El imán de una voz femeninara


Para un escritor quizá no haya desafío mayor que el de hallar una voz. No un "estilo", esa palabra tramposa y ambivalente que en ocasiones no es más que un vicio, sino la voz interna de cada texto, el tamiz a través del cual se cuenta una historia y que toma cuerpo en esa convención que se da en llamar narrador.
No hay duda de que Santiago Loza (Córdoba, 1971), dramaturgo y cineasta de prolífico y fértil recorrido -entre otras, dirigió las películas Extraño, Rosa Patria y La invención de la carne, y escribió obras teatrales como Nada del amor me produce envidia, Matar cansa o El mal de la montaña-, encontró en esta novela una voz personal, acaso el motor o imán protagónico del texto, mucho más allá del mérito obvio de darle vida con solidez, en primera persona, a una intérprete femenina.
Nelly, la narradora principal de El hombre que duerme a mi lado, es un volcán en constante erupción, una voz que posee una fuerza implosiva capaz de sostener la acción desde la intensa amenaza que representa esa ferocidad apagada. ¿Hasta dónde es posible, se pregunta el lector, que ese odio no estalle, que no asome a la superficie?
La mayoría de los capítulos están narrados por Nelly, la madre que se muda a la Capital para vivir con su hijo a partir de ciertos achaques imprecisos pero propios de la edad. El hijo, Mauro, vive con Daniel, su pareja desde hace un tiempo, alguien que deslumbra a Nelly y que no sólo la atiende, sino que la complace en todos sus caprichos. A los ojos de Nelly, Daniel es la antítesis de Mauro, "el carcelero disfrazado de hijo" al que nunca pudo acercarse, una relación en la que cualquier gesto de afecto es signo de incomodidad. Nelly tiene poco y nada para hacer, excepto quejarse para sí misma de las desgracias que le han tocado en suerte, y en las horas de trabajo de Mauro entabla con Daniel un vínculo que de tan blanco se vuelve vacío y en sí mismo amenazante, como si esa nada fuese un inadvertido campo minado. Es notable, a propósito de los soliloquios internos de Nelly, cómo Loza instala lo siniestro progresivamente, sin abandonar jamás un registro que incluye notas humorísticas a cada paso y que en ese desplazamiento o vaivén descubre su principal singularidad.
El relato de Nelly se entrelaza con escenas de diálogo -a veces menos efectivas, otras algo costumbristas- y con los indispensables capítulos en los que Mauro, tiempo después, se entrevista con un psicólogo y habla de la relación con Daniel en pasado, lo que actúa como un eficaz anzuelo. Sin embargo, la promesa central del texto deriva de la voz de Nelly, el arma que utiliza Loza para ir desplegando la trama, es decir, la conexión entre presente y pasado que en la mente de esa mujer enferma -mucho más allá de su fragilidad corporal- es cada vez más confusa y violenta. Nelly dialoga con la muerte a cada momento, y la vida entera no es para ella más que un cúmulo de amenazas. En rigor, parece instalada en el lugar de la derrota. Desde allí despotrica contra casi todo, hace cuentas, pasa facturas, y así también recuerda ciertos hechos de su vida con amargura. La mayor parte de esos tragos insalubres atraviesa la relación con Mauro, y cuando se cuela algún atisbo de felicidad nunca llega solo. "Por suerte apareció Daniel y mi nene se inclinó para el mismo sexo y la vida se puso de lo más tranquila", rememora, y esa tranquilidad, aunque nada la aburra más que su hijo, sólo deriva de la falta de competencia que sí hubiese implicado la presencia de una nuera. Si en algún momento piensa en Mauro con un sentimiento que se parezca al amor, es sólo a través de la culpa: acaba de imaginarlo muerto, y de verse viviendo plácidamente con Daniel por el resto de sus días.
Aunque al final el argumento se torne algo pirotécnico -la novela venía reclamando un giro, de todos modos-, El hombre que duerme a mi lado funciona en esencia a partir de la tensión entre la historia y el lenguaje, y dentro de éste de la cadencia inconstante, sincopada, que Loza elige para transmitir con habilidad los devaneos de una conciencia que ya no puede consigo misma.

El hombre que duerme a mi lado
Por Santiago Loza
Tusquets. 176 págs., $ 269

J. M. B.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.