sábado, 21 de octubre de 2017

TECNOLOGÍA....SNAPCHAT


Nadie lo esperaba: ahora se estancó Snapchat
Presentó sus resultados y ardió Troya. En un año sólo ganó 44 millones de usuarios. Facebook sumó 284 millones
Solemos creer que las tecnologías digitales son volátiles, que aparecen y desaparecen con una rapidez tan frenética que no podemos seguirles el paso. Hay algo de cierto en eso, pero nada como la mudable fortuna de las estrellas de Internet.
No, no hablo de los youtubers. Bueno, no sólo. Me refiero a lo que ocurrió el miércoles, cuando Snapchat , hasta entonces la nueva promesa del arduo Top 5 de las redes sociales, vio derrumbarse su valor de mercado en casi 6000 millones de dólares.

¿La razón? Presentó sus primeros resultados desde que salió a la bolsa, el 2 de marzo, y fueron catastróficos. En un año logró sumar escasos 44 millones de usuarios (pasó de 122 a 166 millones). Por comparación, en un período equivalente (más corto, en rigor), Instagram ganó 200 millones de usuarios. Facebook, que se suponía que era el lugar del que huían despavoridos los millennials para refugiarse en Snapchat, sumó 284 millones. Al único que le ha ido peor es a Twitter, cuyo número de usuarios sólo creció 28 millones en un año.
Wall Street no reaccionó bien, aunque no todos los analistas han perdido la fe en el servicio de las fotos etéreas. Algunos argumentan que Facebook también vio desplomarse el valor de su acción al principio, y a la larga pasó de los 26,6 dólares iniciales a los casi 150 de hoy. A este punto de vista se le contrapone el que toma no ya a Facebook como parámetro, sino a Twitter. En este caso también hubo turbulencia al principio, y luego todo empeoró. La acción del pajarito azul pasó de algo más de 40 dólares en su salida a la bolsa a menos de 20 hoy.
En mi opinión, la frase clave aquí es "a la larga". ¿Existe tal cosa en el caso de Snap Inc. y su hasta hace horas su (supuestamente) popularísimo servicio?
Paciencia
Todo emprendimiento, especialmente los relacionados con Internet, desde Amazon para acá, atraviesan un período relativamente largo sin ganar dinero; sin ser rentables, para ser exactos. Esto es un hecho. Pero es sólo la mitad de la verdad.
Google arrancó perdiendo dinero porque su buscador era fantástico, pero no tenían ni la menor idea de cómo monetizarlo. Hasta que descubrieron que el sitio GoTo.com (que luego compraría Yahoo!) vendía avisos relacionados con las búsquedas, y tomaron prestada la idea. Nació así AdWords, una de las mayores fábricas de dinero de la historia de Internet. En 2004, Google iba a tener que pagar 2,7 millones de acciones ordinarias a Yahoo! por el derecho a seguir usando de forma perpetua la idea GoTo.com. Pero, en la práctica, cuando el buscador salió a la bolsa, ya tenía bien aceitado su modelo de negocios.
Otro tanto puede decirse de todas las tecnológicas en el momento de salir a la bolsa. Microsoft la hizo en 1986, cuando ya se había quedado con todo el negocio de la computación personal. Otro tanto puede decirse de eBay y Amazon, con las particularidades de cada caso. En general, los inversores, incluso los de riesgo, prefieren no apostar a una nube de humo.
La excepción fue la burbuja puntocom, una palabra mágica que encandiló a los inversores y les hizo violar una máxima milenaria: no pongas dinero si no te pueden explicar en dos líneas cómo van a ganar dinero.
Los resultados fueron desastrosos. Pero Amazon, para volver a poner el ejemplo de este pionero, sobrevivió precisamente porque tenía claro de dónde provenían sus ingresos. Desde el día 1 se había planteado como una tienda online. Si Jeff Bezos empezó vendiendo libros fue porque esos productos soportaban mejor el traslado. Su idea original había sido arrancar como una disquería.
Sin embargo, aquella máxima ha cambiado sutilmente desde la salida a bolsa de Facebook. La red social hizo su primera oferta pública de acciones sin tener en marcha un mecanismo sólido para producir dinero. Lo mismo ocurrió con Twitter y con Snapchat. Esperaban basar su negocio en la venta de publicidad. Amasando toneladas de datos sobre los intereses de sus miembros, las redes sociales, teóricamente, podrían incluso superar a Google, que empezaba a tener un cierto tufillo a la vieja Web.
Pero no resultó tan sencillo. A Facebook, la más opulenta, le llevó 2 años recuperar el precio inicial de su acción. Twitter lo consiguió por períodos, pero ahora lleva dos años por debajo de ese valor. Snapchat nunca lo consiguió; también es cierto que tampoco tuvo tiempo. Ahí es donde entra el sutil cambio en la estrategia de los inversores.
Sin una entrada de dinero asegurada, con balances que iban a dar sistemáticamente mal durante un período bastante largo, el único indicador con que contaban los accionistas para seguir apostando por esas compañías era el número de usuarios activos. Esa es la razón por la que Mark Zuckerberg, que ha probado no sólo su astucia, sino también su capacidad de correr riesgos inmensos, desembolsó 22.000 millones de dólares por WhatsApp. Ese monto es casi el valor de mercado que alcanzó Snapchat en su primer día en el mercado público de acciones de Nueva York.
Por idénticos motivos Facebook compró Instagram, una app de fotos que no parecía gran cosa, y que, sin embargo, ya tiene casi el doble de usuarios que Twitter.
Snap Inc. ha fallado en casi lo único que se aguardaba de su servicio, en un entorno en el que todas las redes sociales empezaban a estancarse: un crecimiento meteórico.
La joyería y el bazar
Pero hay todavía otros dos factores para que a Facebook le haya ido tan bien. Primero, tenía más paño para cortar. La Línea de Tiempo de Twitter es un corredor estrecho donde hay poco margen de maniobra. Para peor, el núcleo duro de Twitter no quiere saber nada con que la Línea de Tiempo se parezca a Facebook. Así que la red del pajarito, pese a su enorme influencia política, está en un atolladero.
Pues bien, a Snapchat le ocurre lo mismo. Su espectro de posibilidades es muy limitado. Facebook es un bazar. Snapchat y Twitter son joyerías. La analogía no es mía. Se inspira en el genial ensayo de Eric Raymond, La catedral y el bazar.
Millennials en el freezer
El segundo factor es este temita de la edad. Siempre se sostuvo que el hecho de que papá, mamá y los tíos estuvieran en Facebook constituía una debilidad de la red social fundada por Zuckerberg, porque las nuevas generaciones preferirían otros servicios. Para diferenciarse, se entiende. Por ejemplo, Snapchat. Pero hay un sutil error en este razonamiento. Tarde o temprano toda nueva generación se convierte en papá, mamá y tíos.
No obstante, siempre se vinculó la fortaleza de Snapchat con este éxodo. No había pruebas fidedignas. Pero aun si tal fuera el caso, el planteo incuba un problema adicional: en el tiempo que a estas compañías les lleva consolidarse y empezar a ganar dinero los chicos pasan de la adolescencia a la universidad o, en algunos casos, a la boda. A MercadoLibre le llevó siete años volverse rentable.
Entre tanto, Facebook, si mantiene su rumbo actual, seguirá recibiendo usuarios, sencillamente porque ahí están sus pares. Los hechos están empezando a demostrar que el argumento de que una red social (o cualquier otro emprendimiento) va a tener éxito sólo porque es para las nuevas generaciones podría tener más bien el efecto ropa de bebe. Los chicos crecen rápido, se sabe.
Que alguien me explique esto
A pesar de lo que se suele decir, el pecado capital de Twuitter no es el nivel de agresión que se vive en la Línea de Tiempo. Es su hermetismo. Twitter es críptico. Es para una élite. Exactamente lo mismo que ocurre con Snapchat. De hecho, Evan Spiegel (supuestamente) dijo en 2015 que Snapchat era sólo para gente rica y que por eso no les interesaba operar ni en India ni en España.
Aparte esta gafe, que la compañía oportunamente negó, ¿cuántas veces hemos oído la frase "No entiendo Snapchat"? Tres o cuatro millones, mínimo. El razonamiento continúa de este modo: puesto que los adultos no entienden nada de tecnología y los chicos sí, y puesto que los chicos entienden Snapchat y los adultos, no, entonces la red del fantasmita es el futuro. La pila de falacias de esta lógica llega hasta el techo.
En todo caso, la innovación es el futuro -siempre lo ha sido, en este negocio-, y Snapchat lo fue sobradamente. Hay un sólo inconveniente. Nada le impidió a Facebook (más Instagram y WhatsApp) y a Twitter ser también innovadores, incluso copiando algunas de las mejores ideas de Snapchat. Fue lo que ocurrió, reduciendo todavía más el interés del público masivo por migrar (léase, tener que aprender todo de nuevo) a Snapchat.
Masivo


Todavía otro ingrediente podría explicar el sorpresivo estancamiento de Snapchat: los titulares. Si es cierto, como se sostiene, que los usuarios de Snapchat buscan el circuito off de las redes sociales, entonces la vasta cobertura periodística que recibió el servicio, sumada a su reciente oferta pública de acciones, sacó a la red social del ámbito rebelde y la colocó en la misma categoría que Facebook y Twitter. Justo el lugar en el que no le conviene estar.
Tengo cierta debilidad por Snapchat, lo admito. Me parece una idea brillante, novedosa, a tono con la forma en que se comunican (no los más jóvenes, sino) las personas cuando son jóvenes. Es más: tengo la sensación de que el problema no es Snapchat, de la misma forma en que el problema de Twitter no es Twitter. Creo más bien que hay cotas, techos operacionales. Es de esperarse que el bazar siga sumando usuarios de a casi 300 millones por año. Pero no hemos visto nunca joyerías abarrotadas. Quizá, pese a Wall Street, es lo que podría estar ocurriendo con la hasta hace poco niña mimada de la Red. Que es para pocos.

A. T.

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