"Es muy loco ver nuestro recreo. Ves a un alumno hablando solo, a otro babeando y a uno que se hizo pis. Ves a otro que todavía no se hizo a la escuela y está viendo si se puede robar algo. Hay de todo. Hay que trabajar y mucho, pero todo fluye." Silvana Corso no esquiva describir las dificultades cotidianas de la escuela secundaria inclusiva porteña que dirige hace 10 años y de la que forma parte desde 1993.
Magíster en Inclusión Educativa y Trastornos del Aprendizaje por la Universidad Central de Chile, especialista en Gestión Escolar y Trastornos del Lenguaje, estuvo muy cerca de conquistar el Global Teacher Prize 2017, considerado el premio Nobel a la educación, creado en 2015 por la Fundación Varkey. Este año integró el exclusivo club de los mejores 40 docentes finalistas entre los 20.000 que se postularon de 179 países.
Nadie sabe qué hubiera hecho con el millón de dólares que le habría correspondido si ganaba. Pero es muy probable que una parte la hubiera destinado a la Escuela Rumania, de Porcel de Peralta 1437, de Villa Real, más conocida como "la escuela de los chicos de Fuerte Apache". Es que todo el turno tarde proviene del barrio Ejército de los Andes, que queda a unas 20 cuadras de allí, del otro lado de la General Paz.
Las escenas del recreo no son las únicas impactantes. Aunque hace casi 10 años que se iniciaron gestiones ante las autoridades porteñas para que se instale un ascensor, todavía se sube a pulso a más de un estudiante con discapacidad al primer piso, donde funcionan buena parte de las aulas. "Hace cinco años se comenzaron las obras, pero quedaron a la mitad. Nos quedó el pozo y el hueco, que lo tapamos con un mural que parece las cuevas de Altamira, pero es de cartón", dice Corso, sentada ante una mesa enorme en la sala de dirección y de profesores, porque tampoco tiene ni despacho ni escritorio.
"El primer chico que ingresó con mi gestión, en 2008, tenía parálisis cerebral. Ya habían pasado dos o tres alumnos con discapacidad, pero no teníamos proyecto de aula inclusiva. Con mi gestión comenzamos el proyecto. En 2009, el padre de Luciano interpuso el primer recurso de amparo para tener un ascensor. Luciano ya está en la facultad, pero seguimos sin nada", relata Corso con una sencillez indescriptible. Ayer, ante la consulta, voceros de la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, no supieron informar por qué todavía no se instaló el ascensor.
En los 90, durante la gestión del intendente Carlos Grosso, se crearon ocho escuelas medias "en zonas estratégicas de la ciudad para devolver al sistema a alumnos que habían quedado afuera por sobreedad. Estuvieron pensadas para retener a los alumnos. Muchos eran expulsados de las escuelas medias privadas y otras más elitistas como las técnicas, que funcionan más como un embudo, y con algunas villas de Capital", explica Corso al marcar dos hitos en el cambio de rumbo.
El primero fue con la crisis socioeconómica de 2001: "Se empezó a poblar más con los chicos de Fuerte Apache. Hoy, el turno tarde es completo de Fuerte Apache".
El segundo fue en 2008, cuando asumió primero la vicedirección y luego la dirección. "La discapacidad me atravesó la vida. Yo propuse lo mío [el proyecto de aulas inclusivas] porque tuve una hija con discapacidad, que murió a los 9 años. Y tengo un nene de 13 que también va a una escuela con estas características."
"Los chicos que se juntan en esta escuela de alguna manera son excluidos. Pero nosotros no tenemos una mirada de lástima. Es lo que nos hace un proyecto exitoso en lo escolar. Muchos vienen golpeados de tantas cosas que, a veces, es menor la situación de un chico con discapacidad porque vive en una casa calentita y vienen a buscarlo en un auto. Es muy difícil poner la cabeza en la escuela y concentrarte cuando te viola tu viejo. Nosotros tenemos una escuela real, no una como estuvo pensada en los papeles", trata de explicar la diferencia entre los chicos "con discapacidad" y quienes viven en situaciones de marginalidad.
"Por mucho que hagamos, la realidad nos desborda. Más de una vez hay chicos durmiendo en la puerta del colegio. El gran problema de la escuela es el ausentismo. A veces a los chicos no los encontrás más. Este año ya mataron a tres hermanos. Desaparece una familia completa y no hace ningún trámite para que no los rastreen", relata.
El cuerpo pedagógico trabaja en equipo. "Piensan estrategias grupales e individuales, en recorridos especiales para cada chico. A nadie se le pone un presente si no viene a clase, porque es ilegal, pero lo que no hacemos es abandonarlos", explica Corso al destacar la importancia del espacio de capacitación y contención que tienen los docentes todos los miércoles por la noche. "En algunas escuelas ese espacio se usa para corregir, para hacer planificación o para preparar un acto. Nosotros lo usamos para muchas cosas. Tenemos invitados, buscamos información y materiales. Siempre pienso que tengo que convencer a los profesores, no imponerme", argumenta.
Quedar entre los seleccionados para el Global Teacher Prize le dio visibilidad por varias semanas. "No vuelvo a pasar por esta presión nunca más, pero estuvo bueno para instalar el tema. Aproveché el momento, pero para la escuela no pasó nada. En lo personal, ya era conocida en el medio y la única diferencia del año pasado con éste es que en enero ya tenía cubierto todo 2017 para dar capacitaciones en el interior", confiesa Corso. Y aclara tajante: "Mi aspiración es la supervisión porque es una carrera profesional y si llegás es por mérito propio. De ahí para arriba, todo es político, clientelista..."
"Lo que hago no es la idea de Corso, es la idea de una sociedad. Estoy haciendo todo lo que hago pensando en armar una red porque somos un montón de gente que estamos trabajando en educación inclusiva y somos desconocidos. Tendríamos que armar un congreso y mostrar lo que hacemos. Después que se lo quede el ministerio si quiere, mientras sea para ayudar a los chicos", concluye.
Silvana Corso
Directora de la escuela Rumania
"Muchos alumnos vienen golpeados de tantas cosas que, a veces, es menor el caso del chico con discapacidad porque vive en una casa calentita"
"Por mucho que hagamos, la realidad nos desborda. Más de una vez hay chicos durmiendo en la puerta del colegio. El problema es el ausentismo"
"La discapacidad me atravesó la vida. Yo propuse mi proyecto de aulas inclusivas porque tuve una hija con discapacidad, que murió a los 9 años. Y tengo un nene de 13 que también va a una escuela con estas características"
Vínculo cultural con Rumania
Los diplomáticos rumanos siempre tienen relación con la escuela. Invitan a actos oficiales a los docentes y asisten al acto de graduación. "La embajada siempre se portó muy bien. Siempre se hacen presentes en los actos de colación. Es hermoso porque nuestros chicos reciben al embajador, al delegado cultural o al cónsul. Y esa presencia enaltece a las familias, porque muchas veces el chico que egresa es el primero de la familia en terminar el secundario. Les entregan una distinción a los abanderados y a los primeros escoltas", explica Silvana Corso. ¿Por qué la escuela fue bautizada Rumania? No está tan clara la razón entre las autoridades escolares actuales, aunque en 1993, cuando se le impuso el nombre, coincidió con la visita de una figura política muy destacada de ese país. "Se hizo un gesto, como de hermandad, quizá con expectativas de un intercambio, pero para que eso pasara, en Rumania tendría que haberse creado una escuela que se llamase República Argentina, pero no sucedió", añade la directora de la escuela porteña.
"Además de venir a la escuela, siempre han invitado a los docentes a actos culturales y a las celebraciones por fechas patrias rumanas", señala Corso, y agrega: "Tiempo atrás hasta nos donaron pintura, en la actualidad están en crisis económica igual que todos y, entonces, nos envían un par de invitaciones que sorteamos para estar siempre presentes".
Chicas madres y alumnos sin padres, los grandes problemas
"Hay muchos bebes que se crían acá", dice la directora del colegio
El frente del edificio de la Escuela Rumania, en Villa Real, fue pintado por el gobierno porteño. Es azul, como todas las instituciones medias públicas de la ciudad; las primarias tienen sus fachadas verdes. Adentro, la escuela siempre estuvo arreglada por la comunidad.
El mural gigante del patio fue un regalo de Diego Corso, primo de la directora Silvana Corso, junto con un equipo artístico que se llama Familia Globo, para celebrar los 25 años de la escuela. Tuvieron el apoyo de la Casa de la Cultura de Chubut que le pagó el viaje al muralista porque vive en esa provincia.
En el patio hay grafitis hechos por los alumnos, que también se encargaron de pintar las aulas. "Los sábados hacemos una jornada familiar, pero sólo vienen los chicos. Hay muchas familias monoparentales, atravesadas por cuestiones muy complejas. Hay muchos chicos solos que tienen a cargo a sus hermanos", señala Corso.
También hay alumnas madres. "Ahora hay cuatro bebes. Acaba de nacer uno. Algunas alumnas se van al turno noche [a otra escuela] porque es muy complejo venir con el bebe. Hay muchos bebes que se crían acá", admite Corso y destaca la tarea de la vicedirectora, Analía Taboada, a la que bautiza como "la experta en los bebes", porque entre sus múltiples tareas cotidianas se encarga de llevar a los chicos "a la guardería que queda acá a la vuelta" y "le saca los turnos para que los revisen los pediatras porque las nenas no saben cómo desenvolverse".
Además de pintar el edificio o de atender a los hijos de los alumnos, Corso, el equipo pedagógico y la cooperadora buscan ayuda para seguir adelante con la escuela. "Yo no cobro por dar charlas, pero siempre ligo algo. El año pasado, con unas conferencias que brindé pudimos pagarle a la psicóloga y compramos un videorreproductor", enumera.
"Este año, con una conferencia que di, compramos libros. Y en las Jornadas de Educadores de Ledesma [que se hicieron el 30 de junio en el Centro Cultural Recoleta] nos dieron las viandas y los chicos comieron durante una semana", ejemplifica Corso que, justamente ante ese auditorio, fue aplaudida de pie por todas sus colegas.
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