Centro Cultural Borges, Viamonte esq. San Martín, lunes a sábado, de 10 a 21. Domingos y feriados, de 12 a 21.
Spilimbergo, en una muestra que revela la intimidad de una vida
Curada por uno de los nietos del pintor, propone una recorrida por más de 60 dibujos y grabados, además de objetos, que se exponen en "el templo" donde están sus famosos murales: las Galerías Pacífico
Lineo Enea Spilimbergo fue uno de los grandes maestros del arte argentino, pintor, muralista, grabador y litógrafo, formador de generaciones de artistas. Ayer se inauguró en el Centro Cultural Borges una exposición que le rinde homenaje, Spilimbergo dibujante, obra sobre papel, 1918-1964, un recorrido por su vida y su obra a través de más de 60 dibujos y grabados.
Muchas de estas piezas nunca fueron exhibidas y pertenecen a la colección privada de la familia del artista. Leonardo Enea Spilimbergo, uno de sus cinco nietos, estuvo a cargo de la selección del material y curaduría. Los dibujos en lápiz, tinta, carbonilla, pastel, y los grabados y monocopias están acompañados por documentos y fotos del artista, que permiten reconstruir su biografía, a través de sus años de formación en la Academia Nacional de Bellas Artes, el viaje de estudios a Europa, el contacto con la vanguardia, su trabajo como muralista y su recorrido por diferentes géneros (retrato, paisaje, dibujo erótico). "Fue uno de los muchachos de París en los años veinte, introductor de novedades formales y técnicas en la producción visual local, destacado por las instituciones oficiales y compañero de ruta de tantos emprendimientos que vincularon arte y política, especialmente en los años treinta", señala la historiadora Silvia Dolinko.
La del Borges es una muestra con obras personales y producciones en pequeño y mediano formato, que muestran su costado íntimo. Permiten admirar la maestría del artista que se mantuvo intacta del principio al fin: son tan magistrales sus primeros estudios académicos como los retratos en sanguina del final. "La gente piensa que Spilimbergo es otra cosa porque hay una gran circulación de obra apócrifa, falsos de mala calidad que desmerecen al artista", señala el nieto, que siempre había querido hacer una muestra en el "templo", como él llama a las Galerías Pacífico, donde suele venir a admirar los murales que pintó su abuelo.
Spilimbergo fue un prodigio al que sus maestros dieron por aprobados sus estudios en tres años en vez de cinco, y comenzó a ganar premios desde su temprana juventud. Tanto que el jurado quiso darle en 1931 el Gran Premio de Honor antes que el Primer Premio en el Salón Nacional. Ese año, el concurso quedó vacante, pero sus amigos organizaron una cena benéfica para comprarle la obra y donarla al Museo Nacional de Bellas Artes.
En las vitrinas, hay pistas para reconstruir su vida. Se ve la foto de cuando el gobierno argentino le regaló un Spilimbergo a Churchill, en 1954. Otra imagen lo muestra a los 16 años, trabajando en la Oficina de Telégrafos. Y también está con su mujer de toda su vida, Germaine. "Mi abuela nació en Reims durante la Primera Guerra Mundial, sabía lo que era el sufrimiento. Por eso no quiso tener más que un hijo", cuenta Leonardo, que casi no llegó a conocerlos. Se ve además el mapa donde Spilimbergo fue marcando los puertos donde recaló el barco que lo llevó por primera vez a Europa. La familia conserva 15.000 documentos y cientos de obras, pero por ahora no hay planes de hacer museos ni fundaciones.
Están presentes en la muestra piezas clave, como la ilustración de Interlunio, poema de Oliverio Girondo por el que ganó la Medalla de Oro al Grabado en la Exposición Internacional de París en 1937. Y se puede ver una de las planchas de cobre que el poeta le entregó para hacer las once aguafuertes. Son pequeñas, pero tienen tanto detalle que en su tiempo se proyectaron en el cine Luxor de la calle Lavalle aumentadas 200 veces su tamaño sin perder calidad. Otras piezas destacadas son los estudios y bocetos del mural que corona la cúpula de las Galerías Pacífico, realizado en 1946 junto a Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, Manuel Colmeiro Guimarás y Demetrio Urruchúa, junto con las fotos que registran el proceso de su pintura sobre andamios. Además de una galería de retratos y dibujos eróticos de los años 50 y 60. Para ver su otro gran mural, Ejercicio plástico, realizado en 1933 junto a David Alfaro Siqueiros, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y Enrique Lázaro, hay que ir al Museo Casa Rosada.
Los núcleos temáticos son cronológicos. El primero se centra en su formación académica. El segundo abarca el viaje que comenzó en 1925. Entre 1926 y 1928 sigue los cursos en la Académie de la Grande Chaumière por las mañanas y concurre por las tardes al taller de André Lhote en París. Se empapa de la escuela poscubista, como se puede apreciar en los desnudos de la muestra. "En el taller de Lhote trabajó de ayudante. Fue el único que no viajó becado, y al volver enseñó gratis en la escuela pública", destaca Leonardo, que no es artista, sino arquitecto y ganó una bienal con el encargo a Pérez Celis del gran mural que distingue al edificio Central Park en Barracas.
Otro sector está dedicado a la monocopia, grabado de una sola manifestación, que dominó a la perfección. "Las monocopias de los años treinta son una producción por demás relevante e inédita; los matices y texturas que obtiene a partir del trabajo sobre la tinta de impresión, su resolución sensible y a la vez con un grado de dominio técnico son muy notables", comenta Dolinko. "En su actividad de docente, gestor y conductor de establecimientos de enseñanza artística imprimió una orientación personal, y dejó una huella en varias generaciones de artistas", señala Dolinko. Rafael Alberti le dedicó un poema, admirado de su arte: "Mudo/ Y hasta en el violento/ dibujar, silencioso./ Lino grande en el lino, en el lienzo desnudo / callado monumento/ silencioso."
M. P. Z.
De épocas heroicas y oportunidades perdidasCarlos Alonso
Entre los años 1949 y 1950, la Universidad Nacional de Tucumán creó el Instituto de Arte donde reunió un plantel de profesores compuesto por varios artistas. Fue justamente Spilimbergo quien convocó a jóvenes pintores de todo el país para desarrollar una experiencia de pintura mural en una iglesia de la capital tucumana, cuyo encargo acababa de recibir. En esos días, Spilimbergo ya estaba trabajando en los estudios para los murales de la iglesia. El gran mural nunca llegó a realizarse. Creo que en ese momento perdimos como país la oportunidad de tener nuestra Capilla Sixtina y nosotros, como estudiantes, la posibilidad de una formación que hubiera multiplicado nuestro bagaje y la experiencia vital de compartir con un maestro la ejecución de una obra de envergadura histórica. Creo que Spilimbergo se derrumbó con esta pérdida.
El autor es pintor
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