Se necesitan acuerdos para preservar el ambiente
¿Por qué es tan difícil lograr que los países adopten medidas para preservar el medio ambiente? ¿Por qué economistas vehementes, pero equilibrados, como Alieto Aldo Guadagni, se están quedando afónicos alertando contra esta suerte de suicidio colectivo a nivel planetario? ¿Qué catástrofe tiene que suceder para que los seres humanos, no digo que sólo nos ocupemos del medio ambiente, sino que comencemos a tomar más en serio la cuestión?
Al respecto entrevisté al inglés Henry Sidgwick (1838-1900) quien, junto con Alfred Marshall, fundó la Escuela de Economía de la Universidad de Cambridge. En sus Principios de economía política, publicado en 1883, clarificó la diferencia que existe entre el desplazamiento a lo largo de la curva de la demanda y los saltos de la referida curva; diferencia que a pesar de que hoy se enseña en los cursos introductorios de economía, no siempre es tenida en cuenta por los analistas y por quienes diseñan políticas económicas. Lo entrevisté porque, junto con Arthur Cecil Pigou, creó el concepto de economías y deseconomías externas.
-¿Cuál es la idea?
-Una persona aprovecha una economía externa cuando obtiene un bien que le produce placer sin participar de los costos de producción, y sufre una deseconomía externa cuando no puede evitar juntarse con un objeto que le disgusta. El melómano que vive en el departamento contiguo al que ocupa Plácido Domingo, quien canta mientras se ducha, se beneficia con una economía externa; al vecino de un joven que toca la batería hasta la madrugada, le ocurre exactamente lo contrario.
-El ejemplo clásico de economía externa es el del productor de miel cuyas abejas se alimentan de las plantas en los campos vecinos. Por eso siempre me pareció una mera curiosidad.
-Con ese criterio también habría que calificar como curiosidad el principio de la división del trabajo, planteado por Adam Smith en La riqueza de las naciones, porque lo ejemplificó con la fabricación de alfileres.
-Tiene razón, pero cite ejemplos más relevantes.
-Le puedo dar muchísimos ejemplos que derivan del siguiente hecho: en las ciudades vivimos cada día más próximos unos de otros. Piense en las consecuencias: ruidos molestos, feos olores que emanan de determinadas fábricas, protestas que cortan calles y rutas, etcétera.
-Todos ejemplos negativos. ¿Quiere decir que vivir en las ciudades es simplemente un error?
-No, la proximidad y la aglomeración tienen sus beneficios, aunque no todos constituyan economías externas. Piense en los espectáculos y en los establecimientos educativos de diferentes niveles, que se desarrollan en las grandes ciudades, en las ciudades más pequeñas y en el ámbito rural.
-Entiendo. ¿Cuál es la solución?
-En el análisis económico se plantearon tres clases de soluciones. Primera, las prohibiciones y obligatoriedades; segunda, los impuestos y los subsidios, y tercera, la propuesta por Ronald Harry Coase. La evolución es clara: se pasó de un extremo al otro.
-Explíquese.
-Prohibir, como obligar, son exageraciones porque están asociados con precio infinito, y por consiguiente deben ser aplicados de manera muy restrictiva. Ejemplos, prohibido matar y obligatorio vacunar a los niños. En su país existe gran propensión a prohibir, con el consiguiente escaso cumplimiento de la ley. Menos exigente, Pigou sugirió gravar las actividades que generan deseconomías externas y subsidiar las que generan economías externas. Una fábrica que contamina no tiene que cerrar, pero sí pagar un impuesto relacionado con el daño que causa, con cuya recaudación se subsidian medios de transporte no contaminantes.
-¿Cuál fue la propuesta de Coase?
-Que hay que reducir los costos de transacción y de negociación, para que vía negociaciones directas y voluntarias, las partes involucradas internalicen las economías externas. Ejemplo: el baterista le compra al vecino una entrada al cine, para que aquel pueda tocar la batería sin afectar al segundo.
-Los acuerdos voluntarios son mejores que las prohibiciones y obligatoriedades. ¿Por qué no se aplican al medio ambiente?
-Por la naturaleza del caso. La fábrica, el ganado y la generadora de electricidad están ubicados en determinados países y afectan el medio ambiente del mundo entero, y por cómo está distribuida la producción mundial, la contribución de cada país al calentamiento global no es uniforme. En estas condiciones la aplicación del teorema de Coase no resulta factible, tornándose imprescindible un acuerdo mundial sobre las restricciones que tienen que existir dentro de cada uno de los países del mundo.
-¿Y?
-Cuando la externalidad negativa se plantea a escala planetaria, a cada país le conviene que el resto restrinja las emisiones que contaminan, mientras él sigue como si nada; pero como todos están en la misma posición, no hay más remedio que insistir con acuerdos mundiales, a pesar de la actual posición de los Estados Unidos. Un problema importante y creciente, por más que sea negado por uno de los países que más contamina, no sólo no lo hace desaparecer, sino que lo agiganta.
-Don Henry, muchas gracias.
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