martes, 21 de noviembre de 2017

CONOCIMIENTO, EXPERIENCIA, SABIDURÍA



Conocimiento, experiencia y sabiduría son palabras que suelen prestarse a confusiones. Tienen un cierto aire de familia que las relaciona en nuestra mente y de ahí nacen algunas ideas erróneas. Sacha Corey, la directora del Festival de Arte de Edimburgo, el más importante evento relativo a las artes visuales que se celebra cada año en Gran Bretaña, y al que concurren más de 250 mil visitantes, es tajante sobre esta cuestión: "No hay que confundir nunca el conocimiento con la sabiduría. El primero nos sirve para ganarnos la vida; la sabiduría nos ayuda a vivir".
En esa línea cabe pensar que la sabiduría se relaciona con la experiencia, y el conocimiento con los experimentos. También hay un aparente parentesco entre experiencia y experimento, pero puede resultar engañoso. La experiencia es algo que se vive. Una circunstancia, una situación que aporta un eslabón a la cadena de nuestra existencia. Las experiencias dejan huellas psíquicas y emocionales (eventualmente también físicas), nos atraviesan y las atravesamos. Por lo general no se planifican. Nos las trae la vida, las pone ante nosotros y a nosotros frente a ellas, dejándonos librados a nuestra responsabilidad. La de elegir una actitud, tomar una decisión y responder por las consecuencias.
El experimento, a su vez, es un evento previsto, que está dirigido a producir un resultado y a confirmar o corregir una hipótesis, una sospecha o una intuición a partir de ese resultado. No es lo mismo vivir una experiencia que participar de un experimento. Del mismo modo en que no lo son conocimiento y sabiduría. 
Hay más relación entre experimento y conocimiento y es más estrecho el vínculo entre experiencia y sabiduría. Cuando se habla hasta el hartazgo de la sociedad del conocimiento y de que este es una herramienta esencial para sobrevivir y avanzar en esa sociedad, quizás se esté empequeñeciendo el campo de la sabiduría. El énfasis en el conocimiento suele terminar en sobredosis de información sobre un tema determinado. Se empuja a la especialización, a concentrarse en una disciplina y convertirse en un especialista. Si es posible el mejor, puesto que se trata de una sociedad competitiva en la que al menor bache es posible quedar fuera de carrera. No hay que distraerse, la actualización debe ser permanente, porque los conocimientos caducan cada vez más rápido. Una tecnología que incita al consumo urgente de sí misma para ser rentable debe ofrecer productos de rápida caducidad, y eso incluye al propio conocimiento.



El ensayista historiador y filósofo canadiense John Ralston Saul advierte en La sociedad inconsciente que, ante una tecnología que cambia a ritmo galopante, no basta con adquirir determinadas habilidades. Hay que enseñar y aprender a pensar para ver más allá de los cambios inmediatos. Es más provechoso y trascendente mirar la vida en su conjunto y diversidad que atender a un único punto creyendo que es la totalidad. Como señaló el gran etólogo austríaco Konrad Lorenz (1903-1989), "el especialista sabe más y más sobre menos y, por último, sabe todo sobre nada". El swami Vivekananda (1863-1902), legendario pensador místico y principal líder espiritual en la India del siglo XIX, insistía en que "el conocimiento sólo puede ser recibido de una manera, a través de la experiencia, no hay otra manera de saber". Se puede conocer mucho y saber poco. Es que la sabiduría es el resultado de lo que cada quien aprende a hacer con sus experiencias. Y suele ocurrir que poner el experimento por delante de la experiencia aumenta el conocimiento pero no entrega los cubiertos necesarios para abordar el amplio menú que la vida propone.

S. S.

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