miércoles, 22 de noviembre de 2017

UN MUNDO FELIZ....¿UTOPÍA?



Hay un creciente conjunto de personas que cada día se pregunta de qué forma su hacer puede impactar de mejor manera el mundo que comparten.
Creo que el universo corporativo deberá en las próximas décadas encontrar mejor respuesta de servicios con estas nuevas generaciones de clientes y usuarios y volcarse hacia formas de trabajo más románticas y genuinamente ligadas a la nueva idiosincrasia de vida que ya rige este mundo nuevo. La informática y la hiperconectividad, además de formar personas más autistas, ha logrado crear una sensibilidad en las comunicaciones que parece tan frágil como frágil puede ser.
Creo que hay allí afuera una intuición y exacta percepción de lo que es verdadero y de lo contrario, el cesto de basura esta a un clic de cada duda.
Parece haber una gran cantidad de gente joven en formación que entró o está entrando a la vida de autosustento, en donde la ambición está permitida, medida y cuantificada por la calidad del medio ambiente a la que le da fundamento. Esta nueva conciencia de bello arraigo cultural obligará a que todos los prestadores de servicios deban revisar sus operatorias para poder vivir dentro de un mercado que está cambiando muy rápidamente hacia un sentir de métodos más orgánicos.
Casi siempre se vio al comercio enfrentado con el romance, pero no es así. Es fácilmente demostrable que el comercio que sólo usa la matemática como corazón puede crecer, pero se convierte en un colosal monstruo ahogado en razón pura y lejos de la sensibilidad del público.
El hacer que abarca trabajos, estudios y búsqueda abraza nuestras más diversas actividades e irremediablemente va moldeando los entornos por los que transitamos dentro de la extensión de nuestros días, meses y años. Estos entornos de crecimiento han cambiado enormemente, y lo interesante es que el cambio está dado más en la vida y exigencias de los usuarios que en los prestadores de servicios, colegios, universidades y empresas. La nueva creatividad y diversidad estará dada por las instituciones que logren adaptar este conjunto de realidades más románticas a los ámbitos de trabajo, ejecución o estudios.
Muchas veces me he encontrado sentado y acorralado en comidas de tedio entre desconocidos. Soy ligeramente fóbico socialmente, y cuando mis compañeros de silla son banqueros me gusta preguntarles si trabajan románticamente. He encontrado las más variadas respuestas. Algunos, con buen humor, me han hecho viajar por tesorerías, balances y PBI; otros me miraron con desdén, girando la silla sin hablarme en toda la noche, por suerte. Verdaderamente creo que si hacemos prevalecer el romance dentro de cualquier actividad la vida se verá fortalecida con un raciocinio diferente.

Quizá debiera haber un nuevo casillero en balances, presupuestos y planes de trabajo que se llame romance, un renglón que defienda todo lo que parece indefendible, un lugar donde prevalezca el respeto y la paciencia.
Hace años que cuando viajo a Nueva York resido en Williamsburg. Aquí prevalece un sentido de comunidad que se siente a flor de piel por las calles, restaurantes y comercios en general, que parece estar por encima de la ley, una sensación de que los residentes viven de una manera elevada y cuidan cada uno de los actos que realizan diariamente, observando una convivencia que tiene como base un respeto de impacto con sus pares.

A casi noventa años del utópico libro de Huxley, Un mundo feliz, siento que hay bolsillos en distintos lugares del mundo donde se va logrando una forma de vida armoniosa y respetuosa, cercana al arte, las ciencias, las letras y todas las disciplinas que abrazan el romance de una manera convival y amable con el trabajo y la producción.
F. M.

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