miércoles, 22 de noviembre de 2017

NIÑEZ EN RIESGO


Chicos que hacen malabares en los semáforos, que piden plata en el subte o que ayudan a sus padres en las diferentes cosechas son las modalidades más conocidas y combatidas de trabajo infantil en el país. Hoy, después de 13 años sin cifras oficiales, los nuevos datos aportados por el Gobierno visibilizan una modalidad mucho más difícil de detectar: el trabajo doméstico intensivo.
Limpiar la casa, cocinar y cuidar a los hermanos más chicos o a algún adulto mayor son algunas de las tareas más comunes. La vulneración de derechos se da cuando los menores son los únicos responsables de llevar adelante estas acciones, cuando eso los obliga a dejar o descuidar la escuela, los expone a peligros y les quita tiempo de juego.
Según las nuevas cifras de la Encuesta de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes (Eanna) 2017 -elaboradas por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social junto con la OIT, Unicef y otros organismos-,  se sabe que son 715.484 los chicos de 5 a 15 años que realizan trabajo infantil en la Argentina (el 9,4% del total). Estas cifras se darán a conocer recién mañana, en la IV Conferencia Mundial sobre la Erradicación Sostenida del Trabajo Infantil, con sede en Buenos Aires.
Desde el Gobierno señalan que las conclusiones de la medición eran las esperadas y que sirven para construir el diagnóstico necesario para la formulación de políticas públicas.
"Los niños tienen que estar jugando o estudiando, nunca trabajando. Los datos de la Eanna nos dan un panorama claro para fortalecer los programas y el plan nacional, que van en ese sentido", sostiene Jorge Triaca, ministro de Trabajo.
Las cifras de la Eanna 2004 que señalaban que 496.318 niños trabajaban, no son comparables con las actuales por diferentes motivos: la primera tuvo un alcance territorial mucho más acotado e incluía a chicos de hasta 13 años. La de 2017 fue mucho más abarcativa y se extendió hasta los 15 años (los adolescentes son más propensos a realizar tareas).

"Si bien no tenemos los números definitivos, podemos decir que el trabajo infantil se redujo casi a la mitad. Las motivos pueden ser que ha habido una continuidad en las políticas y la legislación para luchar contra el trabajo infantil y, otra cuestión a considerar, es si la AUH tuvo alguna influencia en evitar que los chicos abandonen la escuela y empiecen a trabajar", dice José Anchorena, subsecretario de Estadísticas, Estudios y Políticas Laborales del Ministerio de Trabajo.
Pero el resultado más llamativo es el que señala que la mayoría de los menores hace tareas domésticas intensivas (4,3%), por sobre tareas económicas (3,7%) o de autoconsumo (2,8%). En 2004, la modalidad de trabajo económico (6,5%) superaba el doméstico intenso (6,1%).
"Debemos prestar especial atención a combatir el trabajo doméstico intensivo. Sus causas son múltiples, y van desde trabajo informal de sus padres, déficit de centros de cuidado -en especial en el ámbito rural- así como factores culturales sobre la distribución del trabajo en el cuidado de los hermanos, y en las tareas domésticas que recaen principalmente en las niñas", sostiene Gustavo Ponce, punto focal en OIT Argentina para la erradicación del trabajo infantil y trabajo forzoso.
Puertas adentro

"Me sorprendió que la modalidad de trabajo doméstico sea mayor que la de mercado. Justamente por ser un fenómeno que ocurre puertas adentro, y que en general no se percibe como tal, no siempre lo podemos visualizar. Sabemos que los espacios de cuidado como los programas Buenas Cosecha en San Juan y Mendoza a los que asisten 1900 chicos y los Jardines de Cosecha en Salta y Misiones a los que van 660, apuntan específicamente a resolver esta problemática", explica Fausto Espiga, presidente de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti).
Un perfil que se desprende de los datos es que son las mujeres y las adolescentes las más afectadas por el trabajo infantil doméstico. Cerca del 13% cuidan a niños o personas mayores y el 10% hacen pan u otras comidas para vender, siendo mucho menor el porcentaje en los varones.
En esta línea, Sebastián Waisgras, especialista en Monitoreo e Inclusión Social de Unicef, sostiene que "en la Argentina tenemos un desafío pendiente, que es el cuidado. Si bien tenemos un plan de primera infancia que se propone aumentar la cobertura de los centros de cuidado y de educación, incluyendo los Jardines de Cosecha, todavía la oferta es reducida. Esto genera que las hermanas se queden al cuidado de sus hermanitos menores o que los chicos acompañen a sus papás al trabajo".

En cuanto a las regiones, las nuevas cifras reflejan que si bien la pampeana lidera el ranking de la mayor cantidad de casos de trabajo infantil, con 195.406, seguida por la del Gran Buenos Aires, con 188.612, el NOA es la región con más incidencia de trabajo infantil (13,2%), seguida por el NEA (11,9%). Esto quiere decir que los chicos que viven en estas dos últimas regiones tienen más probabilidades de caer en este flagelo.
"Todo el mundo piensa que lo rural es predominante y en términos de incidencia eso es así, pero en términos absolutos la mayor parte del trabajo infantil sigue estando en zonas urbanas, porque es en donde más vive la población", aclara Anchorena.
El ABeCé del trabajo infantil
Definición
El trabajo infantil es toda actividad económica o estrategia de supervivencia, remunerada o no, realizada por niños y niñas menores de 16 años
Legislación
En la Argentina, el marco normativo está dado por la Convención sobre los Derechos del Niño; los Convenios con la OIT y la Ley N°26.390 de Prohibición del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente
Trabajo adolescente
En los adolescentes de 16 y 17 años el trabajo está legalmente permitido, siempre y cuando no se trate de trabajo infantil peligroso (actividades prohibidas, de carácter penoso, peligroso o insalubre)

Características
Se refiere a actividades mental, física, social o moralmente peligrosas y dañinas para los niños. Interfiere con la escolaridad o los fuerzan a abandonar la escuela
Exige a los menores a asistir a la escuela y al mismo tiempo realizar tareas pesadas o de larga duración
Priva a los niños de su tiempo de juego y recreación
En los peores casos, el trabajo infantil puede esclavizar a los niños, separarlos de sus familias y exponerlos a peligros y enfermedades graves
Ayuda en la casa
No todas las tareas que los chicos hacen pueden clasificarse como trabajo infantil. Cuando participan en actividades estimulantes, tareas voluntarias u ocupaciones que no afectan su salud ni su desarrollo personal, ni interfieren con su educación, ello puede generalmente considerarse positivo. Por ejemplo, ayudar a los padres en el hogar
Categorías
Actividad económica para el mercado: genera bienes y servicios que tienen valor económico en el mercado (taller textil o en la construcción)
Actividad para el autoconsumo: producción de bienes primarios para el consumo del hogar (ayuda en la construcción o arreglos en el propio hogar, cuidado de la huerta o de animales)
Actividad doméstica intensa: tareas de limpieza, cocina o arreglos de la casa, así también como el cuidado de hermanos o alguna persona que vive en el hogar. La intensidad de estas tareas se establece de acuerdo con la dedicación horaria
Son 12 años, Belén Ávila se vio ante la urgencia de tener que ayudar en su casa porque la plata no alcanzaba. Su mamá se había enfermado, y ella tenía que cubrirla en su trabajo como empleada doméstica. El resto del tiempo se ocupaba de cuidar a su madre y a sus hermanos menores.
"Cuando sos chica es más fácil conseguir empleo. Te toman más rápido. Por lo menos, a mí me pasó así", dice la joven.
Sus hermanos más grandes también tuvieron que trabajar antes de cumplir los 18. El mayor se tuvo que cambiar a una escuela nocturna para hacerlo. El que le sigue, directamente, abandonó los estudios para dedicarse a la albañilería tras ser changarín en un mercado cercano a la Avenida General Paz.
Ser albañil o levantar cajones en un mercado son dos de los empleos informales que encuentran rápido los menores del oeste del conurbano. Para las chicas, las tareas domésticas dentro o fuera del hogar, o la atención en un comercio, son algunas de las primeras salidas laborales.
Para fines del invierno de 2011, los padres de Belén se habían separado. La ruptura definitiva con su papá se dio por situaciones de violencia, los problemas económicos eran cada vez mayores y la dificultad pulmonar que su madre arrastraba bajo la forma del asma empeoraba.
Una historia que se repite
"Mamá trabaja como empleada doméstica desde los 16. Empezó de muy chica porque se quedó huérfana. Limpia y cuida chicos, abuelos. Cuando se puso mal de los pulmones, tuve que ayudarla o ir en su lugar; tengo otra hermana mujer, pero tiene una discapacidad y no puede trabajar. Si no iba a limpiar casas me quedaba cuidándola a ella y a mi otro hermano menor. No faltaba demasiado a clase, pero a veces no podía ir, igual nunca repetí ni me quedé libre", recuerda Ávila.
Hasta que a los 14 sufrió un maltrato de una empleadora de Castelar y no quiso seguir más trabajando en casas de familia. "Además, llegaba muy tarde a casa, me tenían que buscar en la parada del colectivo, era peligroso, y perdía mucho tiempo para estudiar. Pero no alcanzaba la plata, así que entré en una carnicería y realicé cursos de peluquería y maquillaje en Isidro Casanova", agrega.
Punto de inflexión
Cuando se remonta al punto de inflexión en el que su vida explotó por los aires, aparece el relato de principios de septiembre, cuando recién había cumplido sus 12 años.
"Mi papá ya estaba separado de mamá, pero en esos meses empezó a ponerse violento. A veces venía a casa, entraba y a mí la cabeza no me daba más. Somos cinco hermanos, yo soy la del medio, y una chica más grande que yo venía a cuidarnos cuando mamá salía a trabajar a Castelar. Una tarde encontró la puerta de casa abierta. Le llamó la atención. Adentro, en la pieza, estaba mi papá", relata.
Y agrega: "Se armó un lío. Hubo que llamar a la policía, cambiar la cerradura, pero terminamos mudándonos a Laferrère. Teníamos miedo. Recién hace dos años que volvimos a Catán".
Hoy, Belén les corta el pelo a algunos vecinos. Es un trabajo esporádico por el que recibe un poco de dinero que lo aporta a la casa donde ya no son seis los integrantes, sino siete, "porque se incorporó la pareja de mamá, que trabaja en un supermercado". Belén no está conforme, pero tampoco sabe muy bien qué hacer. Tiene 18 años recién cumplidos, está por terminar el secundario. "No sé qué estudiar. Sólo sé que quiero encontrar un trabajo mejor, estable. Pero está difícil".
Angel Emanuel De Rossa empezó a trabajar a los 8 años. Era indocumentado. "Hacía falta plata en casa, así que arranqué a limpiar vidrios y cuidar coches en la avenida General Paz y Beiró. Los pibes de mi barrio que hoy hacen lo mismo están en General Paz y avenida San Martín, los conozco a todos".
Ángel, como esos chicos, salía solo, temprano, y volvía por la noche con plata o comida para la familia. Dejó la escuela, el fútbol en el Club Lamadrid y el descanso. Amplió su territorio laboral hacia El Palomar, Villa Devoto y Villa del Parque.
Recuerda algunos días especiales, como ese en el que volvió con $ 1000 tras trabajar más de 12 horas. "Se acercaba la Navidad, quería que en las Fiestas hubiera algún regalo en casa". También la fiesta de 15 de una de sus hermanas. Él tenía 13 y estaba feliz: con su dinero había organizado la celebración. "Nunca tuve miedo. Además, prefería pedir, limpiar vidrios o cuidar autos antes que robar. A veces me pagaban con mercadería, y eso también servía".
Varias rupturas familiares
Cumplida una década de trabajo infantil, con la mayoría de edad encima, se decidió y sacó por primera vez su documento. Era 2013 y eso no lo devolvió a las canchas de su infancia, pero le dio ánimo.
Mientras tanto, la vida continuó con sus altibajos. Un abuelo que muere. Hermanos que se dispersan y hacen sus vidas. Falta de techo. Un padre que reaparece y le da un lugar donde vivir.
Hoy tiene 22 años y es padre de dos chicos: una nena de 2 y otro en camino. "Pero vivo con mi papá. Estoy separado", aclara. Por el momento no tiene empleo. Asiste al penúltimo año de la secundaria y concurre a un centro de formación laboral de la Fundación Pescar, ubicado en la zona donde vive, el Barrio Ejército de los Andes, Ciudadela.

Desde que tiene uso de razón sus padres están separados. Ahora él también lo está, marcado por un vida llena de numerosas rupturas familiares.
"Quiero trabajo y salir adelante", dice hoy Ángel, como si se tratara de un mantra, casi de la misma forma que se lo dijo a los 8 años. La diferencia no está en las palabras, sino en la edad.
Con el objetivo de poner en marcha diferentes estrategias para luchar contra esta problemática, el gobierno elaboró el Plan Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente 2018-2022.
"Estuvimos trabajando en el diseño de un plan de cuatro años, y allí hay diferentes líneas de acción. Las nuevas cifras nos permiten ver qué acciones priorizar", dice Fausto Espiga, presidente de la Conaeti.
Los principales objetivos del plan son sensibilizar a la ciudadanía acerca del trabajo infantil, fortalecer las comisiones provinciales y afianzar el sistema integral de información
En esta línea, Sebastián Waisgras, especialista en Monitoreo e Inclusión Social de Unicef, le da la bienvenida a los datos de la Eanna 2017. "Si bien el plan nacional todavía tiene desafíos porque su implementación va a requerir presupuestos, articular con las provincias e implementar la ley que penaliza el trabajo infantil, hay una buena perspectiva del Ministerio de Trabajo para instalar estos temas y plantear una planificación".
Otra de las metas que plantea es ampliar las posibilidades de trabajo decente de los jefes de familia, para reducir la necesidad de apelar al trabajo infantil.
"Los chicos no tienen que trabajar, pero detrás hay una necesidad económica de las familias que lleva a que sus hijos realicen estas tareas", concluye Espiga.
M. U.

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