Humo y espejos, de Neil Gaiman
Treinta y un cuentos fantásticos
"El humo desdibuja los perfiles de las cosas", afirma Neil Gaiman (Portchester, Inglaterra, 1960) en la introducción de Humo y espejos, un libro que reúne treinta y un relatos, incluyendo ocho que están narrados en verso. "Las historias -agrega- son espejos que utilizamos para explicarnos cómo funciona el mundo y nos distraen de lo que acecha en la oscuridad."
La obra se publicó originalmente en 1998 y la mayoría de los cuentos que la componen-dice su autor, popular por la serie de cómics Sandman- fueron escritos por pedido de diversos editores para antologías específicas ("supersticiones", "venganza", "sexo" o "cuentos infantiles contados por adultos", entre otras consignas temáticas).
"El puente del trol" se refiere a ese ser de la mitología escandinava. "No preguntéis a Jack" y "El barrendero de sueños" pueden considerarse relatos infantiles de terror. "Nieve, cristal, manzanas" presenta una perturbadora versión de "Blancanieves" para adultos que adopta el punto de vista de la Reina Malvada y se halla signado por un erotismo vampírico.
El humor negro dirige "Podemos proporcionárselo al por mayor" (acerca de una agencia de asesinos cuya oferta especial es "dos por el precio de uno") y "Tartas de bebés" (un breve ensayo sobre la práctica de un canibalismo pragmático). En tanto, "Cambios" imagina el descubrimiento de una cura para el cáncer cuyos efectos secundarios son "la reasignación de sexo".
Una traducción falta de sutilezas conspira contra las composiciones versificadas: confunde el hilo del argumento e impide valorar sus méritos poéticos con justicia. "Shoggoth's Old Peculiar", situado en un Innsmouth inglés, propone un divertido homenaje a H. P. Lovecraft, que continúa en "Es sólo el fin del mundo otra vez" con el agregado de hombres lobos. "Una vida, decorada con
Moorcock temprano" recrea -a través de un chico- el mundo del escritor fantástico Michael Moorcock y de su héroe Elric de Melniboné.
El humor -típicamente británico- es el principal catalizador dentro de la heterogeneidad narrativa. Le quita el exceso de solemnidad a lo prodigioso y su poder de convencimiento ayuda con la voluntaria suspensión de la incredulidad, sobre todo en los diálogos, que exponen lo disparatado con la mayor naturalidad.
En este aspecto sobresale "Caballería", en el que una señora encuentra el Santo Grial en una tienda de productos usados y debe atender los insistentes requerimientos de Sir Galahad por obtener la legendaria copa, a cambio de la cual le ofrece la Piedra Filosofal y el Huevo del Fénix.
Sin perder la fidelidad por lo fantástico, se exploran distintos matices de lo sexual en "Degustaciones" (un telépata que se prostituye y es capaz de satisfacer los deseos más íntimos de sus clientas), "Cuerpos extraños" (un hombre contrae una uretritis que le hace sentir que su pene pertenece a otra persona) y "En busca de la chica" (la fascinación por una misteriosa chica de Penthouse que nunca envejece y "está en todos los lugares, en todos los tiempos", habitando las fantasías masculinas).
"El estanque de los peces de colores y otros cuentos" transcurre en Los Ángeles, donde un escritor inglés ha ido para trabajar en un guión sobre "los hijos de Charles Manson", y consigue una delicada atmósfera de alienación mediante una feroz sátira a Hollywood.
La calidad de los cuentos de Humo y espejos es despareja, quizá debido a la cantidad de textos que contiene la antología. A veces, Gaiman parece indeciso en su enfoque estilístico: ¿se está dirigiendo a un público infantil o a uno adulto? Este aspecto no desmerece que en ocasiones consiga combinar con éxito los elementos para conformar a ambos. Aunque algunas de sus historias no alcancen un desenlace satisfactorio, todas tienen la virtud de atraer la curiosidad del lector y de retenerla hasta el final.
HUMO Y ESPEJOS
Por Neil Gaiman
Salamandra. Trad.: Sonia Tapia. 395 páginas
$ 395
F. F.
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Jardín primitivo, de Carlos Bernatek
Picaresca, erotismo y marginalidad
Este año se publicaron dos novelas de Carlos Bernatek (Avellaneda, 1955) que prosiguen, de manera autónoma, las tramas de dos novelas del autor publicadas con anterioridad.
El Canario, ganadora del premio Clarín de Novela en 2016, encuentra a algunos de los personajes de La pasión en colores veinte años después, con toda la vida detrás y, en cierto modo, desperdiciada por un sentimiento de culpa por acciones cometidas (u omitidas) en la ESMA durante los años de plomo. En Jardín primitivo, los que se reencuentran a la manera de invitados a un banquete con poco de platónico son los protagonistas de una de las mejores novelas del autor, La noche litoral. Como en esa historia, los escenarios y personajes de una Santa Fe chata y marginal cumplen un papel significativo.
"Pero en Santa Fe no hay mar, ni fiordos, ni cavernas, ni tierras altas: hay barro de río; tierra y agua mezclados, una cosa turbia, un argamasa de la que aparentemente estábamos hechos. Nosotros éramos ese mismo barro", se lee en el génesis de la historia. La novela asume una naturaleza aluvional.
A causa del ambiente donde transcurre la primera parte, se puede decir que Jardín primitivo es otra de las "novelas de isla" que la literatura brinda a lo largo del tiempo. "Una isla te achica las posibilidades, y de alguna manera te evita pensar en otras posibilidades. Ahí entendí esas fantasías de muchos tipos que, cuando tienen que imaginarse el lugar ideal para vivir garchando, rascándose las bolas y chupando, dicen automáticamente 'una isla'. Como si no hubiera escapatoria", conjetura el narrador.
La unidad de lugar, en este caso, determina además la inacción de los personajes, que sobreviven a pescado asado, cerveza y vino tibio durante varios días. Y como en un Decamerón ribereño, se alimentan también de historias. Junto con Ovidio, "Ovi", el narrador y oyente de los relatos incluidos en Jardín primitivo, el quinteto isleño se completa con el dueño de casa, Cachete Osuna, dueño virtual (léase "sin papeles") de la isla cercana a Santo Tomé; Roli Londero, un obeso chef acusado de una intoxicación masiva; Lulo Ventura Mujica, abogado "sacapresos", de apellido falso, y Carne Boba Gauchat, ex boxeador y ex guardaespaldas de un senador provincial.
"Pero en Santa Fe no hay mar, ni fiordos, ni cavernas, ni tierras altas: hay barro de río; tierra y agua mezclados, una cosa turbia, un argamasa de la que aparentemente estábamos hechos. Nosotros éramos ese mismo barro", se lee en el génesis de la historia. La novela asume una naturaleza aluvional.
A causa del ambiente donde transcurre la primera parte, se puede decir que Jardín primitivo es otra de las "novelas de isla" que la literatura brinda a lo largo del tiempo. "Una isla te achica las posibilidades, y de alguna manera te evita pensar en otras posibilidades. Ahí entendí esas fantasías de muchos tipos que, cuando tienen que imaginarse el lugar ideal para vivir garchando, rascándose las bolas y chupando, dicen automáticamente 'una isla'. Como si no hubiera escapatoria", conjetura el narrador.
La unidad de lugar, en este caso, determina además la inacción de los personajes, que sobreviven a pescado asado, cerveza y vino tibio durante varios días. Y como en un Decamerón ribereño, se alimentan también de historias. Junto con Ovidio, "Ovi", el narrador y oyente de los relatos incluidos en Jardín primitivo, el quinteto isleño se completa con el dueño de casa, Cachete Osuna, dueño virtual (léase "sin papeles") de la isla cercana a Santo Tomé; Roli Londero, un obeso chef acusado de una intoxicación masiva; Lulo Ventura Mujica, abogado "sacapresos", de apellido falso, y Carne Boba Gauchat, ex boxeador y ex guardaespaldas de un senador provincial.
"Éramos -no correspondía excluirme- un cuadro decadente, ensimismados en rumiar los gases internos que generaba la descomposición de lo abundante y seguramente mormoso que llevábamos dentro", razona Ovi en una de las sobremesas de aturdimiento por el alcohol, la comilona y la pesada atmósfera. En esa "cámara de pudrición", como él la imagina, crece sin embargo una materia fértil: es el lenguaje de Bernatek. Florilegios, chistes, narraciones encadenadas sobre el pasado temible de la dictadura en la ciudad de Santa Fe, historias eróticas de arrabal y rememoraciones melodramáticas abundan en la novela. En el papel de transmisor de ese talento oral, el autor recrea un jardín verbal hecho de sordidez y cinismo, apoyado sobre el suelo inestable de un juego de lealtades.
En la segunda parte de la novela, Ovi, reintegrado a sus funciones de encargado de un albergue transitorio en la ciudad, encuentra en la Briyí (uno de los pocos personajes femeninos de la novela que aparece sin la mediación narrativa del machismo recalcitrante) una partenaire con la que dar rienda suelta a su energía sexual, tan ávida como proteica. Cuando la mujer le guiña un ojo, Ovi evita el eufemismo para dejar clara la situación: "Ese solo gesto me produjo un respingo en la poronga equivalente al anuncio de que algo bueno estaba por llegar". ¿Será así o, como llama el narrador al órgano sexual, "el amigo" se equivocaba?
El cierre de Jardín primitivo une la picaresca y el erotismo al retorno del Quía, un ex empleado de banco transformado en héroe por la memoria fascinada de los cinco amigos. A diferencia de ellos, ese Robin Hood santafesino asumió alguna vez un riesgo en la vida.
D. G.
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