viernes, 24 de noviembre de 2017
CORRER POR LA VIDA Y LA LIBERTAD; JESSE OWENS
EL LADO OSCURO DE LAS OLIMPÍADAS
Las Olimpíadas de Berlin
Gracias al genio artístico de la cineasta Lina Riefensthal, quedó para la posteridad el documental Olympia sobre las olimpíadas de 1936 en Berlín. El flamante estadio estaba colmado de público y abundaban los estandartes con la esvástica. Alemania había salido de la recesión que la aplastó durante casi 20 años, unilateralmente se negó a seguir cumpliendo con el agobiante Pacto de Versailles y mostraba al mundo que era una potencia desafiante. El pueblo adoraba a Hitler.
Por eso, cuando ingresó al estadio seguido de los principales jerarcas nazis, bajo una marcha militar, la gente, que también estaba militarizada, se paró en las tribunas con el brazo extendido mientras gritaba repetidamente ¡Heil Hilter! Lentamente, el Fuhrer fue subiendo la escalinata alfombrada hasta llegar al palco principal.
El saludo nazi en el estadio
Comenzó el desfile de las delegaciones internacionales. Las comitivas de Austria y Alemania pasaron haciendo el saludo nazi, aplaudidas por un público enfervorizado. En la agrupación de Estados Unidos desfilaban varios negros, uno de ellos, de físico modesto y más bien delgado, pasó totalmente desapercibido, se llamaba Jesse Owens y muy pronto su actuación se transformaría en una cachetada a las veleidades de Hitler sobre la raza superior aria.
Joseph Goebbels, el ministro de propaganda del régimen, hacía tiempo que venía poniendo casi toda su energía para que las olimpíadas se transformaran en un escaparate de lujo y una muestra al mundo del progreso de Alemania bajo el Nacional Socialismo. Ninguna pieza del engranaje debía fallar, pero dentro de sus cálculos no figuraba el negro Owens.
Jesse Owens
El antílope de ébano
Cuando se lanzó la carrera de los 100 metros, Owens picó en punta sacándole considerable distancia al resto y llegó a la meta en 10,3 segundos. La escena fue filmada impecablemente por Leni Riefensthal quien utilizó técnicas fílmicas muy avanzadas para la época, que más tarde, se convertirían en estándar de la industria cinematográfica, tales como ángulos de cámara inusuales, cortes abruptos, primeros planos extremos y fijación de cámaras en el estadio para filmar al público. Leni registró el primer plano de la cara de los deportistas, el destello del disparo de salida, el impulso de Owens y su triunfal carrera. En el instante de la llegada, Leni no filmó el palco presidencial, o si lo hizo cortó la parte del negativo correspondiente al rostro de un Hitler petrificado y los gestos desconcertados de Goebbels y Goering.
Como si esto no fuera suficiente, al día siguiente, 4 de agosto, Owens consiguió su segunda medalla de oro con el salto en largo y superando la marca mundial al recorrer en el aire una distancia de 8,13 metros. Veinticuatro horas más tarde se impuso en la carrera de 200 metros y finalmente el cuarto día ganó en la carrera de relevos 4 x 100 metros. En forma sucesiva había ganado 4 medallas de oro, proeza que solo se repetiría 48 años después cuando en 1984 Carl Lewis ganó la misma cantidad en eventos similares. Si bien Alemania se llevó el medallero con 33 oros seguidos de 24 por Estados Unidos, la imagen de aquel “antílope de ébano” que dio la vuelta al mundo y fue tapa de todos los diarios, menos los de Alemania, opacó la fiesta olímpica de Hitler y su plana mayor, y encima por un negro, un emergente de razas inferiores.
Jesse Owens en plena carrera
Hasta ese momento, para Owens la vida no había sido fácil, hacer entrenamiento le costó el doble de esfuerzo que a los blancos porque no le otorgaron una beca por sus logros deportivos. Sin embargo, logró ingresar en la universidad, un salto social considerable para quien hasta hacía pocos años cosechaba el algodón en las plantaciones de Alabama a semejanza de su abuelo esclavo. La segregación le vedaba compartir el campus universitario, así como los restaurantes y los hoteles que utilizaban los deportistas blancos.
Víctima de la segregación
A su regreso a Estados Unidos fue celebrado como un ganador, un superhombre, pero sus cuatro medallas de oro no cambiaron ni el mundo –la segunda guerra mundial y el Holocausto estaban a la vuelta de la esquina— ni mucho menos su propia vida. Todo cuanto le esperaba en casa seguía siendo segregación brutal y racismo. Sufrió constantes humillaciones, cuando una fiesta en su honor se celebró en el lujoso hotel neoyorquino Waldorf Astoria, aunque el agasajado era él, fue obligado a ingresar usando el ascensor de carga. Tampoco fue invitado a la Casa Blanca, a pesar de que esa era la costumbre hacia los medallistas olímpicos. Roosevelt ni siquiera le mandó un telegrama de felicitación. No fue hasta 1976, 40 años después, que el presidente Gerald Ford honró su triunfo concediéndole la Medalla Presidencial de la Libertad.
En abril de 2016 se estrenó la película “El héroe de Berlín”, dirigida por Stephen Hopkins, que recrea la vida y hazañas de Owens, pero él no tuvo la oportunidad de verla, hacía 36 años que había fallecido.
Las olimpíadas de México
El 26 de julio de 1968 las fuerzas militares reprimieron brutalmente una rebelión estudiantil en Tlateloco que contabilizó varios cientos de muertos. La cifra exacta nunca se supo, eran demasiados cadáveres donde la derecha, que cuando tiene que matar carece de pruritos, esta vez no se animó a soltar números. El mismo país, a solo tres meses de esa masacre, se aprestaba a recibir alegremente en su capital, Ciudad de México, los XIX Juegos Olímpicos.
En esa ocasión participaron más de 5000 deportistas, pero el episodio más sobresaliente y que para muchos alcanzó ribetes escandalosos, con repercusión en el resto del mundo, lo causaron 3 deportistas en la carrera de los 200 metros. Se trataba de los afroamericanos Tomme Smith y John Carlos, que representaban a Estados Unidos. El tercer personaje era el australiano. Peter Norman.
Con el disparo de largada en sus oídos Carlos, hijo de un zapatero remendón de Harlem, picó en punta seguido de su compañero Smith, pero en los últimos 50 metros, vio con el rabillo del ojo que detrás de él venía Norman. Haciendo esfuerzos sobrehumanos, porque era bajito y tenía que multiplicar los movimientos de sus piernas, logró llegar en segundo lugar a la meta (20,06 s), detrás de Smith (19,83 s) y delante Norman (20,10 s).
Una vez en el vestuario, los dos afroamericanos antes de subir al podio decidieron informarle al australiano sobre lo que iban a hacer. Le dijeron que pertenecían al grupo Black Power (Poder Negro) y que una vez en el podio ostentarían la insignia que dice Olympic Project for Human Rights, y levantarían el brazo con la mano enguantada. Norman no solo estuvo de acuerdo sino que les pidió que le facilitaran una de esas insignias para ponérsela él también como signo de solidaridad. Faltaba un par de guantes negros y a Norman se le ocurrió que Carlos se lo pusiera en la mano derecha y le diera el otro a Smith para usarlo en la mano izquierda.
Peter Norman, Tomme Smith y John Carlos
Con los primeros compases del himno de Estados Unidos, Carlos y Smith bajaron la cabeza y levantaron en alto las respectivas manos enguantadas, mientras que el australiano lucía orgulloso la insignia de los derechos humanos. El gesto copó las portadas de todos los medios de comunicación del mundo y cuando bajaron del podio fueron abucheados por la multitud.
Ambos fueron retirados de la delegación y expulsados de la Villa Olímpica, y en cuanto regresaron a Estados Unidos se les prohibió toda participación en eventos deportivos. Uno de ellos terminó lavando autos en Texas y el otro cargando bolsas en el puerto de Nueva York. Pasados diez años lograron volver al mundo del deporte como entrenadores y como portavoces de la igualdad en el deporte.
Peor fue la suerte de Norman, a su regreso a Australia, no pudo conseguir trabajo. Repetidas veces lo invitaron a que pidiera perdón pero él se negó y siguió entrenando por su cuenta. Pese a ser el mejor corredor de su país, no se le permitió ir a los juegos de Munich en 1972 y Australia se presentó sin candidato para las carreras de 100 y 200 metros. Cuando se anunció que Australia organizaría los juegos del año 2000, Norman fue excluido de los medallistas olímpicos australianos invitados a desfilar el día de la inauguración.
El alcoholismo y la depresión pusieron fin a su vida el 9 de octubre de 2006. Los ya sexagenarios Smith y Carlos viajaron hasta Melbourne y llevaron el féretro en el funeral, mientras la banda que acompañaba el cortejo tocaba Carrozas de fuego.
Smith y Carlos llevando el féretro de Peter Norman
En 2012, el senador laborista del Parlamento australiano Andrew Leigh, reivindicó a Peter Norman con estas palabras: “El país no hizo lo correcto con él. No se le ha dado el reconocimiento a alguien que hizo tanto por la igualdad racial”.
Escultura en el National Museum of African American History and Culture que homenajea a los tres deportistas
Mando Salvá. Jesse Owens, el atleta que ridiculizó a Hitler. El Periódico, 06/04/2016
Israel Viana. Jesse Owens, el atleta negro que enfureció a Hitler. ABC, 25/05/2010
Australia homenajea ahora a Peter Norman y su “black power”. El País, 22/08/2012.
Miquel Pucurull. La historia olvidada de Petern Norman en los Juegos Olímpicos de 1968. Running, 27/04/2015. http://running.es/reportajes/la-historia-ignorada-de-peter-norman-en-los-jjoo-de-mejico68#.V27Ue9J97cd
R. E. M.
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