Cambio de paradigma: en la Argentina, también crece el rechazo social a los acosadores
Por medio de las redes sociales, en nuestro país, el colectivo #NiUnaMenos y otras asociaciones civiles contribuyeron a reclamar por los derechos de la mujer y a visibilizar a las víctimas de abuso
Estamos ante un cambio de paradigma cultural: a la mujer que denuncia a un acosador se la escucha y la conducta del acosador recibe el rechazo social. El movimiento Ni Una Menos no fue un capítulo aislado, sino parte de un grito social que da cuenta del comienzo del fin de una sociedad patriarcal, en la que los hombres tenían más derechos y más poder que las mujeres. En este cambio de época, las redes sociales tienen un papel fundamental, porque dieron voz a muchas mujeres para denunciar a sus hostigadores. Y la condena social es inmediata y llega muchas veces antes que la Justicia.
Liniers convirtió a Enriqueta, personaje de una de sus historietas, en bandera de lucha.
Estas son algunas de las conclusiones a las que llegaron distintas especialistas en cuestión de género consultadas por la nacion a partir de la proliferación de denuncias de abuso y acoso sexual a nivel mundial, que también tuvieron su versión en la Argentina. Recientemente, el conductor Ari Paluch fue separado de su programa por las autoridades del canal A24 luego de que una microfonista denunció acoso sexual y que distintas compañeras y ex compañeras de Paluch relataron haber sufrido situaciones similares.
El caso aún no tuvo una resolución por vía judicial.
Algo similar ocurrió hace un año y medio cuando el cantante Gustavo Cordera hizo declaraciones ante un grupo de estudiantes de periodismo en las que reivindicó el abuso sexual, por las que fue denunciado penalmente por incitar a la violencia contra las mujeres. Si fuera encontrado culpable en un juicio oral y público, el músico podría recibir una pena de tres a seis años de cárcel. Las declaraciones de Cordera se sumaron a otros casos de denuncias de abuso sexual en el ambiente del rock nacional.
"Siempre se supo que el acoso y el abuso eran delitos, lo que cambió en los últimos tiempos es la aceptación y tolerancia social ante estas conductas, propias de una cultura patriarcal y machista que hacía que en ciertos ambientes, como en los medios o en el ambiente artístico, el acoso estuviera naturalizado. No cambiaron las reglas. Cambió la época. Cambió, para bien, lo que la sociedad está dispuesta a tolerar. Y el que no percibe el cambio y sigue actuando como antes queda expuesto por sus propias conductas ante su entorno", dice Fabiana Túñez, directora del Instituto de las Mujeres (ex Consejo Nacional de la Mujer), el órgano oficial que se ocupa de la defensa y la promoción de los derechos de las mujeres.
"No es que antes el acoso o el abuso estuviera aceptado. En la experiencia de las mujeres, siempre se consideraba algo que las invadía. La opción que tenían ante un acosador era irse o soportar la situación. El cambio de época pasa por cómo la sociedad escucha a quienes denuncian. Ahora se toma en cuenta esa palabra. Antes ese testimonio se suavizaba, se le decía a la víctima que no había que exagerar y a la vez existía una defensa corporativa de los varones", dice Sabrina Cantabia, abogada, feminista y presidenta de Red de Mujeres y miembro del colectivo Ni Una Menos.
Algo similar ocurrió hace un año y medio cuando el cantante Gustavo Cordera hizo declaraciones ante un grupo de estudiantes de periodismo en las que reivindicó el abuso sexual, por las que fue denunciado penalmente por incitar a la violencia contra las mujeres. Si fuera encontrado culpable en un juicio oral y público, el músico podría recibir una pena de tres a seis años de cárcel. Las declaraciones de Cordera se sumaron a otros casos de denuncias de abuso sexual en el ambiente del rock nacional.
"Siempre se supo que el acoso y el abuso eran delitos, lo que cambió en los últimos tiempos es la aceptación y tolerancia social ante estas conductas, propias de una cultura patriarcal y machista que hacía que en ciertos ambientes, como en los medios o en el ambiente artístico, el acoso estuviera naturalizado. No cambiaron las reglas. Cambió la época. Cambió, para bien, lo que la sociedad está dispuesta a tolerar. Y el que no percibe el cambio y sigue actuando como antes queda expuesto por sus propias conductas ante su entorno", dice Fabiana Túñez, directora del Instituto de las Mujeres (ex Consejo Nacional de la Mujer), el órgano oficial que se ocupa de la defensa y la promoción de los derechos de las mujeres.
"No es que antes el acoso o el abuso estuviera aceptado. En la experiencia de las mujeres, siempre se consideraba algo que las invadía. La opción que tenían ante un acosador era irse o soportar la situación. El cambio de época pasa por cómo la sociedad escucha a quienes denuncian. Ahora se toma en cuenta esa palabra. Antes ese testimonio se suavizaba, se le decía a la víctima que no había que exagerar y a la vez existía una defensa corporativa de los varones", dice Sabrina Cantabia, abogada, feminista y presidenta de Red de Mujeres y miembro del colectivo Ni Una Menos.
"Creo que con Ni Una Menos empezó a cambiar la forma de contar las situaciones de violencia. Juntas, nos animamos a denunciar actitudes que antes eran parte de un privilegio masculino. Cambiaron la manera de ver esas situaciones y la manera de comunicarlas. Ya no se las naturaliza y el acosador queda expuesto. Lo bueno de estos cambios es que son un despertar. Nadie queda indemne. Hay cosas que ya no se toleran. Y de eso no hay vuelta atrás", agrega Cantabia.
"Hay un cambio en la percepción de la población sobre el acoso laboral, ya que se lo vincula a la violencia contra mujeres, algo que antes no ocurría, se tomaba como algo normal y que era naturalizado en algunos ambientes y en el trabajo. Ahora, se ha comenzado a desnaturalizar la violencia contra las mujeres y niñas, en todas sus formas", dice Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM).
"Antes se tomaba el acoso como parte del folclore de un cierto ambiente. Por primera vez en mucho tiempo se le está dando crédito a la palabra de la víctima. Hay mayor presión social para escuchar en forma activa su denuncia. Y la condena social tiene un impacto directo en la Justicia, que debe ser más ágil y dar respuesta a la altura que las denuncias exigen. El avance de las legislaciones en los distintos países, acompañando este proceso, produce cambios de paradigma cultural", agrega Túnez.
Y a modo de ejemplo cita la ley 26.485, de protección integral de las mujeres, que busca prevenir, sancionar y erradicar todas las formas de la violencia contra las mujeres, la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres. También, la inclusión reciente de un artículo que agrega el acoso callejero como una forma de violencia contra la mujer. "Antes, esas situaciones eran toleradas y vistas como una forma de cortejeo. Se los llamaban piropo. Pero eran todo lo contrario, porque obligaban a la mujer a hacer oídos sordos cuando alguien le faltaba el respeto", dice Túñez.
H. I.
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