Septiembre 22, 1998 (The New York Times): "En la conferencia sobre teoría de cuerdas de este verano en Santa Barbara, California, los físicos estaban tan entusiasmados con un reciente trabajo del doctor Juan Maldacena, un teórico de Harvard, que festejaron bailando (...) una modificación de «Macarena»." ("Dale alegría a tu teoría, Maldacena... Eeeeeeeeee,Maldacena...!")
El párrafo precedente integra un extenso artículo dedicado a la presentación de una hipótesis audaz que imagina el universo como un holograma que (del mismo modo en que con la holografía láser se proyecta un objeto tridimensional en una superficie de dos dimensiones), surge de la proyección cuatridimensional de un objeto de nueve o 10 dimensiones. En particular, lo que deslumbró a los físicos es que, gracias a un elegante atajo, logró vincular dos teorías matemáticamente irreconciliables: la de la relatividad (que explica el comportamiento de los objetos muy grandes, como estrellas y planetas) y la mecánica cuántica (que describe el comportamiento del zoológico subatómico). "Las implicancias de esta noción recién están empezando a atisbarse", dice The New York Times. Hoy se la conoce como "Conjetura de Maldacena".
Como un terremoto, solo entre el envío para su publicación en arXiv.org, el 27 de noviembre de 1997, y el momento del congreso, el trabajo (titulado The Large N Limit of Superconformal field theories and supergravity y firmado en solitario por el científico nacido en Caballito, que en ese momento investigaba en el Lyman Laboratory of Physics, de Harvard) desató más de 100 "réplicas". Hoy ostenta el récord de la física teórica con más de 15.000 citas, alrededor de dos por día a lo largo de los últimos veinte años. Hace algunas semanas, en ocasión de las dos décadas de este hallazgo, se le dedicó la reunión anual de supercuerdas que se realizó en Tel Aviv, y lo mismo ocurrirá en enero próximo, en el Instituto Balseiro, el lugar donde Juan Martín se formó bajo la tutela de Gerardo Aldazabal.
Su madre, Carmen, siempre amable y afectuosa, recuerda al mayor de sus tres hijos como "introvertido y reservado", "buen alumno, pero no de 10", que "en sexto grado le discutía al maestro sobre reglas ortográficas", "dotado de inusual constancia y enorme poder de concentración". Hoy es una estrella del mundo científico. Fue el profesor vitalicio más joven de la historia de Harvard, integra el staff de "elegidos" del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, donde trabajó Einstein (y también investiga otro argentino, Matías Zaldarriaga), y fue uno de los nueve ganadores de la primera edición del Premio Yuri Milner a la Física Fundamental (dotado de tres millones de dólares). Inmediatamente después de recibirlo hizo una generosa donación al Balseiro para el desarrollo de un programa de profesores invitados, muestras de divulgación sobre física, la construcción de un museo de ciencias o el estímulo a la transferencia de conocimiento.
Para orgullo de sus padres, sin embargo, lo más destacable no es su talento fuera de serie, sino su humildad. Descripto por su mujer como "un personaje de The Big Bang Theory", aunque según sus propias palabras "calla en todos los idiomas", visita la Argentina, y en particular Bariloche, una o dos veces por año. Dicta seminarios, se presta de buen grado a los requerimientos periodísticos y ofrece conferencias que atraen al público general.
"Nosotros estábamos en Boston cuando se publicó el artículo del diario norteamericano -confiesa Carmen-. Juan Martín nos había dicho al pasar que le habían hecho una entrevista, pero que no sabía si la publicarían ni cuándo. Al ratito nos llama y nos dice: «Compren el diario». ¡No podíamos creerlo! Entrevistaron a mis hijas. Mi mamá tuvo que irse a la casa de un familiar... La conmoción fue tremenda."
Pensar que muchos de nosotros podremos decirles a nuestros descendientes: "Yo viví en el tiempo de Juan Martín Maldacena".
N. B.
"Nosotros estábamos en Boston cuando se publicó el artículo del diario norteamericano -confiesa Carmen-. Juan Martín nos había dicho al pasar que le habían hecho una entrevista, pero que no sabía si la publicarían ni cuándo. Al ratito nos llama y nos dice: «Compren el diario». ¡No podíamos creerlo! Entrevistaron a mis hijas. Mi mamá tuvo que irse a la casa de un familiar... La conmoción fue tremenda."
Pensar que muchos de nosotros podremos decirles a nuestros descendientes: "Yo viví en el tiempo de Juan Martín Maldacena".
N. B.
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