Les ofrecemos un adelanto del nuevo libro de Laura Di Marco llamado ‘Macri: historia íntima y secreta de la élite argentina que llegó al poder’. El capítulo “Confesiones incorrectas” revela distintos puntos de vista inéditos del Presidente sobre los principales desafíos que afronta su gobierno.
La colación Cambiemos es gelatinosa a la hora de las definiciones.
Y también lo es el liderazgo presidencial. Incluso, los periodistas especializados en el Pro, los que han seguido el día a día de la fuerza que Mauricio Macri armó durante una década, se desconciertan a la hora de explicar este ex¬perimento político extraño, que desalojó al kirchnerismo del poder.
Acaso, tal como aseguran los politólogos que investigan sobre las nuevas formas de la política contemporánea, 2001 haya quebrado la matrix del sistema clásico. Una hipótesis que, de ser cierta, colocaría al macrismo en la góndola de las novedades pos 2001.
Macri no es Menem, ni De la Rúa. Tampoco es Cristina.
Y, por más fuerza que hagan los que analizan la política con los ojos en la nuca, cuesta encajar a Cambiemos en las categorías clásicas del neoliberalismo o de la derecha convencional.
En el gobierno coexisten protagonistas antagónicos: ex CEOs de grandes corporaciones conviven con líderes sociales como Toty Flores o Margarita Barrientos; un ortodoxo como Carlos Melconián, con los radicales que impulsaron el juicio a las Juntas Militares; ex Newman, hijos de millonarios, con María Eugenia Vidal, una chica de clase media que creció en un departamento alquilado de Flores.
Un abogado de la élite, cuyo padre se educó en el exclusivo colegio Saint George, como Fabián Rodríguez Simón, comparte encuentros —y sobre todo, desencuentros— con un binguero como Daniel Angelici, cuyo padre tenía un taller mecánico en Villa Soldati.
Si Cambiemos es un gobierno de empresarios, tal como supone el kirchnerismo, resulta extraño que sus pares del empresariado no lo hayan apoyado como la élite gobernante esperaba.
Y si nació con cobertura mediática, tampoco se explica que hayan sido los grandes diarios quienes denunciaron a Macri por los Panamá Papers; por el escandaloso acuerdo entre el Correo y el Estado; o por los sospechosos giros que recibió su jefe de Inteligencia, Gustavo Arribas, de un operador de Odebrecht, detenido por el Lava Jato.
“Somos una derecha con corazón”, rotulará el periodista Hernán Iglesias Illa, autor del diario de campaña Cambiamos e integrante del equipo de comunicación del gobierno.
Una etiqueta que hará explotar de furia a los simpatizantes de Cambiemos, que rechazan cualquier conexión con “la derecha”.
Jaime Durán Barba le sacará punta a otra definición: dirá que Mauricio Macri es el primer líder del siglo XXI. Y que la llegada de Cambiemos a la Casa Rosada —coalición que logra desalojar al populismo autoritario del poder— inau¬gura formalmente el nuevo siglo político.
La quinta Los Abrojos —el predio familiar donde Macri pasa los fines de semana desde hace cincuenta años— es el corazón de la intimidad presidencial.
Se trata de un complejo con varios chalets, edificado en el barrio Los Nogales, donde viven distintos integrantes de la familia.
Frente a la quinta, separada de ella, también se ubica la casona de Mariano Macri, el más bohemio de los hermanos, según el jefe del clan. La casa del patriarca preside el centro de la quinta.
Y, a pesar de que Franco Macri, ya casi no viaja a San Miguel por sus problemas de salud, en su chalet siempre hay movimiento: lo habitan sus nietos.
El chalet del Presidente y su familia “chica”, como él llama al núcleo íntimo que armó con Juliana Awada y la pequeña Antonia, está pegado al de su padre.
Y será allí, en su refugio más secreto, entre muffins y jugos de fruta, donde Macri abrirá la zona más privada de su pensamiento. Y rodeado de esos olores familiares, se desplegará sin filtro.
Las reconciliaciones con Carrió
Desde que asumió el nuevo gobierno, Elisa Carrió —una pieza fundamental de la coalición gobernante—, se convirtió, a la vez, en una de las principales denunciantes de sus propios aliados.
Bajo su lupa, cayeron desde el primo del presidente, Jorge Macri, a quien Lilita acusa de tener connivencia con el narco de la zona norte, hasta el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, a quien señala como artífice de la corrupción en la Justicia.
Después de cada hecatombe mediática, el Presidente la invita a comer y la relación parece pacificarse por un tiempo.
Hasta la próxima denuncia.
—¿Y cómo son esas comidas de reconciliación?
—Bueno, le digo que hay denuncias que ella hace que no ayudan en nada a la gobernabilidad de la cual Lilita se preocupa.
Por ejemplo, alguna vez ha dicho que en abril o mayo [de 2016] iba a haber un intento de golpe. Y no pasó nada. Entonces, le pregunto: “¿Te pusiste a pensar en qué afectás vos la gobernabilidad, cada vez que atacás, por ejemplo, al presidente de la Corte?”.
Porque no es normal que una líder de la coalición de gobierno ataque al presidente de la Corte… No pasa en Uruguay, no pasa en Paraguay, no pasa en Chile, en Estados Unidos.
Encima, cuando todo el gobierno le dice: “No avalamos lo que vos decís”. O sea, es bastante particular. Entonces, cuando hace denuncias sin fundamenta, se devalúa ella.
Porque ni mi primo está con el narco, ni a Lorenzetti se le ha podido demostrar nada de las denuncias que ha hecho.
Y, como se lo he dicho a ella, son cosas que contribuyen en nada a generar institucionalidad, ni a darle valor a la palabra.
Y cuando digo que se devalúa ella, es porque Lilita ha hecho muchas otras denuncias que sí son reales y tienen fundamento. Y han sido muy importantes.
Pero, cuando todo es lo mismo, estamos en problemas… Yo estoy tranquilo, voy a seguir trabajando con el presidente de la Corte, porque Lorenzetti está trabajando en línea para mejorar la institucionalidad.
Más aún, él sugirió muchas de las propuestas de reformas, a favor de la mejora institucional. O las sugirió o ayuda cuando la Corte cree que son correctas.
Entonces, en resumen: Lilita ha sido para mí una muy grata sorpresa porque hemos logrado entablar una relación de afecto recíproco y también llegamos a entender que no pensamos en todo lo mismo.
—Pero si en alguno de esos cortocircuitos, abandonara la coalición, sería un gran problema para su gobierno.
—Si se fuera, no sería un problema: sería una gran triste¬za. Y como tenemos las mismas intenciones, también sería una falta de flexibilidad de alguna de las dos partes.
—¿Es bueno que funcione de auditora moral de su gobierno?
—Es un rol que ha ejercido toda su vida. A mí no me molesta, pero tampoco lo necesito. Tengo en claro mi ética, así que nunca necesité ese tipo de auditorías. Y por más que me guste o no, no lo va a dejar de hacer.
Yo he puesto mi mayor capacidad de entendimiento, y trato de ir más allá de lo que ella dice.
Lamento que, en aquellos casos en los que se equivoca, las personas se sientan muy agredidas. Ese es un daño que en el ella no repara.
Massa, el opositor
—Prefiero el Massa que aprueba las leyes al que declara. Porque tiene distintas actitudes. Uno apoya las leyes, tiene un compromiso con una transformación profunda de la Argentina.
El que declara, va más por el lado del oportunismo, de proponer desde las soluciones mágicas. Cero aumento de todo, bajemos la inflación y además démosle a todo el mundo todo. ¿Y de dónde lo sacamos? Ese oportunismo no está bueno. ¿Si confío en él?… Vamos paso a paso.
Gabriela, la “hermana menor” y el dinero robado de Suma
La vicepresidenta Gabriela Michetti está al lado Macri casi desde los inicios su proyecto político.
Y fue, sobre todo en aquellos primeros años, cuando más oxígeno político le aportó a una figura que aún concentraba altos niveles de rechazo. Era la época en la que Macri la llamaba “mi hermana menor”.
Sin embargo, aquella luna de miel, entró en un cono de sombra en el arranque de 2015, cuando Michetti decidió enfrentarlo en una interna por la jefatura porteña, en la que Macri optó por jugar abiertamente en favor de su delfín, Horacio Rodríguez Larreta.
Fue el peor momento de la relación entre ambos.
Luego, vendría la reconciliación y la oferta de la vicepresidencia, aunque la relación nunca volvió a recomponerse del todo.
En 2016, a pocos meses de la asunción de Cambiemos, la difusión del robo de dinero —no bancarizado— de la Fundación Suma, perteneciente a Michetti, dejó a la vicepresidenta en el ojo de la tormenta mediática.
—Yo le dije desde el día cero lo que me parecía: que ella no era la persona adecuada para sucederme a la Ciudad, porque acá no es una cuestión de inteligencia, ni de sentido común.
Hay muchos otros factores, como la capacidad de organización, el método e, incluso, la salud física. Gabriela es una persona muy valiosa en el equipo, pero que tiene que tener un rol en el cual pueda entrar y salir de los temas.
Ella rinde mejor así. Y esto yo se lo he dicho siempre. Nunca me enojé por su decisión [de enfrentar a Larreta en la interna].
Sí me sorprendió que ella haya creído que yo no iba a dar mi opinión [en favor de su entonces jefe de Gabinete]. Y ahí se enojó conmigo el ala larretista, cuando hago votar en la interna. Yo quería una interna abierta.
Ahora, lo que nunca imaginé es que iba a ir Gabriela a esa interna. No me enojé, pero sí hablé con ella antes de ofrecerle la vicepresidencia. Quería saber si ella estaba enojada.
Entonces le dije: “Yo estoy feliz de que vos me acompañes de vice, pero eso solamente es posible si vos no lo hacés desde la bronca. Ser vicepresidenta de la República es una enorme responsabilidad; es algo que no solo te distingue, sino que te compromete: tenés que hacer borrón y cuenta nueva”.
Y así lo hizo. Y no me equivoqué porque Gabriela es infinitamente más de lo que fueron los otros vicepresidentes.
Por otro lado, desde lo personal y lo político, siempre fue una enorme compañía, en momentos de tormenta gigantesca.
—¿Qué sintió cuando se enteró de que le habían robado el dinero de Suma, su fundación, en su propia casa?
—Nunca dudé un instante. Lo tomé como la típica cosa del desorden de nuestro país.Pensá que entre el 70 y 80 por ciento de los clubes de barrio no pudieron pasarse a tarifa social porque no tenían los papeles en regla, no estaban inscriptos.
Entonces, que las ONGs acá tengan todos los papeles desordenados no debe extrañar. El desorden no significa que haya nada raro.
Mira, yo por Gabriela pongo las dos manos en el fuego así —Macrixtiende ambas manos y hace el gesto de ponerlas sobre el fuego—.
¡Olvidate! Eso sí: tanto en el caso de Suma como en los Panamá Papers la Justicia debe investigar hasta el final y ambos casos tienen que cerrarse.
¿Paréntesis o proyecto de poder?
—¿Un paréntesis entre dos peronismos o un proyecto de poder? En una palabra: ¿Piñera o Lula?
—Hay un proyecto de poder porque el cambio es un poder. El cambio significa permanencia de los valores. Si cuando yo me voy de acá, vuelve a haber un presidente con prejuicios respecto del mundo.
O hace lo de Menen, que les regala todo. O lo de Kirchner, que maltrataba a todo el mundo… en todos esos casos, yo habré perdido.
Y segundo: si el que me sucede no entiende que somos aves de paso, y que lo importante es la historia y que la sociedad evolucione, también habré fracasado. Para mí, un proyecto de poder es un cambio cultural definitivo.
Después, si en ocho o en doce años toca que venga otro peronista, es lógico: volverá un bipartidismo, que tiene que funcionar.
Pero lo que hay que entender es esto: nosotros no venimos acá a arreglar todo para que, el que nos suceda, lo vuelva a descomponer.
Panamá Papers y el enojo sordo con el periodismo
Macri llevaba apenas cuatro meses en el poder cuando el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, difundía los primeros resultados de los Panamá Papers: una mega investigación mundial que reveló una trama de sociedades offshore en paraísos fiscales y que involucró a jefes de Estado, líderes de la política y personajes de las finanzas, los negocios y el deporte.
Entre todos aquellos poderosos, también aparecieron varias sociedades offshore vinculadas con el Grupo Macri, constituidas por el jefe del clan, pero en las que Mauricio también figuraba integrando directorios, como el caso de las firmas Fleg Trading Ltd. y Kagemusha.
Los resultados fueron presentados simultáneamente el 3 de abril de 2016 por 109 medios de comunicación, en 76 países.
Panamá Papers básicamente sugería que, aquellas offshore, fundadas por los más ricos e influyentes, podrían haber servido de pantalla para ocultar propiedades de empresas, activos y ganancias y, al mismo tiempo, facilitar la evasión de impuestos.
En la Argentina, la pesquisa fue liderada por el periodista Hugo Alconada Mon, quien publicó la investigación colectiva en La Nación.
En el arranque de 2017, el fiscal de la causa que investiga la vinculación de los Macri con los Panamá Papers, Federico Delgado, intenta establecer básicamente dos cosas: si, a través de las offshore de la familia Macri, se realizaron maniobras de lavado de dinero.
Y si la responsabilidad de ese eventual de¬lito es solo de Franco Macri o también alcanza al Presidente.
—Me emociona todo el tiempo ver la ilusión de la gente. Eso es muy loco porque prendés la televisión y es una carnicería.
Y, en contraposición con eso, en cada lugar donde voy, la gente está con una esperanza que vos decís: ¡qué fractura entre el círculo rojo y la gente!
—Pero los Panamá Papers conectaron a los Macri con la trama de corrupción de la Argentina.
—Un disparate. Me quieren equiparar con la corrupción del kirchnerismo. Pero lo que más me preocupa es la flaqueza de los propios, los que están con nosotros desde lo político: “No, flaco, pará, no te acepto, no ha lugar”.—No le entiendo. ¿Quiénes serían los propios?
—Los periodistas que comparten nuestros puntos vista desde lo político. Cuando empiezan: “Está muy mal lo de Macri, porque tendrá que comprobar por qué era accionista y tenía una cuenta offshore”.
Y yo te digo: “¿Vos leíste lo que escribió Alconada? ¡No pueden decir eso, muchachos!”. Panamá contestó que yo fui director seis meses.
Y en mi vida, ¿qué demonios tengo que dar explicaciones de por qué fui director seis meses, veinte años atrás? ¡Es ridículo! ¿De qué estamos hablando? Yo tenía una vida, fui empresario y las offshore existen.
Las tienen Clarín, La Nación, YPF. Cuando se mezcla todo… ¡qué paciencia hay que tener! Encima con este [Federico] Delgado, que todo el tiempo anda haciendo anuncios que…
—Se lo nota enojado con el periodismo, ¿esperaba más apoyo de la prensa?
—No, esa parte la entiendo. Pero me enoja Delgado. Me enoja porque yo quiero que la Justicia investigue al presidente, para que se demuestre que no hay nadie con privilegios.
Pero el fiscal tiene que ser respetuoso. No puede decir, como ha dicho: “Se me escapó la tortuga”. Pasamos de tenerle pánico a la señora a decir cualquier barbaridad. ¡Eso me enoja!
Trump, el gran acierto del gurú
Jaime Durán Barba fue el único que alertó a Macri sobre el triunfo de Donald Trump.
El resto del gobierno —empe¬zando por su canciller, Susana Malcorra— se jugó sin disimulo por la candidata demócrata, Hillary Clinton, dejando al gobierno en una situación complicada con el sorpresivo triunfo de Donald Trump. Una victoria que cambiaría el escenario político mundial.
—No siempre estoy de acuerdo con Jaime, pero si yo he trabajado todos estos años con él, es porque acierta mucho más de lo que erra.
Trump gana por el momento del mundo y el posicionamiento que ocupó: fue el candidato del antisistema y de lo disruptivo. Es lo que se está dando en todo occidente.
Los candidatos que ganan son los que cuestionan el sistema, por derecha y por izquierda. No fuimos nosotros solos quienes perdimos neutralidad. ¡El mundo la perdió!
En la última reunión del G20, todos embanderados con la candidatura de Hillary.
Es más, yo fui a un panel en la Clinton Foundation, que compartí con Matteo Renzi y Matteo le dice a Clinton: “Te espero, Bill, para la próxima, como acompañante de la Presidenta”.
La última vez que lo vi a Trump fue hace trece años, lo fuimos a visitar a Nueva York. Allí comimos juntos con todas las mujeres. Fui con [Francisco] De Narváez y su mujer, Isabel [Menditeguy] y yo, y él y Melania.
Después no lo vi más, pero cuando volvimos a hablar, la noche de su triunfo, fue como si no hubiera pasado ni un minuto… Me dijo: “Nos vamos a llevar bárbaro; Argentina y Estados Unidos se van a llevar como nunca antes”.
Le dije que nos íbamos a ver en el G20 [en julio de 2017] y él me dice: “Sí, claro y seguro me vas a dar la mejor habitación a mí”. Y nos reímos…
Macri versus la cultura maradoniana
—A modo de evaluación, sigo pensando que fue un tremen¬do éxito haber evitado la crisis terminal. Tremendo éxito… Sobre todo cuando lo miro en términos de cuánta plata tomamos prestada.
Tomamos 47 mil, casi 48 mil millones de dólares, para pagar todos los vencimientos y desastres que habían dejado estos tipos, con un país quebrado atrás.
Entonces, digo: ¡A la pelota, qué éxito! Si vos vas al banco, en cesación de pagos, sin un mango de reservas, quebrado, y el banco, a pesar de que no le pagaste, te vuelve a prestar 47 mil millones más, es un éxito descomunal.
Pasa que los argentinos tenemos esa tendencia a no valorar nada. Por ejemplo: salimos campeones, empatamos la final y perdemos en el desempate y ya el equipo es un desastre. Hay una mayoría que es así; tiene esa cosa maradoniana…
Qué no pudo, qué no quiso, qué no supo
—¿Qué no pude? Cambiar a la procuradora [Alejandra] Gils Carbó. Hasta la fecha, no pude. Y eso es malo para el cambio cultural porque ella expresa, desde un lugar relevante, ideas a las que la mayoría de los argentinos no adherimos, sobre todo en términos de administración del Código Penal.
¿Qué no quise? Responder a esa demanda de personalismo, de autoritarismo que hay en una parte importante de la sociedad, que siempre justifica “por las buenas razones” que el presidente haga las mismas cosas que criticábamos al gobierno anterior.
Había muchos que me decían, por ejemplo, que yo tenía que cambiar a un montón de jueces. O que la tenía que sacar a Gils Carbó por decreto.
—Le pedían que sea un poco como Cristina.
—Exactamente. Pero, claro, me decían: “¡Es por las bue¬nas razones!”. Y eso siempre es muy subjetivo: entonces, no, no quiero hacerlo. ¿Y qué no he sabido hacer, hasta ahora?
Bueno, no he sabido todavía transmitirles a muchos argen¬tinos la necesidad de este cambio cultural, que significa un compromiso con el esfuerzo personal, la responsabilidad y la cultura del trabajo.
Todavía hay muchos argentinos que siguen aferrados a sus comodidades, a sus privilegios, y espero que podamos seguirlos convenciendo de que esos privilegios que ellos han sacado son en contra de los demás.
Y, al final del camino, en contra de ellos mismos, porque la sociedad en su conjunto no crece porque ha sido canibalizada por privilegios corporativos, sectoriales e individuales.
El tramo final de la última entrevista la hacemos dentro de la camioneta presidencial. Viajamos desde Los Abrojos, en Malvinas Argentinas, hacia la quinta de Olivos.
Macri tiene una custodia relativamente discreta, que consta de diez policías de la Federal: el conductor y coconductor de la van en la que viaja, más ochos custodios que se distribuyen en dos Toyota que siguen a Macri, a una distancia prudencial.
“No quiere mucho circo, nos pidió una custodia sin balizas, ni serenas. Si hiciera falta, podemos tener francotiradores para eventos especiales, pero nunca lo solicitó”, cuenta uno de los custodios presidenciales.
Cuando el Presidente incursiona en territorios peligrosos, como podría ser Fuerte Apache o las villas penetradas por el narco, se suman las camionetas del Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF).
Y cuando viaja al ex¬terior, ni sus custodios conocen detalles del destino sino hasta muy pocas horas antes del vuelo: la reserva forma parte del protocolo de seguridad.
Un empresario contra el establishment
—Más allá de todo lo que nos esforzamos los seres humanos, no creo en la frase mágica: “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”.
Creo, sí, que muchos empresarios, por suerte, entienden que este cambio cultural nos lleva al único camino del desarrollo. Con lo cual he visto a muchos de ellos mucho más comprometidos que otras veces.
No al nivel de lo que algunos líricos sueñan: o sea, no se van a arriesgar a fundir apostando el todo por el todo para que esta vez salga bien. Pero noto que están dispuestos a jugarse mucho más que en los últimos treinta años.
No a niveles líricos, insisto. Porque, aparte, no se puede generalizar: hay de todo. Hay tipos que ya no tienen capacidad de resetearse y que, producto de un sistema de reglas que viene desde hace treinta años, se han oxidado y piensan que su vida empresaria pasa por el “Moreno” de turno. Y hay otros que están felices de poder funcionar sin amenazas, aprietes ni cometas.
Superministro de Economía y soluciones mágicas
—Cuando empiezan con las teorías de que, si tuviera un solo ministro de Economía, un superministro de Economía, las cosas andarían mucho mejor, entramos en el pensamiento mágico.
Un pensamiento que tiene una parte importante de la dirigencia, porque el ciudadano común no se aferra a la magia. Entonces, yo pregunto: ¿un superministro de Economía va hacer que la economía arranque?
¿Va a lograr que Brasil salga de su recesión? ¿Va a lograr que el déficit fiscal baje, por arte de magia? ¿Le hubiera agregado de valor a [Juan José] Aranguren en todo este descontrol de las tarifas?
¿Qué le hubiese dado de valor agregado a la agenda del campo? ¿O a [Guillermo] Dietrich, en los planes de las obras que está impulsando? Si lo pensás bien, ¡es de locos!
Lo que va a lograr que el déficit fiscal baje es que los dos mil flacos que tenemos que tomar decisiones, tengamos un mínimo de responsabilidad de darnos cuenta de que la Argentina no puede gastar 400 mil millones de pesos de más todos los años: este es el mayor problema que tiene el país y, si seguimos así, este modelo ¡colapsa!
Entonces, no me creo el campeón mundial, pero tampoco les creo a los que dicen que es el fin del mundo. Y aunque algunos enloquezcan y propongan soluciones mágicas o digan que me falta política, yo no les creo.
Me causa gracia cuando hablan de traer al gobierno a [Florencio] Randazzo, como si salir adelante fuera una cuestión de nombres. ¿Y qué va a hacer Randazzo?
Ninguna persona que exista en el país, ni en el mundo, hubiese podido cambiar más menos cinco por ciento todo lo que hemos hecho hasta ahora. Sobre todo, porque no hubiesen podido cambiar el desastroso punto de partida.
Que encima de que estaba todo destruido, dentro del propio Estado encontramos quintas columnas que nos boicotearon sistemáticamente. En cada lugar del Estado, hay gente de La Cámpora o del kirchnerismo duro que no te deja avanzar.
Elecciones, cambio cultural y círculo rojo
—Obviamente este cambio cultural, que recién comienza, se refuerza con votos. Y estoy convencido de que vamos a ganar porque, mal que le pese al círculo rojo, el apoyo que tenemos hoy es impresionante.
—Cuando habla del círculo rojo, ¿se refiere a lo mismo que Durán Barba: al periodismo, los ciudadanos informados y al establishment político, sindical y económico?
—Sí, yo inventé la definición del círculo rojo como aquellos políticamente informados. No es [Héctor] Magnetto, son 200 mil personas. Y vuelve a haber una grieta enorme entre el círculo rojo y la gente.
La gente hoy está tranquila, está disfrutando que bajó la tensión en la Argentina. La mayoría, razona así: “No estoy bien; me cuesta llegar a fin de mes, pero estoy más tranquilo.
Hoy veo a mi gobierno y no me altera. Me siento representado. Obviamente, intuyo —no logro dimensionar del todo— que lo que dejaron fue un desastre.
Entonces, hay que tener paciencia y hay que trabajar, como dice el Presidente: hay que esforzarse”. Y en ese camino, este 2017 vamos a ganar y de vuelta el círculo rojo va a decir: “¡Faaa! ¿Cómo sacaron tantos votos, si a mí me dijeron que en La Matanza se quedaron sin laburo?”. Vamos a ganar con igual o más votos que los que sacamos en la primera vuelta de 2015.
—¿Y qué pasa si pierden, Presidente?
—Si perdemos, indudablemente, se debilitará todo el cambio cultural. Porque acá hay mucha gente del círculo de poder que no quiere cambiar. Este es el tema de fondo.
Son todos estos tipos que tienen un cacho de poder, que les significa a ellos un beneficio económico o solamente poder, y que cuando les decís: “Vamos a un sistema transparente o vamos a licitar”, no quieren hacerlo. ¡Estos son los tipos que te detienen!
Llegamos a Olivos y Macri —con raqueta y ropa de tenis— se baja de la camioneta, que estaciona frente a una arboleda, en la zona de Jefatura de Gabinete, donde el Presidente está a punto de tener una reunión.
Camina unos pasos y, de pronto, se da vuelta, como si se hubiera olvidado de decir algo importante. Y entonces, dice:
—Estoy tranquilo porque sé que más de lo que estoy haciendo no puedo hacer… ¡No puedo hacer!
Sigue avanzando unos pasos, y a modo de despedida, con la raqueta en alto, saluda, como recordando:
—El gol de Kempes ¡lo hace Kempes! ¡Gracias!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.