Aunque casi nunca lo tomamos en consideración, la forma más eficiente de transportar bits a escala global es por medio de un colosal tendido de cables submarinos de fibra óptica
La idea de Internet está asociada con algo que flota en el aire en confiterías y aeropuertos, con el Wi-Fi de casa o el plan de datos del celular. Bueno, la Red es una entidad mucho menos eólica, si me permiten la broma.
Como saben los que siguen las redes sociales, el martes hubo alguna clase de problema con un cable de una compañía llamada Level 3 y como consecuencia algunos usuarios argentinos denunciaron una merma en la calidad del servicio.
Y es lógico. Lejos de esa percepción aérea e intangible, Internet es, al menos desde el punto de vista del transporte físico de los bits, un colosal tendido de cables submarinos de fibra óptica.
Porque la sincronicidad es un hecho, cuando recibí la noticia del incidente de Level 3 estaba en casa viendo cómo soterraban los tubos que, en algún momento del futuro, albergarán los cables de TV, Internet y telefonía. ¿No es lindo?
En fin, cables, cables, cables, ¿qué necesidad hay de tanto cable? ¿Por qué esta extravagancia de mandar los datos por debajo de los océanos cuando existen satélites y antenas de telefonía celular? ¿Qué pasa si alguien va y corta uno de esos conductores? ¿Y si lo engancha el ancla de un barco?
Ya saben lo que pienso de los cables. No me gustan. Perdón, eso fue un eufemismo. Los detesto. Si me vieran desembrollar los auriculares pensarían que estoy luchando con una gata peluda (mínimo). Pero los cables tienen un número de ventajas (incluso cuando se trata de auriculares). En la semana, hablé de estas y otras cosas con Ernesto Curci, vicepresidente de administración de servicios y red de Level 3. Primero, para que me contara qué era lo que realmente había ocurrido el martes (digo: es raro que los cables submarinos se dañen) y, segundo, para que me diera un panorama de esa cara poco conocida de Internet, la subacuática.
Básicos, pero confiables
Al revés de lo que ocurre con las microondas (o cualquier otra forma de energía electromagnética), en una red cableada uno puede añadir ancho de banda con sólo agregar más conductores. En cambio, la naturaleza ofrece un número limitado de frecuencias, y no hay forma de alterar la realidad física. Es lo que hay.
Punto para los cables, en suma.
En fin, cables, cables, cables, ¿qué necesidad hay de tanto cable? ¿Por qué esta extravagancia de mandar los datos por debajo de los océanos cuando existen satélites y antenas de telefonía celular? ¿Qué pasa si alguien va y corta uno de esos conductores? ¿Y si lo engancha el ancla de un barco?
Ya saben lo que pienso de los cables. No me gustan. Perdón, eso fue un eufemismo. Los detesto. Si me vieran desembrollar los auriculares pensarían que estoy luchando con una gata peluda (mínimo). Pero los cables tienen un número de ventajas (incluso cuando se trata de auriculares). En la semana, hablé de estas y otras cosas con Ernesto Curci, vicepresidente de administración de servicios y red de Level 3. Primero, para que me contara qué era lo que realmente había ocurrido el martes (digo: es raro que los cables submarinos se dañen) y, segundo, para que me diera un panorama de esa cara poco conocida de Internet, la subacuática.
Básicos, pero confiables
Al revés de lo que ocurre con las microondas (o cualquier otra forma de energía electromagnética), en una red cableada uno puede añadir ancho de banda con sólo agregar más conductores. En cambio, la naturaleza ofrece un número limitado de frecuencias, y no hay forma de alterar la realidad física. Es lo que hay.
Punto para los cables, en suma.
Aparte de las limitaciones en el ancho de banda, un satélite es muchos órdenes de magnitud más complejo que un cable, incluso que uno submarino. Un de estos conductores consta de varias capas que recubren los pelos de fibra óptica (así se llaman en la jerga, porque tienen el grosor de un pelo). A saber: plástico, cobre para transmitir la electricidad que alimenta los amplificadores de señal, un gel contra la humedad, incluso una protección de metal, en el caso de los cables que están en la playa. Claramente, un satélite es otra clase de criatura.
Además, y a pesar de que tendemos a pasarlo por alto, los satélites operan en el espacio, un ambiente no sólo mucho más hostil que el lecho marino, sino también más difícil de alcanzar.
Otro punto para los cables. Por eso, me dice Curci, el 97% de Internet viaja por cables submarinos.
En el caso de los auriculares, por si están pensando en que me perdí la noticia de que existen dispositivos Bluetooth, la razón es que transmitir audio por microondas con una fidelidad decente es más complicado de lo que solemos creer. Más complicado significa, en este contexto, más caro.
Y terrestres también
Además, y a pesar de que tendemos a pasarlo por alto, los satélites operan en el espacio, un ambiente no sólo mucho más hostil que el lecho marino, sino también más difícil de alcanzar.
Otro punto para los cables. Por eso, me dice Curci, el 97% de Internet viaja por cables submarinos.
En el caso de los auriculares, por si están pensando en que me perdí la noticia de que existen dispositivos Bluetooth, la razón es que transmitir audio por microondas con una fidelidad decente es más complicado de lo que solemos creer. Más complicado significa, en este contexto, más caro.
Y terrestres también
Ahora, ¿es necesario sumergirlos? Bueno, en un punto, sí, indefectiblemente, porque los continentes están separados por océanos. Excepto que quisiéramos una Internet americana, otra para Europa y Asia, una para Australia y una africana, al final los cables terminan abajo del agua. Pero esa no es la razón más importante, y aquí es donde entra en escena el incidente del martes.
El lecho marino, donde descansan las arterias de Internet, por donde viajan los paquetes de datos cuando estás posteando algo en Facebook o mirando una película en Netflix, es relativamente calmo. De hecho, lo del martes no tuvo nada que ver con un cable submarino, sino con uno terrestre. Esto es, uno de los muchos que (también de manera inevitable) deben recorrer la superficie del planeta para llegar desde las estaciones en las playas a los centros urbanos. En pocas palabras, según me contó Curci, una máquina vial enganchó uno de los cables de Level 3 y lo cortó. Así de simple.
Esa fue también la razón por la que la reparación se hizo en unas tres horas y media. Si se hubiera cortado un cable submarino, el arreglo habría demorado mucho más tiempo. "Si se daña un cable submarino -me explicó Curci- hay un número de operaciones adicionales involucradas. Por ejemplo, hay que declarar el barco que va a entrar en aguas territoriales argentinas".
Incluso el clima es un factor. Si tocan varios días de temporal, no existe ninguna posibilidad de hacer un servicio sobre el cable afectado.
En cualquier caso, todo bien con Wi-Fi y el plan de datos, pero al final Internet necesita transportarse por medio de cables terrestres (expuestos a máquinas viales o, como ocurrió hace varias décadas, al fogón que unos estudiantes estadounidenses armaron debajo de un puente) y submarinos. En el incidente del martes, el cable que se cortó estaba a dos kilómetros de la estación de Las Toninas. Bien lejos del agua, digamos.
El cableado submarino y terrestre de Level 3 en América latina; la Argentina es el último eslabón y se conecta por Las Toninas y por Valparaíso, en Chile.
Barcos y terremotos
Si miramos con más detalle, ya que estamos aquí en Las Toninas, los cables que nos conectan con Internet en un punto salen de la estación y se hunden en la playa. ¿A qué profundidad? Más o menos a un metro y medio. No parece mucho, pero hasta ahora ha mostrado ser suficiente. Las cuadrillas de las diferentes compañías que tienen salida de datos por cable submarino (Level 3, Telefónica, Telecom, y otras) revisan a diario que los cables no hayan quedado expuestos.
Los cables en la zona de la playa y los primeros kilómetros dentro del mar tienen unos 7 centímetros de diámetro; eso es mucho para conductores ópticos que tienen el grosor de un pelo. "En ese caso, el ancho del cable está constituido mayormente de protección, incluida una doble capa de acero", me explica Curci.
Luego de que se mete en el agua, el cable viaja dos kilómetros mar adentro hundido un metro y medio en el lecho, antes de aflorar. Esto no es tanto para evitar que algún vándalo con snorkel se tiente con la idea de dañar el cable, sino para evitar los principales enemigos de Internet hoy: los barcos. "Los cables en la playa y la zona cercana a la costa están tan protegidos porque en casi todos los casos un cable submarino se daña porque lo engancha el ancla de un barco o a causa de la pesca de arrastre".
Ya ha ocurrido en el pasado y es lo que más temen los técnicos de las compañías que, como Level 3, están en el negocio de ofrecer conectividad. Ahora, a grandes profundidades, los cables no requieren tanta protección y, me dice Curci, tienen sólo dos o tres centímetros de espesor.
A propósito, y porque es otro mito bastante difundido, Level 3 no se dedica ni a hacer cables submarinos (Alcatel y Furukawa son dos fabricantes bien conocidos de cables) ni al tendido en sí. Lo mismo que las otras empresas que ofrecen Internet a gran escala, la compañía compra el cable y contrata empresas de tendido. Sin embargo, la supervisión del estado físico de los cables sí cae bajo su responsabilidad, por obvias razones.
-¿Cuántos incidentes graves han tenido en la Argentina?
-En la Argentina, ninguno. El martes el tráfico fue inmediatamente ruteado por la otra salida que tiene la Argentina, por Valparaíso, en Chile.
Barcos y terremotos
Si miramos con más detalle, ya que estamos aquí en Las Toninas, los cables que nos conectan con Internet en un punto salen de la estación y se hunden en la playa. ¿A qué profundidad? Más o menos a un metro y medio. No parece mucho, pero hasta ahora ha mostrado ser suficiente. Las cuadrillas de las diferentes compañías que tienen salida de datos por cable submarino (Level 3, Telefónica, Telecom, y otras) revisan a diario que los cables no hayan quedado expuestos.
Los cables en la zona de la playa y los primeros kilómetros dentro del mar tienen unos 7 centímetros de diámetro; eso es mucho para conductores ópticos que tienen el grosor de un pelo. "En ese caso, el ancho del cable está constituido mayormente de protección, incluida una doble capa de acero", me explica Curci.
Luego de que se mete en el agua, el cable viaja dos kilómetros mar adentro hundido un metro y medio en el lecho, antes de aflorar. Esto no es tanto para evitar que algún vándalo con snorkel se tiente con la idea de dañar el cable, sino para evitar los principales enemigos de Internet hoy: los barcos. "Los cables en la playa y la zona cercana a la costa están tan protegidos porque en casi todos los casos un cable submarino se daña porque lo engancha el ancla de un barco o a causa de la pesca de arrastre".
Ya ha ocurrido en el pasado y es lo que más temen los técnicos de las compañías que, como Level 3, están en el negocio de ofrecer conectividad. Ahora, a grandes profundidades, los cables no requieren tanta protección y, me dice Curci, tienen sólo dos o tres centímetros de espesor.
A propósito, y porque es otro mito bastante difundido, Level 3 no se dedica ni a hacer cables submarinos (Alcatel y Furukawa son dos fabricantes bien conocidos de cables) ni al tendido en sí. Lo mismo que las otras empresas que ofrecen Internet a gran escala, la compañía compra el cable y contrata empresas de tendido. Sin embargo, la supervisión del estado físico de los cables sí cae bajo su responsabilidad, por obvias razones.
-¿Cuántos incidentes graves han tenido en la Argentina?
-En la Argentina, ninguno. El martes el tráfico fue inmediatamente ruteado por la otra salida que tiene la Argentina, por Valparaíso, en Chile.
-¿Y en la región?
-El peor fue el terremoto del 27 de febrero de 2010 en la zona de Santiago, en Chile. Y se debió principalmente a que hubo cortes de energía eléctrica. También fue posible resolverlo en horas. Me tocó ir a Chile por este motivo, y ver la ciudad devastada, con edificios y puentes que se habían venido abajo, fue muy abrumador. Pero la infraestructura soportó muy bien, y eso que fue un sismo de más de 9 grados.
A propósito, este desvío de los paquetes de datos por otras rutas de forma transparente es una función esencial de los protocolos de Internet (conocidos en conjunto como TCP/IP). De hecho, es la razón última de su existencia. Por supuesto, es menester contar con varias rutas y aún en tales casos los usuarios pueden percibir mermas en el ancho de banda. Pero Internet está diseñada para soportar toda clase de lesiones gravísimas. Llegado el caso, si se corrompen las tablas tablas que difunden los sistemas autónomos o si deja de funcionar DNS, grandes regiones del mundo quedarían incomunicadas. Pero eso no suele durar más que unas horas y hasta ahora no ha habido un corte global.
A. T.
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