El dólar busca su nivel en un clima enrarecido
El tipo de cambio recuperó más terreno que lo esperado, con ventajas y problemas para la economía; entre estos, el impacto sobre la inflación
Cada vez que el dólar sale a la superficie y llega a la tapa de los diarios, altera las expectativas económicas. Máxime cuando se acerca a "barreras psicológicas" con números redondos, como los $20 que estuvo a punto de rozar la semana anterior pese a su depreciación frente a otras monedas excepto el peso argentino.
Si bien las ventas de bancos oficiales estabilizaron la suba en las últimas dos jornadas, lo llamativo fue la velocidad con que se elevó el tipo de cambio nominal, que en ocho semanas trepó nada menos que 13,1% a nivel minorista, al pasar de $17,54 a comienzos de diciembre a $19,85 el viernes.
Durante ese lapso, hubo picos antes y después de que el Gobierno recalculara la meta inflacionaria (de 12 a 15% anual) para 2018 y cada vez que el Banco Central redujo las tasas de interés para adecuarlas a ese objetivo.
Esto no tiene que ver con una corrida sino más bien con otro fenómeno. Con mayor volatilidad cambiaria, la clásica "bicicleta" tasas-dólar (rebautizada carry trade) perdió sus rueditas de apoyo, como las que usan los más chiquitos para no caerse. Sin la seguridad de obtener los altos rendimientos provenientes de un tipo de cambio sumergido frente a la inflación, como en la mayor parte de 2017, ahorristas e inversores desarmaron en enero posiciones en pesos (Lebacs), se refugiaron en el dólar y agregaron más demanda frente a una oferta retraída.
Otro dato llamativo son los argumentos que justificaron la volatilidad. El mercado se decepcionó a comienzos de enero con el primer recorte de la tasa de pases del BCRA (de 28,75 a 28% anual) por considerarlo insuficiente; pero dos semanas después con el segundo (de 28 a 27,25%), por creerlo incompatible con la mayor expectativa de inflación. De ahí surgieron los rumores -bastante creíbles- sobre las presiones de la Casa Rosada a Federico Sturzenegger para acentuar la baja de tasas y empujar la actividad económica a costa de una menor independencia del BCRA, que generaron desconfianza y obligaron al presidente Mauricio Macri a respaldarlo explícitamente en Davos.
Sin embargo, el BCRA ya había anticipado su estrategia gradual de tornar "menos positiva" la tasa de interés real frente a la inflación proyectada. En otras palabras, en lugar de una baja inicial de 150 puntos básicos, optó por fraccionarla en dos y acentuarla para los plazos más largos de Lebac (25,2% a 270 días). Aunque estos niveles son más altos que cualquier expectativa inflacionaria, no impidieron el traspaso de pesos hacia el dólar, pese a que el nuevo impuesto a la renta financiera grava con una alícuota más baja (5%) al rendimiento neto de las colocaciones en pesos que en moneda extranjera o indexadas (15%), con una deducción anual de $67.000.
Además el comunicado del BCRA hizo otro aporte a la confusión, al precisar que este año espera un incremento de precios regulados de 21,8% (frente al 38,7% de 2017). Incluso Sturzenegger sugirió que el boleto polimodal con tarjeta SUBE reducirá el impacto en el IPC de la suba del transporte público a partir del 1º de febrero en el AMBA. Un dato incierto hasta que se mida su utilización en la base de datos de la SUBE y que difícilmente contrarreste por esa vía el incremento dispuesto para reducir los subsidios estatales a trenes, subtes y colectivos dentro del gasto público.
Con este clima enrarecido, el dólar está buscando una nueva banda de flotación. Por lo pronto, con la ayuda de la mayor demanda, el BCRA pudo recuperar parte del deterioro del tipo de cambio real. Un informe del Ieral (Fundación Mediterránea) contrasta el incremento nominal de 13% en los últimos 55 días con el de solo 9% en los primeros 11 meses de 2017 y señala que redujo a la mitad el atraso cambiario estimado (de 20 % a 11%) según la paridad de poder de compra ajustada por productividad. No obstante, advierte que si bien esta corrección parcial puede morigerar el desequilibrio de las cuentas externas, no es positivo que las expectativas de inflación se hayan corregido al alza, al igual que la prima de riesgo país (de 349 puntos en diciembre a 367 en enero) y la brecha con el resto de los países emergentes (que bajaron de 333 a 319 puntos).
El dólar barato en pesos produjo en 2017 varios fenómenos de fuerte impacto en el sector externo de la economía. Uno fue el déficit comercial récord (US$8500 millones), por exportaciones virtualmente estancadas e importaciones en alza (entre ellas, de gas y automotores). Otro el de la balanza turística (US$10.400 millones) debido al boom de viajes y tours de compras al exterior realizados por más de 4 millones de argentinos, el doble de los turistas extranjeros que arribaron al país y también las compras para atesoramiento (US$17.500 millones).
En condiciones normales para un mercado con tipo de cambio flotante, semejante demanda debió empujar el dólar para arriba. Pero la "anormalidad" de este esquema de flotación es el financiamiento del déficit fiscal del Tesoro Nacional y una decena de provincias con endeudamiento mayormente externo, que elevó la oferta en unos US$27.000 millones. Estas divisas son adquiridas directamente por el BCRA ya que, de volcarse al mercado, desplomarían la cotización. Sin ir más lejos, en lo que va de enero el Ministerio de Finanzas ya colocó bonos por US$9400 millones.
Pero, como contrapartida de la compra de reservas, el BCRA debe emitir pesos y absorber el excedente con altas tasas de interés. La novedad ahora es que el mercado se adelanta a las bajas de tasas con mayor demanda de dólares y acentúa la volatilidad, sin que el BCRA intervenga directamente a la espera de que aumente la oferta.
Un dólar más alto tiene pros y contras, aunque la incógnita es su impacto sobre la inflación y, por ende, el tipo de cambio real. Otra es si los salarios en paritarias se ajustarán en el 15% que el Gobierno busca fijar como "ancla" antiinflacionaria y si las cláusulas gatillo serán un elemento de negociación como en 2017, en un clima más pesado con la CGT y especialmente con el clan Moyano.
Por lo pronto, el dólar mayorista por encima de $19,50 (y contratos a futuro de hasta $23 a fin de año) mejora los ingresos de los exportadores y atenúa el déficit comercial, pero eleva el precio de los alimentos exportables y de bienes durables o componentes con alto contenido importado. Según el segmento socioeconómico de los consumidores, algunos rubros pueden verse obligados a estrechar márgenes si no se convalidan los mayores precios. También el dólar más alto complica a quienes tienen aprobados créditos hipotecarios en pesos ajustables por UVA pero todavía no escrituraron las propiedades adquiridas a valor dólar. Y encarece los viajes al exterior, así como las compras fuera del país, aunque puede estimular el turismo externo.
Un dólar más alto tiene pros y contras, aunque la incógnita es su impacto sobre la inflación y, por ende, el tipo de cambio real. Otra es si los salarios en paritarias se ajustarán en el 15% que el Gobierno busca fijar como "ancla" antiinflacionaria y si las cláusulas gatillo serán un elemento de negociación como en 2017, en un clima más pesado con la CGT y especialmente con el clan Moyano.
Por lo pronto, el dólar mayorista por encima de $19,50 (y contratos a futuro de hasta $23 a fin de año) mejora los ingresos de los exportadores y atenúa el déficit comercial, pero eleva el precio de los alimentos exportables y de bienes durables o componentes con alto contenido importado. Según el segmento socioeconómico de los consumidores, algunos rubros pueden verse obligados a estrechar márgenes si no se convalidan los mayores precios. También el dólar más alto complica a quienes tienen aprobados créditos hipotecarios en pesos ajustables por UVA pero todavía no escrituraron las propiedades adquiridas a valor dólar. Y encarece los viajes al exterior, así como las compras fuera del país, aunque puede estimular el turismo externo.
Otra gran incógnita es el impacto en los costos (especialmente de fletes) de los nuevos precios de las naftas y el gasoil, que acaban de subir entre 4 y 5,5%. En un mercado más desregulado y que apunta a una mayor competencia (con el inminente ingreso de la holandesa Trafigura como comprador de las estaciones de Petrobras y la refinería de Bahía Blanca, en las que debió desinvertir Pampa Energía), YPF propuso que el Gobierno reduzca el peso del impuesto a los combustibles líquidos a fin de evitar una excesiva volatilidad, ya que los precios se ajustan por el valor del petróleo y del dólar. A partir de la sanción de la reforma tributaria tendrán un componente fijo y otro por emisión de dióxido de carbono, que equivalen a 25% del precio al público y aún deben ser reglamentados. Un problema es que el gravamen fijo se indexará trimestralmente por el IPC, aunque el transporte de pasajeros y cargas podrá deducir 45% en el IVA y los productores agropecuarios el mismo porcentaje en Ganancias. Otro, es que más de la mitad (casi 58%) de su recaudación se distribuirá entre la Anses y el Fondo de Infraestructura de Transporte, en este caso como garantía de los contratos de PPP para construir autopistas; y otro 20,8% entre el Tesoro Nacional y las provincias. Como de costumbre, la cuestión fiscal siempre vuelve al centro del debate.
N. O. SC.
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