Diez días en Re, de Sergio Bizzio
La comedia del enamorado
La última novela de Sergio Bizzio, Diez días en Re, empieza con una certeza brutal: Carlos acaba de casarse con Irina y en el inicio de la luna de miel descubre que no la ama. La imagen del protagonista, que no puede bajar el brazo al tener esa revelación, es extraña y potente y fue -como reconoce el autor- el motor principal para seguir adelante con la historia. ¿Qué hace Carlos con lo que siente? ¿Lo dice, disimula?, ¿Cómo sostiene la comedia del enamorado a lo largo de los días que tiene por delante en una isla en el extranjero?
La propuesta de Bizzio (Ramallo, 1956), escritor de novelas, poesía, teatro, guiones de cine y de TV, con una prosa de ajustada tensión narrativa, desarrolla el viaje de luna de miel de esta pareja desde el punto de vista del novio, quien atraviesa días de pesadilla y, por momentos, ingresa en una atmósfera onírica y densa, como la espesura de la selva que recorren los personajes.
Como en varias de las novelas del autor, en ciertas circunstancias el relato ingresa en un terreno de "realismo insólito" (así lo define Bizzio); es decir, situaciones que parecen imposibles, pero son totalmente verosímiles gracias al modo de narrar. En ese sentido,Diez días en Re se acerca a Rabia (2004), con una propuesta realista, dramática, casi televisiva, alejada de obras anteriores como Más allá del bien y lentamente (1995), especie de fábula protagonizada por dos perros cultísimos, o Planet (1998), en la que dos actores de telenovela son raptados y transportados a un planeta en el que los canales de televisión se disputan a la población más educada del universo.
Diez días en Re, a diferencia de esas historias "raras o disparatadas", es de algún modo una novela de amor en la que no hay amor, es una historia del desencuentro amoroso como destino.
¿Sabe Irina lo que le pasa a Carlos?, se pregunta el narrador. Al principio no, pero ¿y unos pocos días después? Ella es una chica inteligente y perceptiva. Es probable que lo sepa; lo que querría decir que Irina es mucho más fuerte que él, que ha comprendido mejor que él lo definitivo del error que los une y que, al menos mientras estén allí y no haya nada que pueda hacer, disfraza su desdicha mejor que él. La novela da algunas pistas en este sentido: "Carlos sintió un escalofrío al caer en la cuenta de la claridad con que veía en la cara de otro la expresión que sin duda faltaba en la de él. [...] Irina lo sabe".
Al final de este viaje iniciático hay cierta indiferencia y el desasosiego de quien se acomoda, renuncia y se resigna a una vida sin amor. "'A partir de acá', pensó Carlos mientras le daba la razón con la cabeza, 'le pido a la vida que me tenga paciencia, voy a entrar a un mundo que no conozco'".
V. D.
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