Andrés Barba: "El niño es un ser humano tan desdichado y feliz como cualquier otro"
Con República luminosa, el narrador español ganó la última edición del prestigioso Premio Herralde de Novela; "un texto literario tiene una conexión con la verdad",
Andrés Barba, el ganador del Premio Herralde de Novela 2017 con República luminosa, llegó a Buenos Aires después de haber pasado unos días por Posadas, y ahora está sentado al fondo del bar El Galeón frente al Jardín Botánico. En su forma de hablar hay algo que recuerda a su prosa reflexiva. En ocasiones acompaña su voz tranquila con movimientos de las manos y antes de comenzar la entrevista cuenta que alguna vez en Madrid, su ciudad natal, escondió un grabador en su bolsillo para hacer una nota.
-¿Cuáles considerás los gérmenes de la novela?
-Una de las imágenes fundamentales del libro son los estratos. La sensación de que la vida se produce en capas: mundos que están abajo, arriba o en el medio y tienen transcursos paralelos, pero de vez en cuando hay conexiones y se comunican. Esta idea tiene algo muy literario. En este sentido, una de las claves del libro es la desconexión de lo que sucede en el mundo de los niños salvajes y el de los adultos.
-¿Cómo pensás la infancia en relación con la literatura?
-Creo que desde la Ilustración se ha construido una mitología en torno a la infancia como un paraíso perdido. Hemos borrado la oscuridad y la infelicidad del niño para convertirlo en algo puro. Creo que en definitiva, el niño es un ser humano tan desdichado y feliz como cualquier otro.
-¿Qué es lo que vuelve a un texto literario?
-Un texto es literario en la medida en que esté escrito con una conciencia del estilo. Y por otro lado tiene que tener una conexión con la verdad. En aquello que más me ha emocionado leer siempre he sentido que se correspondía con mi experiencia del mundo.
-¿Qué escritores generaron en vos el efecto que te gustaría producir en tus lectores?
-Para mí Henry James siempre ha sido fascinante. Cuando escribo es muy iluminador preguntarme qué haría él en esa situación. Él encuentra siempre un lugar diagonal para relatar los hechos. Un punto de vista esquinado y parcial que le da al lector todas las claves para crear en su mente aquello que no está en escena. Y siempre dosifica la información de una forma muy astuta.
-¿Qué rol cumple la musicalidad en tu escritura?
-Creo que toda experiencia literaria es una experiencia del ritmo. Una de las cosas más maravillosas de leer un buen texto es comprender (aunque sea de forma intuitiva, como en una sinfonía) que hay cadencias que se repiten. En el fondo la reiteración es la base absoluta de la conciencia de la narración. Hay un texto muy bonito de Pascal Quignard en el que dice que el sonido de los pasos fue la primera experiencia sonora que tuvo el hombre. En ese mismo orden está la experiencia cardíaca. Narramos rítmicamente porque vivimos adentro de eso.
-En algunas entrevistas mencionás a Natalia Ginzburg, ¿podrías contarnos qué te interesa de sus libros?
-Ella demuestra que se puede escribir haciendo siempre la elección más sencilla estilísticamente. Es una maestra: es una literatura del hueso como si en vez de seres humanos hubiera esqueletos o estructuras de cosas. Hay algo del orden de la epifanía que lleva a leer sus textos casi sin respirar. La magia de su prosa es que toca la esencia de cómo experimentamos el mundo. Es capaz de enunciar con una precisión total cómo experimentamos las emociones centrales de la vida. Creo que tiene una sabiduría vital y una inteligencia para entender qué es relevante y qué no de nuestra experiencia ordinaria del mundo. Además de haber atravesado su vida, poseyó su memoria porque fue capaz de enunciarla y comunicarla con agudeza.
-¿Qué te fascinó de la poeta uruguaya Idea Vilariño?
-¿Cuáles considerás los gérmenes de la novela?
-Una de las imágenes fundamentales del libro son los estratos. La sensación de que la vida se produce en capas: mundos que están abajo, arriba o en el medio y tienen transcursos paralelos, pero de vez en cuando hay conexiones y se comunican. Esta idea tiene algo muy literario. En este sentido, una de las claves del libro es la desconexión de lo que sucede en el mundo de los niños salvajes y el de los adultos.
-¿Cómo pensás la infancia en relación con la literatura?
-Creo que desde la Ilustración se ha construido una mitología en torno a la infancia como un paraíso perdido. Hemos borrado la oscuridad y la infelicidad del niño para convertirlo en algo puro. Creo que en definitiva, el niño es un ser humano tan desdichado y feliz como cualquier otro.
-¿Qué es lo que vuelve a un texto literario?
-Un texto es literario en la medida en que esté escrito con una conciencia del estilo. Y por otro lado tiene que tener una conexión con la verdad. En aquello que más me ha emocionado leer siempre he sentido que se correspondía con mi experiencia del mundo.
-¿Qué escritores generaron en vos el efecto que te gustaría producir en tus lectores?
-Para mí Henry James siempre ha sido fascinante. Cuando escribo es muy iluminador preguntarme qué haría él en esa situación. Él encuentra siempre un lugar diagonal para relatar los hechos. Un punto de vista esquinado y parcial que le da al lector todas las claves para crear en su mente aquello que no está en escena. Y siempre dosifica la información de una forma muy astuta.
-¿Qué rol cumple la musicalidad en tu escritura?
-Creo que toda experiencia literaria es una experiencia del ritmo. Una de las cosas más maravillosas de leer un buen texto es comprender (aunque sea de forma intuitiva, como en una sinfonía) que hay cadencias que se repiten. En el fondo la reiteración es la base absoluta de la conciencia de la narración. Hay un texto muy bonito de Pascal Quignard en el que dice que el sonido de los pasos fue la primera experiencia sonora que tuvo el hombre. En ese mismo orden está la experiencia cardíaca. Narramos rítmicamente porque vivimos adentro de eso.
-En algunas entrevistas mencionás a Natalia Ginzburg, ¿podrías contarnos qué te interesa de sus libros?
-Ella demuestra que se puede escribir haciendo siempre la elección más sencilla estilísticamente. Es una maestra: es una literatura del hueso como si en vez de seres humanos hubiera esqueletos o estructuras de cosas. Hay algo del orden de la epifanía que lleva a leer sus textos casi sin respirar. La magia de su prosa es que toca la esencia de cómo experimentamos el mundo. Es capaz de enunciar con una precisión total cómo experimentamos las emociones centrales de la vida. Creo que tiene una sabiduría vital y una inteligencia para entender qué es relevante y qué no de nuestra experiencia ordinaria del mundo. Además de haber atravesado su vida, poseyó su memoria porque fue capaz de enunciarla y comunicarla con agudeza.
-¿Qué te fascinó de la poeta uruguaya Idea Vilariño?
-Cuando leo sus poemas, pienso que están escritos por un niño pequeño y, sin embargo, después me doy cuenta de que están llenos de sabiduría. Curiosamente la leí cuando mi padre estaba a punto de morir y pensé que si alguna vez tuviera que escribir algo sobre su muerte, quisiera que tenga su tono. Es poderosa y extraordinaria la voz de esa mujer que espera al amante con autoridad porque sabe que ella es la mujer que él verdaderamente ama.
-¿Qué es y cómo se construye el tono de una narración?
-Es la combinación de la dosis de diálogo y descripción, la velocidad y la cronología de la narración y el cuidado del estilo. El tono es la suma de todos esos elementos anteriores ensamblados de una forma particular, lo cual genera que un texto tenga espíritu y otro no. Pero lo que hace que un texto sea verdaderamente memorable es lo que James llamaba shock of recognition, es decir, el impacto de reconocer que eso es así.
-¿Piensa en la estructura narrativa antes de escribir?
-No tengo que saber el final de lo que escribo. Necesito entrar en lugares nuevos porque, si no, me aburro y eso impregna toda la narración. Prefiero desconocer un poco hacia dónde va el texto, pero con un norte más o menos general.
Recién llegado
República luminosa
Autor: Andrés Barba
Editorial: Anagrama
J. P. B.
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