Dos memorias sobre el Holocausto
Como todos los años desde 2005, mañana, 27 de enero, se evocará el Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto, fecha establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas para instar a los Estados miembros a recordar este capítulo histórico con el fin de prevenir futuros genocidios.
Hablamos del sistemático y planificado proyecto de muerte que se llevó a un tercio del pueblo judío, seis millones de almas que ya no están, entre los que se encontraban un millón y medio de niños. Para que sea asequible, si a su mesa se sentaban seis personas quedaron dos lugares vacíos por siempre.
La resolución fue adoptada a 60 años del día en que, en 1945, el Ejército Rojo liberó el campo de exterminio de Auschwitz. Ese 27 de enero el hombre no tuvo más remedio que ver lo que había hecho con el hombre. Los aliados ya conocían la existencia de estas sucursales del infierno en la Tierra, pero ese día se tornó público, inocultable.
Sin embargo, a pesar de que el horror fue debidamente documentado, pocos años después comenzaron a surgir voces que lo negaban o relativizaban su magnitud.
La memoria es imprescindible para que la humanidad recuerde la barbarie, reaprenda que el hombre debe ser el guardián de su hermano y no su verdugo.
Aun así, sobrevuela una extraña sensación de incomodidad.
El calendario judío no esperó 60 años para elegir una fecha de memoria y homenaje. Poco después del fin de la guerra se optó por el día en que comenzó el levantamiento del gueto de Varsovia. Entre 1940 y 1943, medio millón de judíos fueron confinados en un sector equivalente a menos del 5% de la capital de Polonia. El hambre, el hacinamiento, las enfermedades y las condiciones infrahumanas fueron el preludio del traslado a los campos de exterminio. Cuando los pocos que todavía sobrevivían en el gueto tomaron conciencia del futuro que les esperaba, los movimientos juveniles judíos tomaron una decisión impensada para el mundo: resistir. Combatir al ejército más poderoso e impiadoso del mundo. Entre el 19 de abril y el 16 de mayo hicieron frente de forma inconcebible a la maquinaria nazi, sirviendo de ejemplo a otros a lo largo del resto de Polonia y de toda la Europa ocupada.
Ese día en el calendario judío se llama Iom Hashoá Vehagburá, Día del Holocausto y del Heroísmo, y es considerado para el pueblo judío un punto de inflexión. Nuestro "Nunca Más", porque es imprescindible recordar la masacre simultáneamente con el heroico cambio de actitud. Por eso elegimos el día en que decidimos que íbamos a resistir, a perdurar. Y mal que les pese a quienes no nos quieren, vamos a ejercer nuestro legítimo derecho de defensa.
Ese día en el calendario judío se llama Iom Hashoá Vehagburá, Día del Holocausto y del Heroísmo, y es considerado para el pueblo judío un punto de inflexión. Nuestro "Nunca Más", porque es imprescindible recordar la masacre simultáneamente con el heroico cambio de actitud. Por eso elegimos el día en que decidimos que íbamos a resistir, a perdurar. Y mal que les pese a quienes no nos quieren, vamos a ejercer nuestro legítimo derecho de defensa.
La incomodidad referida reside en tratar de encontrar una respuesta a por qué el mundo no pudo 60 años después, coincidir con la fecha que los sobrevivientes ya habíamos destinado al recuerdo. Hay una respuesta dolorosa, pero implacable: el mundo prefiere la imagen del judío víctima y no la del judío que se defiende. Del que tiene derecho a su autodeterminación. Del que luego del horror se sobrepuso creando el Estado de Israel, al que se lo juzga con un doble estándar y al que se le recrimina lo que a otros se les deja pasar.
Hoy, el Estado de Israel es el judío entre las naciones. Me pregunto si el mundo estaría más dispuesto a evocar las eventuales víctimas de su destrucción antes que a convivir con su orgullosa existencia.
Representante del Centro Simon Wiesenthal para América Latina
Ariel Gelblung
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