Leopoldo Lugones fue el personaje más emblemático de la primera dictadura argentina. De su pluma surgieron algunos trazos de la proclama del golpe del ’30 y los párrafos más recalcitrantes de los que alzaron en armas contra la Constitución”
Alguna vez dije que, lamentablemente, en este país se conmemora el Día del escritor el 13 de junio, en recuerdo del nacimiento de Leopoldo Lugones. Un personaje deplorable que ha prestado su pluma para justificar el golpe del ’30, el comienzo del gran drama argentino.
¿Pero quién fue realmente Leopoldo Lugones? La vida de los Lugones parece una saga literaria espeluznante.
Leopoldo Lugones fue el personaje más emblemático de la primera dictadura argentina. De su pluma surgieron algunos trazos de la proclama del golpe del ’30 y los párrafos más recalcitrantes de los que alzaron en armas contra la Constitución. De hecho, podría afirmarse que las palabras que pronunció Uriburu al anunciar el golpe eran apenas una versión suavizada de «La hora de la espada», el discurso tristemente célebre que Lugones diera en Perú en 1924:
“La democracia la definió Aristóteles diciendo que era el gobierno de los mejores. La dificultad está, justamente, en lograr que la ejerciten los mejores. Es difícil que esto suceda en un país como en el nuestro, con sesenta por ciento de analfabetos, de lo que resulta claro y evidente, sin tergiversación posible, que ese sesenta por ciento de analfabetos es el que gobierna al país, porque en elecciones legales ellos son una mayoría.”
Quizá las más precisas descripciones de Leopoldo Lugones las haya dado su propio hijo, quien, además del nombre y del apellido, compartía con su progenitor todo el repertorio xenófobo y racista.
“No podría decir de manera categórica que mi padre se enorgulleciera por su origen, que no se gloriaba sí; mas es lo cierto que de pequeño hízome entender que éramos nosotros de sangre limpia, como decían en España de donde venimos, de las gentes sin mezcla espuria de corrientes judías o moras o de penitenciados por la Inquisición.”
Al desprecio por las mayorías y por los analfabetos, a las ofensas a judíos y musulmanes, a la creencia en la superioridad racial y al elogio de la Inquisición, se sumaba el odio que Lugones sentía hacia los extranjeros, sobre todo a los inmigrantes italianos que habitaban los conventillos. El perfecto retrato de un fascista, adornado con todos los clisés que componen una caricatura. Incluso, su tránsito de un declamado socialismo de juventud hacia la posición opuesta coincidió con el pasaje del socialismo al nacional-socialismo del que, en su momento, se jactara el propio Mussolini.
Polo Lugones fue el nexo entre su padre e Hipólito Yrigoyen. Existió un hecho que ha intentado silenciarse, no sin cierto éxito: no muchos sabían que Lugones debía un enorme favor personal al presidente constitucional contra el que habría de conspirar, un favor tan íntimo y secreto que, a la deslealtad política que significó el golpe, se impuso la traición personal. Durante el mandato de Alvear, Polo Lugones había sido designado director del Reformatorio de Menores de Olivera. Su ferviente catolicismo no fue un obstáculo para que abusara sexualmente de los menores internados aprovechándose de su cargo. Además de los numerosos testimonios y denuncias, existió una causa judicial que llevó a la cárcel al hijo del poeta sedicioso. A propósito, en el libro “El martirologio argentino”, Carlos Jiménez escribió:
“Leopoldo Lugones (hijo) fue enjuiciado criminalmente porque siendo Director del Reformatorio de menores de Olivera —¡qué ironía!—, cometía con las criaturas allí recluidas, el abuso más repugnante y execrable para satisfacer sus aberraciones de pederasta activo, pasivo y sádico consumado. ¡Qué monstruosidad! Proceso que culminó con la exoneración del ruinoso personaje que nos ocupa, a quien el fiscal que intervino en la causa pidió 10 años de prisión. (…) Al proceso con requisitoria fiscal antes referido, intervienen influencias que paralizan la causa para evitar «que se enlodara más» el nombre de su familia.”
En efecto, al asumir Hipólito Yrigoyen, Leopoldo Lugones intercedió personalmente ante el nuevo presidente para limpiar el honor del insigne apellido del escritor que, a decir de algunos, había llevado a la cumbre al modernismo poético argentino. De rodillas, le imploró a Yrigoyen que liberara a su hijo para evitar el escarnio público. Por ingenuidad o por respeto a la «investidura» literaria de Lugones, el presidente hizo valer su influencia y el joven pederasta quedó en libertad. Leopoldo Lugones le pagó con la traición.
Pero eso no es todo, Lugones hijo tiene en su haber hazañas todavía más formidables: la picana eléctrica. Y no sólo la inventó, sino que, al ser nombrado inspector de policía de la dictadura, fue uno de los mejores ejecutores de semejante instrumento. Cuentan sus infortunadas víctimas que el placer que experimentaba Polo a la hora de aplicar corriente eléctrica era semejante al del éxtasis sexual.
Me dirán que el sorprendente Polo Lugones era tan sólo el hijo de Leopoldo. Cuando, te cuente la vida íntima de Leopoldo, Polo te va a parecer una persona bastante convencional. Pero esa, es otra historia y te la cuento mañana.
F. A.
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