viernes, 3 de noviembre de 2017

EL FUTURO DEL FUTURO


En 2006 un colega me preguntó qué opinaba sobre la noticia, que había salido en varios medios, de que las cámaras de fotos desaparecerían ese año, desplazadas por los celulares. Mi respuesta fue breve. "No todavía", le dije. Y así fue. Las cámaras tuvieron su pico de ventas en 2010 -cuatro años después, una enormidad en esta industria-, y sólo una década más tarde de aquella apresurada predicción pudimos afirmar que los smartphones habían ultimado a las cámaras domésticas. Lógico. Un teléfono inteligente es hoy una cámara doméstica (entre muchas otras cosas).
¿Por qué no se extinguieron las cámaras en 2006, tal como auguraban? Simple. Porque las fotos que sacaban los teléfonos de entonces eran horribles. Sus imágenes retrasaban hasta 1997 o 1998; los videos parecían grabados por una cámara de seguridad fallada dentro de una discoteca por un extraterrestre ebrio, y su capacidad de almacenamiento habría sonrojado a un avaro. No, claramente esas cosas no podían ganarse el favor del público. Además, las cámaras de los teléfonos de 2006 eran muy difíciles de usar, y, gracias a procesadores lentos, escasa memoria y sistemas operativos primitivos, muy lentas.
Pero en 2007 salió el iPhone y en el curso de un lustro el paradigma había tomado un nuevo curso; nuevo en varios sentidos. Incluso cuando hay cámaras domésticas que superan en muchos aspectos a las de los mejores smartphones, siguen sin ofrecer la posibilidad de compartir fácilmente las fotos y videos en redes sociales y mensajeros, por no mencionar que no sirven como teléfonos. Así que no sólo se trataba de la calidad de las imágenes, sino también de un rotundo cambio de hábitos.
Por eso, ¿cuándo desaparece una tecnología? ¿Por qué seguimos oyendo radio? ¿No dijeron que la TV iba a apagar todas las radios para siempre? ¿Las tablets no iban a inhumar a las computadoras personales? Pasó lo contrario; terminamos agregándoles accesorios para que sirvieran como notebooks rudimentarias. ¿Las set-top boxes no iban a hacer desaparecer a las PC porque (y cito) "son demasiado difíciles de usar"? Las set-top boxes son hoy un vago recuerdo de la década del '90.
Exploremos un poco.
Los tipos móviles metálicos, por ejemplo. Desde 1455 fueron la tecnología dominante para producir impresos. De pronto, en la segunda mitad del siglo XX, desaparecieron por completo. Como con los dinosaurios, ocurrió algo que cambió sustancialmente el ecosistema y luego de cinco siglos de supremacía se volvieron piezas de museo. ¿Cual fue el asteroide que los extinguió? El software. Lo que hasta entonces debía fundirse en metal ahora se podía acuñar por medio de los bits.
Los tipos móviles reinaron durante 5 siglos, y desaparecieron en el curso de una década
Dos lecciones surgen de esta escena. Primera, las extinciones tecnológicas no son lentas y agónicas. Desde una perspectiva histórica, ocurren de un día para el otro.
Segunda, el progreso técnico es un proceso tan impiadoso como la evolución de las especies, si no acaso más.
Ahora bien, ¿por qué el software erradicó tan brutalmente a los tipos móviles? Porque se podía hacer exactamente lo mismo (incluso mejor), más rápido y a un costo mucho menor. Hasta la llegada de las computadoras personales, los otrora todopoderosos tipos metálicos pidieron asilo político en las máquinas de escribir. Luego de eso, a mediados de la década del '70, se esfumaron sin remedio.
La cuerda y el martillo
Veamos un caso opuesto. Tenemos suficiente cómputo para reproducir con mucha exactitud cada nota de un piano de cola. Un Clavia Nord Stage, por citar un ejemplo, incluso reproduce los armónicos de las cuerdas que no se están ejecutando. Entonces, ¿por qué no se extingue de una buena vez este invento nacido alrededor de 1709?
Porque un piano no sólo debe sonar. También debe ser ejecutado. Puesto que nuestros dedos no son digitales -vaya paradoja-, es decir, como somos seres orgánicos, no numéricos, el intérprete tiene que accionar teclas para producir sonidos. Y viceversa. Uno toca al piano y el piano lo toca a uno.
Bartolomeo Cristofori, a quien se atribuye la invención del piano.
Bueno, resulta que el mecanismo ideado por Bartolomeo Cristofori hace tres siglos es todavía imbatible. No sólo imbatible, sino que eso es un piano. Porque las cuerdas están realmente ahí, porque el martillo las golpea de verdad cuando nosotros apretamos las teclas. Podemos replicar digitalmente muchas cosas, pero algunas son todavía forzosamente físicas. En este video pueden verse los malabares que los fabricantes deben hacer para que un piano eléctrico se sienta lo más cerca posible de uno acústico.
Por eso estos gigantes gentiles siguen entre nosotros. Lo que me lleva a una tercera premisa. Si una tecnología sigue ofreciendo algo irreemplazable, importa muy poco que tenga 300 años y viva rodeada de sistemas más avanzados, livianos, rápidos, programables y eficientes.
El extraordinario Seaboard, un instrumento que explota las nuevas tecnologías no para simular, sino para crear formas de expresión innovadoras. Foto: ROLI
Lo que no significa que las nuevas tecnologías -y esta es otra clave- no puedan producir formas innovadoras de hacer algo. Es el caso del notable Seabord, del fabricante inglés Roli.
Aluvial
Hay una nueva premisa aquí. No existe ninguna ley que impida que tecnologías de épocas muy diferentes convivan. Es decir, el progreso técnico no es homogéneo. Creer que debe ser homogéneo (o que tiende a serlo) constituye uno de los errores más comunes de los analistas. Que tengamos teléfonos digitales no significa que la cuchara digital vaya a tener éxito. La cuchara ya está bien como está.
Es el caso del libro de papel. Lo vienen dando por obsoleto desde que aparecieron las primeras computadoras personales. Pero basta ir a la Feria del Libro para darse cuenta de que algo está muy mal con esas predicciones.
Si miramos más de cerca el fenómeno de los libros y los ebooks sacaremos algunas lecciones; es algo que ocurre a menudo con los libros.
¿Por qué no ha desaparecido el libro de papel? Porque sigue ofreciendo un número de funciones que el libro digital es incapaz de reproducir con total exactitud; viola la primer principio mencionado en esta nota. Sí, ves pasar la página como si fuera una real, pero no la sentís en la mano, no mueve el aire, no desprende ningún perfume. Nada.

En un ebook podés marcar ciertos párrafos e insertar anotaciones, pero es 18.345 vees más difícil y lento que con el papel y, además, lo digital es volátil; todas esas marcas y anotaciones pueden evaporarse en un milisegundo. Y si me van a decir que se puede hacer backup de las anotaciones en la Nube, hay otro principio técnico que refuta esta tesis. Sostiene lo siguiente: entre dos tecnologías que hacen exactamente lo mismo, prevalecerá la que sea más práctica y fácil de usar. Es una suerte de Navaja de Occamtecno.
Lo interesante con los ebooks es que también ellos hacen cosas que le están vedadas al volumen de papel. Por ejemplo, podés comprar una obra por Internet y empezar a leerla un instante después, incluso si nunca llega físicamente al país donde estás viviendo. Fue una de las preguntas que más me hicieron por Twitter y Facebook cuando Editorial Planeta publicó mi nuevo libro, Hackearán tu Mente.
Eso sí, el ebook aparecía siempre como segunda opción. Pregunta: ¿cómo dedicás un ebook?
Más: el volumen de papel tiene justamente eso, volumen, peso, cuerpo. Sabemos que no se siente igual Rayuela que El cazador en el centeno. Esto no sólo tiene que ver con que nosotros también somos corpóreos, sino con algo más pragmático. Esta consistencia física, tridimensional, contribuye, por ejemplo, a estudiar, porque el cuerpo memoriza la posición espacial de la información.
Pero, al mismo tiempo, los ebooks descuellan por ser incorpóreos. Si quisiera llevar conmigo los varios cientos de libros que tengo en mi smartphone, necesitaría un vehículo utilitario. O sea que un defecto puede ser a la vez una ventaja. Una tecnología se extingue cuando no ofrece ninguna ventaja. Cuando todos los casilleros están en cero. Entonces no sirve más y se la descarta, porque su función era servir para algo.

Así que varios inventos pueden convivir, como el piano de cola y el sintetizador y los ebooks y los libros. El progreso es y siempre fue aluvial.
Decime algo
El no considerar esta premisa hizo que muchos dieran por muerta a la radio cuando apareció la tele. No advirtieron que era imposible ver TV mientras manejamos o trabajamos. Tampoco se percataron de que los formatos en radio y TV iban a ser -por fuerza- diferentes y tal vez complementarios. Tampoco notaron que si bien somos una especie muy visual, la voz es el primer vector del lenguaje. Su papel, por lo tanto, es clave. Por eso, luego de cinco segundos de oír hablar a alguien ya tenemos 25.000 toneladas de datos sobre esa persona. Una voz te gusta o te resulta insoportable de forma instantánea. Las sutilezas de tono y pronunciación son incontables, lo mismo que las formas de presionar una tecla en cada uno de todos los pianos reales que han sido fabricados. Esa exquisita sensibilidad se extiende a una de las artes más amadas y antiguas de la humanidad, la música.
Pero hace unos 80 años daban por difunta, sin ruborizarse ni un poquito, a la industria de la transmisión de voz y música.
Relojes sin tiempo
Hay, imagino, varios factores más que colocan a una tecnología en el umbral de la extinción. Algunas parecen sobrevivir mucho tiempo en ese umbral; los relojes mecánicos, por ejemplo, convertidos hoy en objetos de lujo que cuestan más que 20 Ferraris. Obviamente, los relojes de lujo no sirven en primer lugar para dar la hora, sino como símbolo de status y como testimonio de una industria que crea mecanismos casi milagrosos.
Otras tecnologías mutan su función; es el caso del arco y la flecha, que fueron desplazados del campo de batalla por las armas de fuego, pero su uso se convirtió en un arte y un deporte.
Fuera de estas rarezas, las tecnologías desaparecen porque aparece un invento que puede hacer lo mismo, más rápido y a menor costo.
Por costo me refiero a todos los gastos involucrados. De otro modo, bicicletas y caballos ya no se usarían como medio de transporte.
Tiene que hacer exactamente lo mismo o mejor. Las simulaciones no sirven. Los tipos móviles desaparecieron porque en la página impresa el texto surgido del molde o de los bits se veían igual o mejor. Bye bye.
La velocidad es no menos fundamental. Si crear un tipo metálico fuera diez veces más rápido que hacerlo por medio de software, todavía los seguiríamos usando. Pero es exactamente al revés. Diseñar una nueva tipografía usando computadoras lleva mucho menos tiempo y corregir errores es fácil y tiene costo cero. Viceversa, subrayar un libro o tomar notas en clase se hace mucho más rápido y fácil con el papel que con los bits.
Eso no quiere decir que vaya a ser siempre así. Pero ha sido así por más de 30 años, y es así ahora. Cuando se trata de progreso técnico lo que importa es si ahora está en uso o si ahora está en el museo.

A. T.

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