miércoles, 8 de noviembre de 2017

LA IMPORTANCIA DE LOS NÚMEROS


Desde Resistencia, Chaco, mi amigo Sergio Dudelzak me hace llegar El imperio de los números, de Denis Guedj. Guedj, que falleció en 2010, fue un profesor francés de historia de las ciencias, escritor, matemático, incluso comediante y guionista de cine. El imperio de los números fue publicada en París, en 1996, por Gallimard y apareció por primera vez en español en 2011. Como me anticipó Sergio, este librito poco conocido, pequeño y bellamente editado por Blume en Barcelona me fascinó.


Son, los números, algo que tendemos a dar por sentado. ¡Son tan obvios! No tan rápido. Vengo a enterarme, por ejemplo, de que no fue sino hasta el siglo V de nuestra era que los indios -que ya habían inventado la numeración de posición decimal 800 años antes- conciben lo inconcebible, el cero.
Me dirán, y durante mucho tiempo creí lo mismo, que fueron los árabes quienes dieron este salto monumental. Guedj explica que no. La historia es mucho más interesante, y sus estribaciones llegan hasta una palabra que hoy suena todo el tiempo, incluso de formas espurias o incorrectas. En todo caso, el cero tardó más de 200 años en salir de India. Y ahí sí entran en escena los árabes. En 773 llegó a Bagdad una misión diplomática de India. "En sus equipajes había tesoros: las cifras y el cálculo", escribe Guedj. El califa Al-Mansur y sus sabios, continúa, reconocieron de inmediato el valor de aquel conocimiento, y la primera obra que habría de divulgar el cero fue escrita por el matemático, astrónomo y geógrafo persa Al-Juarismi. Su nombre, cuando pasó al latín, se convirtió en Algoritmi.
Los algoritmos controlan hoy buena parte de nuestras vidas. 

Están detrás de las búsquedas que hacemos en la Web, en el sistema que predice la mejor ruta cuando usamos el GPS, en los coches autónomos, en las mentes sintéticas, hasta en la búsqueda de pareja. Vaya descendencia la de este persa brillante de quien, sin embargo, se sabe poco y nada.
El libro de Guedj está repleto de sorpresas de esta clase. Por ejemplo, que, en rigor, tampoco los indios fueron los primeros en imaginar el cero. Ese crédito les corresponde a los babilonios. También nacería, aislado por dos océanos, en nuestra región. Este número fantasmal, inasible, pero indispensable, aparece en el primer milenio de nuestra era entre los mayas. Bueno, la historia del cero es tan vasta que Guedj podría haberle dedicado un volumen entero.



Pero el valor de El imperio de los números trasciende el mero anecdotario. En primer lugar reflexiona sobre qué son los números. Vivimos en un mundo de dígitos, los aprendemos desde la edad más tierna, pero los números habitan en una zona extraña, crepuscular, a medio camino entre la escritura (a la que precedieron) y el verbo.
Son lenguaje, pero son un lenguaje aparte. Un mundo aparte. Les falta la semántica del habla, es cierto. Pero exhiben una arquitectura que Escher rubricó, que compusieron Bach y Chopin, que el I Ching promulga. Esa arquitectura creció con la lentitud del musgo, y todavía la seguimos bordando. Su belleza de ninguna manera es fría, como se insinúa mediante frases trilladas y huecas. Su belleza irradia infinitos y vacíos perfectos. Esa belleza atrapa e hipnotiza. Corta el aliento. El libro de Guedj permite ver los números como lo que realmente son: una de las creaciones más profundamente humanas que existen.
Pero hay todavía otra maravilla oculta en esta obrita de factura cuidada, ilustrada con esmero y -por fortuna- bien traducida: pone la matemática en perspectiva, muestra su poderío, su valor. Ilustra sobre un hecho que solemos leer en los titulares con cierta indiferencia, como si no fuera tan importante. Ese hecho es que una nación cuyos alumnos no tienen un buen desempeño en matemática corre peligro. Porque los números no sólo constituyen un imperio, como anticipa Guedj desde el título. También construyen imperios.

A. T.

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