La libertad está de moda
De chica me enseñaron que “el rojo y el rosa no pegan”, que “jamás las rayas combinan con flores” y que “las zapatillas no van con vestidos”. Hoy, estas máximas quedaron obsoletas.
En parte, porque la moda cambia todo el tiempo y lo que no se usaba en una época a la siguiente puede ser furor, pero también –y principalmente– porque hoy puede rebatirse con autoridad cualquier mandato inflexible que refiera a la moda.
La principal tendencia 2017 fue la no-tendencia. Así de capciosa es la cuestión.
El movimiento de la democratización fashion vino a plantear la supremacía de la diversidad de estilos, y cada vez más –cuando se apela a la identidad al vestir, cuando se pondera la osadía para conjugar de una manera personal las prendas y expresar la propia voz en el lenguaje de la vestimenta– la sentencia del dictado de la moda empieza a sonar, justamente, a algo pasado de moda.
En parte, porque la moda cambia todo el tiempo y lo que no se usaba en una época a la siguiente puede ser furor, pero también –y principalmente– porque hoy puede rebatirse con autoridad cualquier mandato inflexible que refiera a la moda.
La principal tendencia 2017 fue la no-tendencia. Así de capciosa es la cuestión.
El movimiento de la democratización fashion vino a plantear la supremacía de la diversidad de estilos, y cada vez más –cuando se apela a la identidad al vestir, cuando se pondera la osadía para conjugar de una manera personal las prendas y expresar la propia voz en el lenguaje de la vestimenta– la sentencia del dictado de la moda empieza a sonar, justamente, a algo pasado de moda.
¿Quiere decir entonces que ya no hay reglas? En absoluto, las reglas existen, sólo que son múltiples, contradictorias y de aplicación más laxa. Y claro que también hay restricciones de contexto, la industria de la moda, por su naturaleza, tiende a unificar lineamientos generales para hacer un frente común -basta con echar un vistazo a los perfiles de las influencers más famosas del momento para tener más o menos claro cuáles son las tendencias que mejor rankean-. Eso no cambió.
Sin embargo, lo que resulta poco cool es establecer premisas por la negativa. Ya no hay colores que definitivamente no pegan, ni estampas que sería imposible conjugar, ni calzado prohibido para determinados equipos. La democratización de la moda vino a habilitar, a ensanchar el margen de acción y borrar del vocabulario protocolar el “no se usa”.
Entonces, ¿qué nos impuso el 2017? La posibilidad de regirnos sin prohibiciones.
Y la onda expansiva pasa de la indumentaria a los cuerpos que la llevan. Queda un largo camino por recorrer en la apertura de los estereotipos estéticos, pero la senda está marcada y son muchos -cada vez más- los que se están sumando al impulso de vivir la moda de una forma más libre, desprejuiciada y a la medida de intereses personalizados.
C. B.
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